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jueves, 21 de febrero de 2013

Entre la magia y el desencanto


Md15
Morante


Por.- Andrea López – Medellín


Los toros eran de don Ernesto Gutiérrez, ganadería exigida por las figuras y que generalmente es garantía de toros nobles, que pasan y pasan por las muletas y permiten grandes triunfos. Regresaba Morante a Medellín de donde se había llevado los trofeos en 2009 con el toro Brujo, de esta ganadería.

La magia
Atraídos por el imán del de La Puebla, llegaron los aficionados a La Macarena con la ilusión de vivir una tarde inolvidable. Morante venía dispuesto. Había llegado el jueves a la ciudad y desde ese día pudimos percibir la buena energía que lo acompañaba. Al hablar con él en el patio de caballos, esas sensaciones que aprendimos a percibir en Cali vinieron a la conciencia y no fallamos. Venía dispuesto a disfrutar, a desplegar su arte en Medellín y sólo le faltaba encontrar un toro que le permitiera hacerlo.
Con los toros no hablamos en el previo y no pudimos intentar descubrir lo que traían dentro.

Con Pepe Manrique si hablamos y desafortunadamente acertamos.

Al pisar el ruedo, el sevillano fue recibido con una ovación. Invitó a sus compañeros a hacer el paseíllo y cuando se anunciaba el primero de la tarde no tuvo más opción que salir a saludar a la concurrencia. Saludaron también sus compañeros pero esas caras desconocidas que vimos en los tendidos, que viajaron desde de otras ciudades, venían a verlo a él.

Abrió la tarde el colombiano Pepe Manrique con un toro sin fuerza y las cosas no iniciaron bien pero la ilusión seguía viva.

Salió Paellero y nos empezamos a preocupar. Entonces, se abrió el frasco de las esencias y de repente nos encontramos con unas chicuelinas de ensueño, con un capote poderoso intentando dejar al del nombre raro en los medios y ya estábamos todos hipnotizados. Bueno, todos menos el toro que insistía en rajarse. Doblones con la muleta, derechazos a media altura pero apretados, profundos. Llegaron los naturales, y el manso resultó siendo toreado con una belleza y una suavidad que no merecía. Una oreja y pitos para el Gutiérrez tras estocada y descabello.

Con el quinto que no fue ni Sultán ni Poderoso (los dos nombres que anunciaron) se repitió la dosis. Medellín tuvo la fortuna de ver a Morante en su mejor estado. Otra oreja tras su descabello con la puntilla y la de San Juan abierta para el mago.

Pepe Manrique venía con ganas pero no se percibía muy convencido antes de la corrida. Hablamos de su tarde el la Santamaría junto a José Tomás y Manzanares, en la que estuvo a la altura del compromiso y su respuesta fue como si pero ya veremos. Lo que vimos fue un Gutiérrez puro (el cuarto), dos tandas de derechazos emocionantes y ya. El toro humillaba, era pronto y fijo pero duró poco, se volvió soso y Manrique se dejó llevar por esa sensación. Estocada contraria, descabellos infinitos, saludo tras aviso y vuelta al ruedo para Flor de Loto.

Sebastián Castella se encontró con Joropo, toro que no transmitía pero fue el menos malo después de Flor de Loto, pues tenía un poco más de fuerza. Nada que hacer con la capa y sentado en el estribo prendió la alerta en el tendido. Toreo en redondo, faena aseada y gran estocada a un soso al que le cortó dos orejas. ¿O cuatro? Porque los pañuelos colgaron del balcón presidencial antes de apuntillarlo, los guardaron y volvieron a salir cuando correspondía. Cuatro orejas o dos, igual fueron muchas. Es sólo mi apreciación, que no es la última palabra. Si estuviera allá arriba, habría aguado la fiesta del sábado y los aficionados no se lo merecían.

El desencanto
Morante con ganas de torear lo que se le atravesara fue el milagro que permitió salir a celebrar y que nos salvó de un suicidio colectivo: final de temporada, toros mansos y Morante matando a los dos minutos, nos habría llevado a todos rumbo al río Medellín sin pensarlo. Fue maravilloso, si, pero era lo mínimo que nos merecíamos luego de que nos obligó a ver esos toros. Porque el festival de mansos que desfiló por nuestro ruedo, vino gracias a sus exigencias.

Entonces la magia va perdiendo su encanto. Y esto me fastidia tanto como los programas en los que muestran como se logran los trucos de los magos. Nunca los veo porque desafortunadamente hace muchos años sé que hacen trucos, pero ¡me gusta creer en la magia!
Las figuras exigen ciertas ganaderías. Sus veedores aprueban y desaprueban. El resultado final llega al ruedo y Medellín está feliz porque Morante quiso torear. Perdón, pero ¡era lo que debía hacer!

Sobre el dibujo que encontramos en el ruedo al entrar no quisiera hablar por una razón: vergüenza. Porque no quisiera que quienes no lo vieron se enteraran pero he escuchado tantas quejas que sería irresponsable de mi parte no decir lo que pienso.

No soy seguidora de ningún equipo. Hace muchos años dejé de ir al estadio pero me entusiasmó la idea de los homenajes por los cien años del DIM y del Hospital Universitario San Vicente Fundación. Perfecto que se entregaran placas mutuamente y bienvenida la gente del fútbol a la plaza.

El apoyo a mi padrastro Alonso Arcila en el previo y la despedida de aquellos que no veremos hasta el año entrante retrasó mi ingreso a la plaza. Mientras sonaban los himnos hice mil maromas para llegar a mi puesto y cuando por fin pude ver el ruedo, alcancé a dudar si me había dado algún golpe en el recorrido y estaba viendo mal. Pues no, era cierto y las imágenes que me han mostrado lo ratifican. Nuestro ruedo tenía dibujado el escudo del Medellín ocupando toda la primera circunferencia. Pudo ser del Barcelona o del Real. No era el espacio para esto. Afortunadamente, el primer manso buscó las tablas por todos lados y para el segundo apenas quedaba el recuerdo de los colores en la arena.

El cierre
Terminó nuestra temporada y a pesar de lo agridulce del sábado no olvido lo que pasó antes. Me alegra haber visto buenos encierros así no siempre encontraran las muletas que merecían. Me gustaron los debutantes de este año. Para repetir me quedaría solo con Gallo y Aguilar aunque seguramente Castaño también volverá.

Confío en que Ricardo Rivera mantenga esa línea que me ilusionó y Bolívar la fuerza que mostró hace una semana en Medellín.

Lamento la cornada de Rodrigo Arias y espero que se recupere pronto. Ojalá su situación invite a revisar las garantías que tienen nuestros toreros y subalternos respecto a su seguridad social.

Decía no seguir a ningún equipo pero he recordado que sí. Soy hincha del equipo de Iván Fandiño, torero al que descubrí antes de esa tarde en Madrid en la que tuve que aceptar que se me acababa la exclusividad y quien este año en Medellín, hizo ver muy fácil lo que parecía imposible. Con ese equipo me quedo y no necesito ver su nombre pintado en ningún ruedo para mantener mi fidelidad hacia él.

A pesar de nuestros políticos, del canal UNE del que ya me retiré, de las agresiones en los ingresos y de nuestros propios errores, tuvimos temporada y ya soñamos con la siguiente. 

Tengo un par de amigos que dicen que no volverán luego lo del sábado. Yo me confieso incapaz de hacer algo así. Nos veremos en los remates, pues tal vez puedan vivir sin ir a La Macarena pero no sé si sobrevivan sin que de vez en cuando veamos el amanecer hablando de toros. Fuente: El Albero.com Colombia

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