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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lo de Pozoblanco...Paquirri en el recuerdo. Doctor, haga Usted lo que tiene que hacer. Mi experiencia me dice que llevo dos cornadas



Madrid ( Por Guillermo Rodríguez)
El domingo estiré el tiempo en Sevilla tan soleada y bella, barroca y ensoñadora que me permitió disfrutar a mares en la tarde el toreo de José María Manzanares y en la noche "catar " el cante profundo, herido, rasgado, de la maestra Carmen Linares en el teatro "La Maestranza " , a unos pasos de la plaza de toros que mira al Gudalquivir, con un recital nutrido con poemas de Miguel Hernandez.....Ya conté que estuve en un oficio religioso, caminé por las estrechas calles del barrio de Santa Cruz, me volvi a maravillar con los Murillos en el Museo de Bellas Artes y estuve en el cementerio de San Fernando.

Ahi reposan los restos de Francisco Rivera "Paquirri" , de Zahara de los Atunes nacido en 1.949 y a quien un toro , "Avispado" de nombre puso termino a su vida......Su figura se eleva " de cuerpo presente ". En la mano derecha la espada y la palma de la mano izquierda citando a un toro imaginario para una natural.......Es estremecedora esa escultura de bronce ......

El recuerdo trágico de Pozoblanco en Córdoba de hace 27 años  se vuelca en la memoria......Lo trajeron a Córdoba capital. Quizas ese haya sido el error de , y falleció no sin antes pronunciar las estremecedoras palabras : " Mi experiencia profesional me dice que ésta es una cornada de tres trayectorias... una pa acá y otra palla... haga usted doctor lo que tiene que hacer... estoy en sus manos. Quiero un vaso de agua." .

Alvaro Rodríguez del Moral escribió en "El Correo de Andalucía ":

Un BMW blanco surca la noche y se encarama en la negrura de Sierra Morena después de dejar la nacional IV, buscando el cruce de Villanueva de Córdoba desde Ándujar. La sierra se abre a un tremendo valle en la madrugada espesa. Son ya muchas horas de coche en un largo viaje que partió de Logroño con la anochecida.

Había sido la penúltima corrida de una campaña a la que sólo quedaba una cita. Al día siguiente esperaba el avión para viajar a Venezuela, con Isabel. Pasan de las cinco de la mañana cuando Antonio Rivera frena en la puerta del hotel Los Godos: “Despierta Paco, ya hemos llegado a Pozoblanco”.

Pozoblanco es el centro del Valle de los Pedroches, una pequeña ciudad emergente, capital económica de esta tierra cercada de sierras que celebra sus fiestas. En los enormes carteles pegados a las paredes, con letras grandes, el nombre de Paquirri eclipsa al de Yiyo y El Soro, que alternan con él esa tarde. El sol blanco del primer otoño espanta la madrugada y despierta a los hombres de plata que habían llegado en el volvo ranchera –siguiendo la misma ruta– casi de amanecida. Es hora de ir a la plaza a enlotar los toros de Sayalero y Bandrés: “Por la mañana fuimos al sorteo y de vuelta al hotel le comentamos a Paco los toros que le habían tocado. Avispado era el más chico, el más bonito de toda la corrida. Después de almorzar nos pusimos a jugar a las cartas. Le gustaba quitarnos el dinero a todos y no paraba hasta que nos desplumaba. Siempre tenía que ser el ganador, era como un niño chico cuando ganaba. Tenía una caja llena de pesetillas y duros para apostar en aquellas partidas inofensivas”, recuerda Rafael Torres que toreaba a las órdenes de Paquirri junto a José Pichardo, Gregorio Cruz Vélez, Rafael Muñoz y José Luis Sánchez.

Ha doblado el mediodía en Córdoba y el periodista Pepe Toscano hace tiempo en su casa del Brillante. Está esperando a Antonio Salmoral, el corresponsal de TVE, para marchar a Pozoblanco por la ruta de Los Villares. Ha intentado varias veces ponerse en contacto con él sin resultados y, con el tiempo encima, se dispone a salir de viaje. A punto de ponerse en la calle, Salmoral aparece finalmente. Trae la flamante cámara de video que le habían entregado por mediación de Matías Prats: “A las cuatro y diez no había llegado y me subí al coche. En ese momento llegó junto a un hijo suyo que estaba haciendo el servicio militar. Si hubiera salido algunos minutos antes, Salmoral no habría ido a Pozoblanco”, rememora Toscano, que convenció al bueno de Salmoral a pesar de sus reparos para acompañarle en ese viaje y estrenar la nueva cámara a pesar de que Televisión Española había desestimado filmar el festejo.

A aquella misma hora, en el hotel Los Godos de Pozoblanco se retiran los jugadores de una partida inocente: José Pichardo, Cruz Vélez y el matador. Rafael Torres ya se había marchado a descansar y Ramón Alvarado, tío y mozo de espadas del torero, prepara el vestido azul cobalto y oro que iba a usar aquella tarde, el mismo que había estrenado en la Feria de Abril de aquel año. Paquirri recibe la visita del ganadero Juan Luis Bandrés. Entre bromas, hace amago de llevarse el dinero que habían liquidado al torero por la tarde de Pozoblanco: es un millón y medio de 1984. Paquirri ya está vestido. Es hora de marchar a la plaza.

El diesel de Pepe Toscano remonta la Sierra de Córdoba en busca del puerto del Calatraveño. La radio está averiada y la tertulia sustituye a las ondas. “En el viaje fuimos comentando las precariedades de la colaboración de Antonio con Televisión Española y al llegar a Pozoblanco comprobamos el ambientazo que se vivía en el pueblo. No pudimos meter el coche en la plaza como en otras ocasiones. Entramos allí y él se fue a un lado del burladero y yo a otro”.

El volvo de la cuadrilla de Paquirri también ha llegado a la plaza. Entre risas y bromas se habla de la partida. El torero anda eufórico y extrañamente comunicativo. Presume de haberlos dejado sin una peseta. En los alrededores de la plaza no cabe un alfiler. Paquirri cruza a duras penas el gentío que aguarda a los toreros y en la puerta de cuadrillas se encuentra con el Yiyo, una figura emergente que comenta con el maestro las bondades de los toros de Sayalero y Bandrés. Con el run-run del público, apenas se oye el pasodoble. Ha llegado el momento de liarse el capote de paseo y dar el paso adelante: ¡Suerte, señores!

Paquirri es el encargado de despachar el primer toro. Sobrado y seguro, alterna con El Soro en banderillas. Entrebarreras hay un muchacho rubio apodado Manolo que anda queriendo ser torero y del que se dice que es hijo de El Cordobés. Paquirri brinda al chico y Pepe Toscano, que se encuentra a su lado, escucha sus palabras: “Pelillos, te brindo este toro porque me caes muy bien y tienes mucha gracia”. El maestro corta una oreja casi sin despeinarse y la corrida empieza a lanzarse. Yiyo y Soro empatan a dos orejas. El valenciano ofrece los palos a Paquirri que sale apurado de un par y al correr hacia las tablas sonríe a Toscano. La plaza de Pozoblanco ya es una fiesta y en los chiqueros aguarda el cuarto de la tarde, “el más bonito”. Se llama Avispado, es negro y algo veleto.

Paquirri recibe al toro en los tendidos de Sol. Rafael Torres anda al quite: “le perdió un poco el respeto a Avispado. Lo toreó pegando lances mirando al tendido. El toro era sensacional aunque en la brega le hizo dos cosas raras y en la segunda le echó mano. El toro se estaba aguantando en el burladero de la tercera suerte y Paco lo llamó desde los medios para llevarlo al caballo. El toro lo vio y se fue a por él. El caballo se estaba colocando y el toro hizo como un amago de irse para el picador. Paquirri lo llamó y en ese momento el toro se le venció por el pitón izquierdo. ¡Ay¡ Paco rectificó ligeramente pero se quedó tal cual. El toro se volvió, abriéndose, y él le perdió pocos pasos. El toro se le vuelve a colar y no le da tiempo a nada, le da medio lance y el animal le arrolla y el mete el pitón hasta la cepa”.

Pepe Toscano no da crédito a lo que está viendo: “cuando vi la cornada pensé que le había hecho presa, que le había hilvanado el pitón entre la taleguilla y la carne pero dio una vuelta de campana y cuando lo despidió salió un chorro de sangre enorme. Salí corriendo para la enfermería. Los que llevaban a Paquirri equivocaron el camino hacia la puerta de toriles y tuvieron que rectificar. Yo fui el tercero que entró allí. Los doctores Eliseo Morán y Ruiz González ya estaban preparados para intervenir. El cristal de la puerta estaba roto porque no encontraban la llave y tuvieron que darle una patada para abrir”.

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