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martes, 22 de enero de 2013

Las tres voces del toro


Un fuego de mugidos arde en la dehesa. Es el lenguaje bravo

Las tres voces del toro
abc
Pelea de tres toros en el campo
 
Llamea la tierra. Un fuego de mugidos retumba en la dehesa. Es el lenguaje del toro bravo. Son tres voces, ese trío de sonidos que evocaba don Álvaro Domecq: el pitido que avisa del peligro, el reburdeo estremecedor de la pelea y el berreo, ese que anuncia la cobardía o, para orgullo del ganadero, la casta honda...
Veamos y gocemos con el análisis de cada voz, según la palabra preciosa y precisa de don Álvaro en «El toro bravo», obra imprescindible para los amantes de la bravura:
1. Pitido: «Cuando los toros pitan, los demás animales acechan. Algo va a pasar. Un vaquero mío, viejo, que no quiere salir de la dehesa y conoce la primavera por el latir del cuco en los chaparos, cuenta a quien quiera oírselo que el día antes de nuestra guerra los toros pitaron».
2. Reburdeo: «Es de noche y por la ventana abierta, en la cerca de los eucaliptus, oigo reburdear un macho. Dentro de un minuto reburdearán otros. ¿Qué les pasa? El reburdeo es un ronquido bajo y grave que presagia las ganas de lucha y sangre. El toro posee un olfato muy desarrollado y huele el acre de la sangre desde lejos... Al amanecer salgo con mis vaqueros. Hay un toro caído y la vacada entera le da vueltas, reburdeando. Han acudido hasta los bueyes al careo. El canto funeral en la mañana fría, helada, sobrecoge y mis vaqueros se han vuelto, repentinamente, serios. Pienso en Villalón. Un poeta bastante loco de Morón me contó, por lo bajo, que sus toros -los que ya no eran suyos- reburdearon la noche en que él se fue para siempre».
3. Berreo: «Puede ser de miedo, de queja o de nostalgia, de melancolía, y perdonadme esta inevitable utilización de términos humanos que tampoco sirven. En las tientas, los ganaderos apuntamos si el becerro hizo berreo y si éste era del bueno o del malo. Berreo del bueno será cuando un becerro se queje con la boca cerrada; de berrear con la boca abierta, del malo. Es más, los conocedores saben su nota por las tonalidades del berreo de los becerros. Así, berreo de rabia, contenido, hondo: casta, bravura. Berreo de miedo: tarde o temprano cantará la gallina y huirá. No falla». Aclaraba don Álvaro que ese berreo malo con la boca abierta es un detalle de «mala educación», pero que existe a veces en vacas y toros excepcionales. «Sólo es malo cuando lo acompaña la duda en la embestida, la cobardía, el escarbe y la mansedumbre».

La llamada del amor

El inolvidable autor se preguntaba en su libro por el bramido, delatador del celo, y hacía alusión a un texto de Díaz Cañabate: «Es el bramido el lenguaje de los toros? Pues entonces son poco habladores, porque muy especialmente se les oye. Que el bramido obedece a una causa es más que probable. En opinión del mayoral de aquella ganadería, el bramido es una llamada de amor, es un venteo de la hembra, tan próxima y tan lejana».

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