Toros
Morante: «Ningún aficionado debería perderse la despedida de Pepe Luis»
Más expectación en el tentadero-presentación del adiós del torero que en una corrida
Minutos
 antes de las siete de la tarde, con el atardecer de Sevilla en plena 
ebullición, dos dioses de la torería anclaron sus pies a la polvareda de
 El Toruño. Se anunciaba oficialmente la despedida de los ruedos de Pepe Luis Vázquez,
 mano a mano con Morante de la Puebla el 8 de septiembre en Utrera. Los 
dos artistas se hartaron de compartir autógrafos y fotos con los 
seguidores que rodeaban a la nube de cámaras. Si fuese tanta gente a las
 ferias, se esfumaba la crisis de taquilla: ¡Menudo agosto podía haberse
 embolsado la reventa! 
En
 el patio del cortijo, santuario bravo, se improvisó una sala de prensa 
para atender a las decenas de medios. El niño de Pepe Luis, con botos, 
gafas de sol y chaquetilla abotonada, se expresó con naturalidad de su 
tauromaquia: «¡Qué barbaridad! Cuando he visto tanta gente aquí, me 
abrumé un poco». Echó la vista atrás, a sus comienzos: «Aquí di mis 
primeros muletazos. Me lo ha recordado mi padre: «Hijo, ¿tú te acuerdas 
que en El Toruño toreaste por primera vez?».
 Y es verdad, yo estaba en la tapia con Manolo González, y mi padre le 
dijo a don Salvador (Guardiola) que dejase torear a los niños». 
Se emociona Pepe Luis, que asegura que nunca dejará de sentirse torero. Y da las gracias por estar a su vera a José Antonio Morante, «santo y seña del toreo clásico, de pellizco y sentimiento». 
Abrió
 plaza Morante, con vaqueros y camisa de lunares anudada a la cintura. 
Después de expresar su agradecimiento a los medios por «tan masiva 
acogida». El genio resumió el evento en corto y por derecho: «Ver a Pepe
 Luis en su última tarde o lo que sea es un lujo, y ningún aficionado debería perdérselo. Y como no me lo quería perder, pues quise estar en el cartel a su lado». 
Admirador
 de tan señera dinastía, deseó al protagonista que «los toros le 
embistan y que disfrute de una tarde bonita para colmar todas las 
ilusiones». Siempre el verbo despacioso, como el toreo bueno, serenidad,
 pausas y ese silencio que rezuma el arte auténtico. 
Llegaron
 luego las palabras bohemias de Paco Dorado. El soñador hacía realidad 
el cartel que ha revolucionado a la afición del Sur: «Es el acontecimiento de la temporada»,
 dijo el «Comandante», «ahora sólo espero que la plaza se llene, que yo 
pueda pagar a los toreros y que me queda algo de dinerillo a mí». Y 
entre la sonrisa generalizada relata el acuerdo: «Le hablé a su padre de
 lo de la despedida y dijo el maestro Pepe Luis: ¡Este no se despide ni 
de su padre!». Y se firmó el cartel más torero de Andalucía.
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