Desde el barrio:
"Aguas" y la primavera global
Por: Paco Aguado | Opinión,
Aguascalientes
La temporada taurina se hace más global que nunca esta primavera, cuando
la Feria de San
Marcos de Aguascalientes, aun al otro lado del Atlántico, ha venido a mantener
la intriga entre los dos ciclos más decisivos del año taurino en España.Solapando el final de las corridas sevillanas y prologando las madrileñas de mayo, los carteles de "Aguas" han reunido de nuevo a las primeras figuras españolas y a lo mejor del escalafón mexicano, trasladando una competencia que se ha hecho más patente en el ruedo hidrocálido. Como si la desilusión y la desmotivación con que la crisis está tiñendo la campaña europea no hubieran sacado billete de avión y se hubieran quedado en la desvaída feria de Abril.
En Aguascalientes las cosas son muy distintas, incluso en las taquillas. Los llenazos de la Monumental, ese empinado tendido que da sitio a 16 mil espectadores, contrastan con los claros de ladrillo de La Maestranza y con esa pérdida de casi un millar de abonados que se ha producido en Madrid por primera vez en treinta años.
En ese ambiente, entre el calor festivo de la propia feria sanmarqueña y el entusiasmo de una afición enraizada y fiel, el espíritu de los festejos taurinos recobra en Aguascalientes todo su sentido. Sólo sería perfecto si el toro que sale a su arena lo hiciera con un punto más, o dos, de cuajo y seriedad.
Pero aun así, el público hidrocálido vibra y ruge con unos toreros especialmente motivados hasta hacer sonar muy a menudo ese himno de guerra que es "La pelea de gallos", la banda sonora de los grandes acontecimientos taurinos locales. De hecho, en lo que va de feria se han visto cosas de un calado mayor de lo contemplado en España.
Un arrollador Manzanares, por ejemplo, se presentó ayer cortando las mismas cuatro orejas que sumó en La Maestranza. Y, sin ánimo de comparar lo incomparable, sus faenas de "Aguas" tuvieron un tono y un nivel más hondo que las sevillanas, una manera más rotunda de emplearse con las embestidas del toro mexicano, al que toreó con mayor sutileza de toques y un trazo fluido y largo.
La avasalladora presentación de su directo rival español también provocó a Castella a sacar lo mejor de sí mismo, a concretar su valiente pero a veces plano toreo en unas series compactas, limpias, macizas, con principio y final, en la versión que necesita prodigar si quiere mantenerse arriba. Sólo El Juli, enjuto y meditabundo, pasó desapercibido con un mal lote en su primer paseíllo. Probablemente, para hoy no se haga esperar la respuesta sonada que ha de plantear al ninguneo de las empresas españolas.
Pero, de momento, el barómetro hidrocálido ha servido también para tomar la temperatura de varios de los toreros mexicanos que se anuncian en San Isidro. Y es alta, casi una fiebre competitiva que, por encima de trofeos y de fallos con la espada, les ha llevado a arrimarse de verdad y a plantar cara muy seriamente a las figuras españolas.
Arturo Saldívar y Juan Pablo Sánchez, dos de los muchos toreros prometedores de la cantera hidrocálida, han hecho cosas notables en la Monumental y han dado los primeros toques de atención, a la espera de que llegue el resto de compañeros de la nueva generación azteca.
Pero de los mexicanos habrá que hablar más despacio la próxima semana. De su toreo fresco y de esa ilusión desbordante que parecen haber perdido sus rivales hispanos en la desmotivante temporada de una crisis que, afortunadamente, no es global.
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