Se cumplen 25 años de la cubierta de Zaragoza
fabián simón
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El pasado martes se cumplieron las bodas de plata de
la cubierta de la plaza de toros de Zaragoza. Un cuarto de siglo, ya;
veinticinco años que no han hecho más que confirmar el éxito de la obra
de un empresario que vio que el futuro para La Misericordia pasaba por
la instalación de un techo. Así de sencillo.
Arturo Beltrán fue
el visionario y su idea, revolucionaria entonces, ahora, con la
perspectiva del tiempo pasado, nadie puede poner en duda su
clarividencia. La cubierta salvó la Feria del Pilar de las inclemencias
del tiempo. Ha sido un seguro tanto para los toreros como para los
espectadores. Atrás quedaron aquellos pilares de abrigo y paraguas,
atrás el cierzo helador más peligroso incluso que los toros. La controvertida cubierta ha
sido la herramienta sobre la que las diferentes empresas que han
gestionado en este tiempo la plaza, la han tenido a su favor para
garantizar la celebración de todos los espectáculos programados.
Arturo Beltrán llegó a La Misericordia en 1986 y desde el primer momento planteó la intención de cubrir la plaza. La idea provocó grandes debates entre quienes consideraban un atentado a la tradición, y quienes veían un aval de futuro. Al lado de estos últimos se situó ABC con una campaña a nivel nacional a favor de la obra, un posicionamiento que resultó determinante para que el proyecto fuera aprobado por la Diputación Provincial de Zaragoza, propietaria del coso. Así, en el pleno de la institución en el que se aprobó el proyecto definitivo, el portavoz del grupo socialista, que entonces gobernada la Corporación, esgrimió para apuntalar sus tesis diversos artículos de ABC y de su jefe de la sección taurina, Vicente Zabala.
Arturo Beltrán llegó a La Misericordia en 1986 y desde el primer momento planteó la intención de cubrir la plaza. La idea provocó grandes debates entre quienes consideraban un atentado a la tradición, y quienes veían un aval de futuro. Al lado de estos últimos se situó ABC con una campaña a nivel nacional a favor de la obra, un posicionamiento que resultó determinante para que el proyecto fuera aprobado por la Diputación Provincial de Zaragoza, propietaria del coso. Así, en el pleno de la institución en el que se aprobó el proyecto definitivo, el portavoz del grupo socialista, que entonces gobernada la Corporación, esgrimió para apuntalar sus tesis diversos artículos de ABC y de su jefe de la sección taurina, Vicente Zabala.
Y llegó el día de la inauguración de la cubierta en su
primera fase. La parte fija, la estructura que tapaba los tendidos y que
dejaba un círculo central de 36 metros de diámetro al aire libre. Una obra de los ingenieros alemanes Rudol y Bergerman, que realizaron la cubierta del estadio olímpico de Munich.
Expectación internacional
Sobre la inauguración despertó una gran expectación a nivel
nacional e internacional. Era la primera plaza de toros cubierta en
España y ABC recogió la efeméride como correspondía. «Histórica
inauguración de la cubierta de la plaza de Zaragoza», titulaba este
periódico en su edición del 9 de octubre del citado 1988.
La crónica del enviado especial Vicente Zabala, comenzaba así: «Pocas
veces he asistido a una corrida de toros con mayor curiosidad y también
-¿por qué no decirlo?- con más emoción. Resulta que uno de los caballos
de mi larga batalla taurina era este de cubrir las plazas de toros,
aunque solo sea de una manera parcial, pero que garantiza la celebración
de los espectáculos contra viento y lluvia, y más tarde hemos visto que
también es garante de la supervivencia de la fiesta nacional».
El cartel de aquel día lo conformaban tres toreros aragoneses -Raúl Aranda, Justo Benítez y Roberto Bermejo-, que se las entendieron con una seria y nada buena corrida de Campos Peña.
Para que no faltaran emociones que
contar, el final de aquella Feria a poco se lleva por delante el
proyecto. El último festejo, aplazado para la noche del domingo 16 de
octubre, tuvo que ser supendido al segundo toro por la fuerte tromba de
agua que cayó sobre la capital aragonesa. Era difícil de explicar que se
suspedía una corrida en la plaza cubierta, pero mientras los
espectadores seguían instalados perfectamente bajo la techumbre de teflón, el agua vertía al ruedo por la propia cubierta fija.
El gran paraguas
Dos años después se instaló la parte móvil que concluía la
obra. Un «gran paraguas» por cuyos radios se deslizan las piezas de
teflón que van plegadas en el centro y que permiten que la plaza quede
perfectamente cerrada. La obra de Beltrán, finalizada. «Era un reto personal, sobre todo tras la inauguración de la primera fase»,
explicaba el empresario a ABC. «Siempre hay agoreros que pronosticaban
que la plaza no se iba a terminar. Yo estaba íntimamente convencido,
pero se sumaron dificultades. Ha sido todo muy complicado, engranar un
gran mecano que al final funciona de maravilla». En la Feria del Pilar
de 1990, La Misericordia rompió para siempre con el manido «si el tiempo
no lo impide».
Pero sigamos con el ciclo del Pilar de hace veinticinco
años en el que Espartaco, Morenito de Maracay y el novillero Antonio
Posada corformaron el trío de máximos triunfadores. Los tres salieron a
hombros en un ciclo en el que hubo otros nombres destacados como Ruiz Miguel, Ortega Cano, y Raúl Zorita, que consiguieron cortar trofeos.
De todos los actuantes, solo dos aragoneses, Raúl Aranda y Raúl Zorita, hicieron doblete, y entre los del escalafón inferior, junto al éxito rotundo de Antonio Posada, que cortó tres orejas a una excelente novillada de Soto de la Fuente, destacó la presencia de un jovecísimo Enrique Ponce.
De todos los actuantes, solo dos aragoneses, Raúl Aranda y Raúl Zorita, hicieron doblete, y entre los del escalafón inferior, junto al éxito rotundo de Antonio Posada, que cortó tres orejas a una excelente novillada de Soto de la Fuente, destacó la presencia de un jovecísimo Enrique Ponce.
Espartaco triunfó el día del Pilar en el cartel estrella
junto a Ortega Cano y Juan Mora; y Zorita, que venía de una reciente
alternativa en la Feria de Huesca, dejó buena impresión el 13 de octubre junto a Curro Vázquez y Julio Robles
ante toros de José Ortega. Buena la corrida de Cuadri con la que
Morenito de Maracay se entendió a la perfección; y mansa la de Los
Bayones con la que pecharon Esplá Mendes y El Soro el domingo 16 por la
tarde.
Ese mismo día por la noche Roberto Domínguez, Emilio Oliva y Raúl Zorita no
despacharon más que los dos primeros toros. La tromba de agua antes
comentada hizo del ruedo una charca. Y llegó el gran lío. La corrida se
supende, pero el tercero sale al ruedo. Se lanzan unos espontáneos que
parecen profesionales.
Hasta el entonces diputado delegado, Eduardo Aguirre salta al barrizal.
El festejo definitivamente supendido sin que Zorita se estrene. La
polémica para una Feria que pasará a la historia del toreo no por aquel
incidente, sino porque sobre su cielo se colocó una techumbre que con el
pasar de los años ha supuesto la mayor garantía que los empresarios
-buenos, malos y regulares, que de todo se ha sufrido en La
Misericordia- han tenido a la hora de ofrecer a los aficionados sus
respectivas programaciones.
Al cumplirse un cuarto de siglo de aquella Feria de 1988,
es justo reconocer toda la importancia que supuso la instalación de la
cubierta sobre la plaza de la capital aragonesa, el mayor avance tecnológico sobre la fiesta de los toros.
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