Morante
Por.- Andrea López – Medellín
Los
toros eran de don Ernesto Gutiérrez, ganadería exigida por las figuras y
que generalmente es garantía de toros nobles, que pasan y pasan por las
muletas y permiten grandes triunfos. Regresaba Morante a Medellín de
donde se había llevado los trofeos en 2009 con el toro Brujo, de esta ganadería.
La magia
Atraídos
por el imán del de La Puebla, llegaron los aficionados a La Macarena
con la ilusión de vivir una tarde inolvidable. Morante venía dispuesto.
Había llegado el jueves a la ciudad y desde ese día pudimos percibir la
buena energía que lo acompañaba. Al hablar con él en el patio de
caballos, esas sensaciones que aprendimos a percibir en Cali vinieron a
la conciencia y no fallamos. Venía dispuesto a disfrutar, a desplegar su
arte en Medellín y sólo le faltaba encontrar un toro que le permitiera
hacerlo.
Con los toros no hablamos en el previo y no pudimos intentar descubrir lo que traían dentro.
Con Pepe Manrique si hablamos y desafortunadamente acertamos.
Al
pisar el ruedo, el sevillano fue recibido con una ovación. Invitó a sus
compañeros a hacer el paseíllo y cuando se anunciaba el primero de la
tarde no tuvo más opción que salir a saludar a la concurrencia.
Saludaron también sus compañeros pero esas caras desconocidas que vimos
en los tendidos, que viajaron desde de otras ciudades, venían a verlo a
él.
Abrió la tarde el colombiano Pepe Manrique con un toro sin fuerza y las cosas no iniciaron bien pero la ilusión seguía viva.
Salió Paellero y
nos empezamos a preocupar. Entonces, se abrió el frasco de las esencias
y de repente nos encontramos con unas chicuelinas de ensueño, con un
capote poderoso intentando dejar al del nombre raro en los medios y ya
estábamos todos hipnotizados. Bueno, todos menos el toro que insistía en
rajarse. Doblones con la muleta, derechazos a media altura pero
apretados, profundos. Llegaron los naturales, y el manso resultó siendo
toreado con una belleza y una suavidad que no merecía. Una oreja y pitos
para el Gutiérrez tras estocada y descabello.
Con el quinto que no fue ni Sultán ni Poderoso (los
dos nombres que anunciaron) se repitió la dosis. Medellín tuvo la
fortuna de ver a Morante en su mejor estado. Otra oreja tras su
descabello con la puntilla y la de San Juan abierta para el mago.
Pepe
Manrique venía con ganas pero no se percibía muy convencido antes de la
corrida. Hablamos de su tarde el la Santamaría junto a José Tomás y
Manzanares, en la que estuvo a la altura del compromiso y su respuesta
fue como si pero ya veremos.
Lo que vimos fue un Gutiérrez puro (el cuarto), dos tandas de
derechazos emocionantes y ya. El toro humillaba, era pronto y fijo pero
duró poco, se volvió soso y Manrique se dejó llevar por esa sensación.
Estocada contraria, descabellos infinitos, saludo tras aviso y vuelta al
ruedo para Flor de Loto.
Sebastián Castella se encontró con Joropo, toro
que no transmitía pero fue el menos malo después de Flor de Loto, pues
tenía un poco más de fuerza. Nada que hacer con la capa y sentado en el
estribo prendió la alerta en el tendido. Toreo en redondo, faena aseada y
gran estocada a un soso al que le cortó dos orejas. ¿O cuatro? Porque
los pañuelos colgaron del balcón presidencial antes de apuntillarlo, los
guardaron y volvieron a salir cuando correspondía. Cuatro orejas o dos,
igual fueron muchas. Es sólo mi apreciación, que no es la última
palabra. Si estuviera allá arriba, habría aguado la fiesta del sábado y
los aficionados no se lo merecían.
El desencanto
Morante con ganas de torear lo que se le atravesara fue el milagro que permitió salir a celebrar y que nos salvó de un suicidio colectivo:
final de temporada, toros mansos y Morante matando a los dos minutos,
nos habría llevado a todos rumbo al río Medellín sin pensarlo. Fue
maravilloso, si, pero era lo mínimo que nos merecíamos luego de que nos
obligó a ver esos toros. Porque el festival de mansos que desfiló por
nuestro ruedo, vino gracias a sus exigencias.
Entonces
la magia va perdiendo su encanto. Y esto me fastidia tanto como los
programas en los que muestran como se logran los trucos de los magos.
Nunca los veo porque desafortunadamente hace muchos años sé que hacen
trucos, pero ¡me gusta creer en la magia!
Las
figuras exigen ciertas ganaderías. Sus veedores aprueban y desaprueban.
El resultado final llega al ruedo y Medellín está feliz porque Morante
quiso torear. Perdón, pero ¡era lo que debía hacer!
Sobre
el dibujo que encontramos en el ruedo al entrar no quisiera hablar por
una razón: vergüenza. Porque no quisiera que quienes no lo vieron se
enteraran pero he escuchado tantas quejas que sería irresponsable de mi
parte no decir lo que pienso.
No
soy seguidora de ningún equipo. Hace muchos años dejé de ir al estadio
pero me entusiasmó la idea de los homenajes por los cien años del DIM y
del Hospital Universitario San Vicente Fundación. Perfecto que se
entregaran placas mutuamente y bienvenida la gente del fútbol a la
plaza.
El apoyo a mi padrastro Alonso
Arcila en el previo y la despedida de aquellos que no veremos hasta el
año entrante retrasó mi ingreso a la plaza. Mientras sonaban los himnos
hice mil maromas para llegar a mi puesto y cuando por fin pude ver el
ruedo, alcancé a dudar si me había dado algún golpe en el recorrido y
estaba viendo mal. Pues no, era cierto y las imágenes que me han
mostrado lo ratifican. Nuestro ruedo tenía dibujado el escudo del
Medellín ocupando toda la primera circunferencia. Pudo ser del Barcelona
o del Real. No era el espacio para esto. Afortunadamente, el primer
manso buscó las tablas por todos lados y para el segundo apenas quedaba
el recuerdo de los colores en la arena.
El cierre
Terminó
nuestra temporada y a pesar de lo agridulce del sábado no olvido lo que
pasó antes. Me alegra haber visto buenos encierros así no siempre
encontraran las muletas que merecían. Me gustaron los debutantes de este
año. Para repetir me quedaría solo con Gallo y Aguilar aunque
seguramente Castaño también volverá.
Confío en que Ricardo Rivera mantenga esa línea que me ilusionó y Bolívar la fuerza que mostró hace una semana en Medellín.
Lamento
la cornada de Rodrigo Arias y espero que se recupere pronto. Ojalá su
situación invite a revisar las garantías que tienen nuestros toreros y
subalternos respecto a su seguridad social.
Decía
no seguir a ningún equipo pero he recordado que sí. Soy hincha del
equipo de Iván Fandiño, torero al que descubrí antes de esa tarde en
Madrid en la que tuve que aceptar que se me acababa la exclusividad y
quien este año en Medellín, hizo ver muy fácil lo que parecía imposible.
Con ese equipo me quedo y no necesito ver su nombre pintado en ningún
ruedo para mantener mi fidelidad hacia él.
A
pesar de nuestros políticos, del canal UNE del que ya me retiré, de las
agresiones en los ingresos y de nuestros propios errores, tuvimos
temporada y ya soñamos con la siguiente.
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