Jorge Arturo Díaz Reyes 
Cali - Colombia. El 
repertorio del antitaurino alcalde Petro parece inagotable. Su más 
reciente gambeta para dilatar el fallo de la Corte Constitucional, que a
 la luz de la jurisprudencia debe serle adverso, ha sido el recurso de 
inhabilidad presentado contra el magistrado y ex presidente de la 
honorable institución, Mauricio  González Cuervo, con el argumento de 
que “le gustan los toros”. Y lo ha logrado. Diferir el fallo digo, pues 
lo de la recusación está en veremos.

Un breve recuento de sus maniobras para vetar las corridas (espectáculo 
legítimo por ley de la República) en la capital de Colombia, sería 
envidiado por cualquier personaje de la dieciochesca literatura 
española.
Primero, amenazó con la prohibición porque su deber como alcalde era “proteger todas las formas de vida”. Enterado de que tal medida sería ilegal, propuso permitirlas pero si no se mataban los toros. A la negación, respondió con una interrupción unilateral del arrendamiento de la plaza que tenía vigencia hasta el año 2016.
Después, curándose en salud, comprometió el coso en otros espectáculos no taurinos a fin de copar las fechas, y de paso rechazó las solicitudes taurinas declarándolas “extemporáneas”. Por último, invirtiendo una millonaria suma para respaldarse técnicamente, alegó que la edificación era insegura y anunció una “restauración integral” durante tiempo no precisado.
Y ahora, ya, frente a la Corte, por la tutela del empresario Felipe Negret, clama que González Cuervo, no es juez fiable porque hace tres años dijo en público que le gustaban las corridas.
Pregunta: ¿Si se recusan los magistrados que van a toros, no habría que recusar también los que no van? ¿Entonces quien juzgaría? En todo esto solo una cosa parece segura, y es que sea cual sea la situación, el astuto alcalde siempre tendrá otra carta en la manga.
Primero, amenazó con la prohibición porque su deber como alcalde era “proteger todas las formas de vida”. Enterado de que tal medida sería ilegal, propuso permitirlas pero si no se mataban los toros. A la negación, respondió con una interrupción unilateral del arrendamiento de la plaza que tenía vigencia hasta el año 2016.
Después, curándose en salud, comprometió el coso en otros espectáculos no taurinos a fin de copar las fechas, y de paso rechazó las solicitudes taurinas declarándolas “extemporáneas”. Por último, invirtiendo una millonaria suma para respaldarse técnicamente, alegó que la edificación era insegura y anunció una “restauración integral” durante tiempo no precisado.
Y ahora, ya, frente a la Corte, por la tutela del empresario Felipe Negret, clama que González Cuervo, no es juez fiable porque hace tres años dijo en público que le gustaban las corridas.
Pregunta: ¿Si se recusan los magistrados que van a toros, no habría que recusar también los que no van? ¿Entonces quien juzgaría? En todo esto solo una cosa parece segura, y es que sea cual sea la situación, el astuto alcalde siempre tendrá otra carta en la manga.
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