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jueves, 25 de octubre de 2012

Donde el flamenco y el toro se unen: un “autorretrato” de Estrella Morente

  
Vicente Casañ/ mediaveronica.com

Hace unos días pudimos ver por primera vez la promoción de un disco muy especial, como especial es quien lo protagoniza. Estrella Morente obsequiaba a los aficionados al flamenco y a los toros, que para el caso son los mismos, con un vídeo en el que la cantante/cantaora torea a una vaca mientras nos deleita con su flamenco. Se cambiaron los “¡eh!” y los “¡ah!” del torero por la dulce voz de Morente, todavía quejío por la muerte de su padre. Y se destapó el tarro de las esencias. De entre ellas rescatamos un breve artículo del periodista Juan Carlos Antón Rosales, un paralelismo entre flamenco y el toreo. Es “Autorretrato de un sentimiento”.
  
Estrella Morente, heredera de una forma de sentir, voz principesca de la Granada de Enrique, se encuentra inmersa y emergente en la promoción de su última obra: Autorretrato. No es el autorretrato de una cantaora, sino el de una mujer. Una mujer que canta su vida: sus gozos y sus tristezas, sus glorias y sus angustias. Y, también, por supuesto, su orgullo de ser quien es y de cómo fueron quienes siempre son y serán los suyos.

Arraigada en la misma Alhambra, Estrella es a Granada lo que Curro Romero a Sevilla. Lo que Javier Conde a Málaga. Lleva en su mirada y en la rosa blanca y pura de su voz el reflejo embrujado de la ciudad morisca. Sin embargo, como antaño hizo su padre, dibuja en cada verso, en cada tono, profecías de nuevas formas y estilos que aún están por llegar.

Morente, por ser gitana; Estrella, por ser torera, se rodea de la mejor “cuadrilla” de locos maravillosos que se empeñan en sentirse y hacernos sentir a través de su talento y el talante exquisito de su voz o su habilidad instrumental. Me refiero a los hermanos Carmona, me refiero a Michel Nyman, me refiero a Paco de Lucía y a Vicente Amigo, me refiero a Tomatito y Montoyita, a Isidro Muñoz, Alfredo Lagos y Alain Pérez. La voz de Enrique, siendo siempre especial y mística, no supone sino la parte más pequeña de una inmensa herencia espiritual y sentimental que el maestro ha dejado en su heredera. Y eso es lo que ahora se autorretrata: un sentimento.

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