Un fuego de mugidos arde en la dehesa. Es el lenguaje bravo
Llamea la tierra. Un fuego de mugidos retumba en la dehesa.
Es el lenguaje del toro bravo. Son tres voces, ese trío de sonidos que
evocaba don Álvaro Domecq: el pitido que avisa del peligro, el reburdeo estremecedor de la pelea y el berreo, ese que anuncia la cobardía o, para orgullo del ganadero, la casta honda...
Veamos y gocemos con el análisis de cada voz, según la palabra preciosa y precisa de don Álvaro en «El toro bravo», obra imprescindible para los amantes de la bravura:
1. Pitido:
«Cuando los toros pitan, los demás animales acechan. Algo va a pasar. Un
vaquero mío, viejo, que no quiere salir de la dehesa y conoce la
primavera por el latir del cuco en los chaparos, cuenta a quien quiera
oírselo que el día antes de nuestra guerra los toros pitaron».
2. Reburdeo:
«Es de noche y por la ventana abierta, en la cerca de los eucaliptus,
oigo reburdear un macho. Dentro de un minuto reburdearán otros. ¿Qué les
pasa? El reburdeo es un ronquido bajo y grave que presagia las ganas de lucha y sangre.
El toro posee un olfato muy desarrollado y huele el acre de la sangre
desde lejos... Al amanecer salgo con mis vaqueros. Hay un toro caído y
la vacada entera le da vueltas, reburdeando. Han acudido hasta los
bueyes al careo. El canto funeral en la mañana fría, helada, sobrecoge y mis vaqueros se han vuelto, repentinamente, serios. Pienso en Villalón.
Un poeta bastante loco de Morón me contó, por lo bajo, que sus toros
-los que ya no eran suyos- reburdearon la noche en que él se fue para
siempre».
3. Berreo: «Puede ser de miedo, de queja o de nostalgia,
de melancolía, y perdonadme esta inevitable utilización de términos
humanos que tampoco sirven. En las tientas, los ganaderos apuntamos si
el becerro hizo berreo y si éste era del bueno o del malo. Berreo del bueno será
cuando un becerro se queje con la boca cerrada; de berrear con la boca
abierta, del malo. Es más, los conocedores saben su nota por las tonalidades del berreo de los becerros. Así, berreo de rabia, contenido, hondo: casta, bravura. Berreo de miedo: tarde o temprano cantará la gallina y huirá. No falla». Aclaraba don Álvaro que ese berreo malo con la boca abierta es un detalle de «mala educación»,
pero que existe a veces en vacas y toros excepcionales. «Sólo es malo
cuando lo acompaña la duda en la embestida, la cobardía, el escarbe y la
mansedumbre».
La llamada del amor
El inolvidable autor se preguntaba en su libro por el bramido, delatador del celo, y hacía alusión a un texto de Díaz Cañabate:
«Es el bramido el lenguaje de los toros? Pues entonces son poco
habladores, porque muy especialmente se les oye. Que el bramido obedece a
una causa es más que probable. En opinión del mayoral de aquella
ganadería, el bramido es una llamada de amor, es un venteo de la hembra, tan próxima y tan lejana».
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