Corta una oreja y ofrece una gran tarde en la Feria de San Miguel
Como culminación de su temporada, Miguel Ángel Perera tiene
una gran actuación en Sevilla: corta una oreja en su primero y, si no
falla con la espada, hubiera cortado algún trofeo más, en el último.¿Hubiera abierto la Puerta del Príncipe?No estoy seguro. Los toros de los Hermanos García Jiménez,
nobles pero justos de fuerza, facilitan el triunfo. El Cid también luce
su buen estilo. A Sebastián Castella le toca el peor lote.
El tercer toro flojea un poco pero va largo, como casi
todos sus hermanos. Mide bien el castigo el picador Ignacio Rodríguez,
se luce Joselito Gutiérrez
en dos grandes pares. Por la derecha, Perera manda mucho, se muestra
muy firme, con el único lunar de retrasar el pie contrario, descargando
la suerte. Al pasar a la otra mano, cambia el comportamiento del animal:
pega arreones. La dificultad ha aumentado pero también el mérito. Al
final, se pega un arrimón tremendo, muy quieto. Suena, al fin, la música, cuando la faena está concluyendo. Gran estocada, volcándose: justa oreja.
Cuando va a salir el último, Perera se va a portagayola.
Toda la Plaza comenta, por lo bajo: «Va a por la Puerta del Príncipe».
El toro se le cruza, salva la arriesgada situación y enlaza con
templadas verónicas: las palmas echan humo. Brilla Juan Sierra con
los palos. Por suerte para el diestro, el toro resulta ser el mejor de
la tarde: justo de fuerzas pero embiste largo, con nobleza. Encadena
Miguel Ángel derechazos mandones. Por la izquierda, es menos claro; con
acierto, le da un respiro. Los naturales resultan emocionantes
pero menos limpios. Vuelve a la derecha y liga en corto muletazos que
vuelven a calentar el entusiasmo. ¿Será suficiente? ¡Quién sabe! Pero
todo se viene abajo por el mal manejo de la espada.
Saboreando el bombón
También es bueno el lote del Cid y
lo aprovecha, en parte. El primero pierde fuerzas en un volatín. Pero
llega a la muleta con mucha bondad: El Cid disfruta saboreando este
«bombón», conduciendo por la derecha la noble embestida,
acompañando con la cintura; tarda en coger la izquierda y el toro se
agota. No ha estado mal pero el toro permitía más. El cuarto, más chico,
flojea, queda sin picar; se mueve mucho, algo rebrincadito. El Cid lo
va metiendo en la muleta, luce su buen estilo en derechazos clásicos y
naturales esforzados. Es una faena desigual, con buenos momentos. Una
buena estocada y el toro tarda en morir: la petición es insuficiente,
hace bien en dar la vuelta al ruedo.
A Castella le corresponden los dos toros más deslucidos y él intenta, sin éxito, realizar su habitual faena estática. En el tercero, incierto y flojo, se lucen Ambel, con los palos, y Chacón, en
la lidia. En la muleta, protesta, se queda corto. Sebastián le va
cogiendo el temple pero el toro se viene abajo, está a punto de echarse.
Mata mal. El burraco quinto es protestado: flojea, mansea, se cierne.
Comienza la faena por alto, aguanta con valor pero el toro le tropieza la muleta, se le para a mitad: voluntad sin fruto. Otra vez será.
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