Vuelve tras 20 años
Fue y sigue siendo un torero del pueblo. Recibe en su Foyos natal a ELMUNDO para hablar de su milagro particular
El Soro se prueba un verde esperanza y oro, uno de los tres
vestidos que ha encargado al sastre Justo Algaba para su vuelta a los
ruedos.
ROBERTO CÁRDENAS
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Vicente Ruiz, El Soro, fue y sigue siendo un torero del pueblo. De su Foyos natal, donde recibe a ELMUNDO para hablar de su milagro particular. Días después de triunfar en Valencia junto a Espartaco y Ponce en 1994, el valenciano sufrió en Segorbe una lesión en la rodilla que se convertiría en el comienzo de un calvario: el dinero, la fama y las luces de los vestidos de una figura del toreo se apagaron de repente. Y se encendió la vida nocturna. Vicente habitó en el precipicio.
El Soro, que llegó a pesar 110 kilos, se ha quitado 35 de encima. "Como lo mismo que los conejos", bromea. Cincuenta y seis intervenciones quirúrgicas, 19 cornadas y más de 20 años apartado de los ruedos. Ahí es nada. El último superviviente del cartel maldito de Pozoblanco del 84, con Paquirri y El Yiyo, malvivía con muletas y muchos problemas personales. Pero la ilusión por volver a torear le hizo sobrevivir. Y ahora, dos décadas después del inicio de su caída, el torero obtiene la recompensa a su lucha.
Vicente Ruiz (30 de mayo de 1962) nunca dejó de soñar en reaparecer y vestirse de luces aunque fuera una vez más en su vida. Una locura, un milagro que ya tiene fecha en Játiva: el 17 de agosto, día de la Virgen del Patrocinio, patrona de Foyos junto a Daniel Luque y Román. Con él regresa el sorismo, un fenómeno tan taurino como sociológico, rural y de un enorme arraigo popular, que resucitó Valencia en los 80 y ni murió ni morirá.
- ¿Cómo es la soledad?
- A veces, es necesaria y bonita. Otras es muy triste ver cómo te quedas solo. Para mí la soledad no fue deseada, me fui quedando solo en un trayecto oscuro, silencioso, largo. Un mar sin fondo. Pero la fe en Dios y mi familia me ha dado la fuerza para seguir luchando. Sabía que mi carrera no iba a terminar así. Esto se lo dedico a mis padres. Siempre confié en la ciencia pese a que yo pesaba 110 kilos y tenía una pierna prácticamente mutilada que el doctor Cavadas ha sabido reconstruir. La primera prótesis, que costó 22.000 euros, la rechacé por una infección.
- En estos 20 años pasó todo por su cabeza...
- Sí. No es grato decirlo pero circularon los peores pensamientos. De hecho lo intenté pero pinché en hueso. Era una ruina, un cuerpo de escombros, la depresión... La fe y el amor a la vida y a mis hijos me hicieron salir adelante. Yo tenía mis cortijos, mis fincas, una posición económica muy buena pero luego perdí mi familia y mi profesión. No veía la luz porque no la había.
- Parece que El Soro siempre se le relaciona con la mala suerte, con el cartel maldito, pero usted ha vivido y gozado la cara del toreo.
- Lo más gratificante es que nací de la nada, fui torero de la huerta y me enorgullece porque el sustento de casa era la huerta y su gente. Nací desde abajo, esta casa era una tienda donde se vendían frutas y verduras, dormíamos cinco hermanos en una habitación. Éramos nueve bocas que alimentar pero en ese contexto de escasez había un clima de amor, hermandad y valores muy humanos.
- En 1994 viene la desgracia, la silla de ruedas, las muletas, ¿desde cuándo ha creído, de verdad, que volvía a torear?
- Desde la primera operación hasta la última nunca he dejado de decir que iba a volver a torear. Era lo que me hacía sentir vivo. Si hubiera renunciado a mi profesión habría podido pasar cualquier cosa. No entendía nada de mi vida. Amigos que dejaron de serlo, me sentí ultrajado, eso no lo supe digerir... Caí en picado, las compañías no eran las mismas, viví un poco de la mendicidad: quién te invita a comer, a una copa, a un cigarro. Y la noche, que me hizo sentir más solo. Está feo que lo diga pero me faltó el cariño de mi familia. De un día para otro no estaban mis hijos, que es el golpe más duro que me ha podido dar la vida. Ahí empecé a hacer una catarsis en mi vida, pero no guardo rencor hacia nadie y si he cometido errores quiero subsanarlos en vida.
- Los toreros son gente emocionalmente inestable.
- La vida de torero es muy complicada, hay que entenderlos. Pasamos de una intensidad a un relajo tremendo. Somos inquietos, dubitativos. Y pasamos mucho miedo, somos más cobardes de lo que parece.
- No sabe lo que va a torear pero se ha pedido tres vestidos en el sastre...
- Sí. Uno azul marino, uno verde botella y otro ciruela y oro. Y dos capotes de paseo, uno con la patrona de Foyos. No sé si los voy a usar pero ojalá me vista de torero unas pocas veces más. De pensar que estoy en el portón de cuadrillas ya siento las mariposas en el estómago.
- ¿Está trabajando con psicólogos para controlar las emociones?
- Sí, no estoy enfermo, no es nada malo. Pero he recurrido a los profesionales para ordenar mi mente en todos los sentidos, para buscar la estabilidad emocional.
- ¿A qué tiene miedo El Soro?
- Al fracaso, a hacer el ridículo. No se puede imaginar el respeto que le tengo a la profesión. En esta profesión, todo lo que has hecho en una trayectoria se puede perder en una tarde. Así lo siento yo. Sólo pido a Dios que un toro me regale 15 embestidas para poder expresarme.
- En los 20 metros del paseíllo pasarán por su cabeza muchas imágenes de estos 20 años...
- Sí, por eso estoy en manos de profesionales. No quiero ponerme melancólico ni nostálgico porque eso no me dejaría vivir. Y quiero vivirlo con intensidad.
- Me contaron que lloró después de torear un toro en el campo.
- Sí. En la finca de Ángel Teruel. Lo cuajé con el capote a placer, lo banderilleé y le pegué 20 muletazos buenos. Sentí que lo toreé bien, mi tauromaquia ahora es más honda, más profunda, más barroca.
- Eso significa que el poso de los toreros lo da el tiempo más que el oficio.
- Ahora no hay prisas, se piensa más, cuando uno es joven es más alocado, se hacen muchas cosas por necesidad.
- ¿Qué le dicen los colegas de su generación como Dámaso, Ortega, Espartaco, Capea?
- Todos quieren venir a la reaparición. El mismo Ojeda, Palomo, Juan Mora, Galloso, Tomás Campuzano... Manzanares padre me llamó el otro día para decirme que les voy a hacer pasar mucho miedo. Va a ser una congregación de muchos toreros. Hacer el paseíllo ya será una victoria.
- Suerte y larga vida a El Soro.
- Gracias, que Dios os bendiga
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