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viernes, 22 de noviembre de 2013

El día que la carroza fúnebre adelantó al coche de cuadrillas de Manolete

La carroza fúnebre se adelantó al coche de cuadrillas el verano del 47. Aquella madrugada del 29 de agosto se alarga a través de los tiempos como un retrato agudo de Hopper o como el Greco hecho torero. Manolete era el personaje de rostro pálido, de vestido inmortal y rosa, que se ceñía la muerte a la cintura. La parca le esperó a deshora para coronarle héroe por los siglos de los siglos. «Las Taurinas de ABC» recogen escritos históricos sobre la leyenda. Seleccionamos tres para el recuerdo:
1. Seamos sinceros, señores. Hay que repetir la historia. Hay que respetar los nombres gloriosos, que antecedieron al gloriosísimo Manolete. ¡No faltaba más! Pero reconozcamos que nadie como él.¿Se torea así de capa? Toreó más y mejor que nunca con el capote. ¿Hay que eliminar la mano izquierda? Pues casi todos los pases fueron con esa mano. ¿Hay que ligar las faenas? Pues ligazón perfecta en el empalme de pase a pase, y en el engarce de tiempo a tiempo -en un espacio mismo, podríamos decir también- hubo en el sexto, bis. ¿Se mata así? Pues dos estocadas de perfecta ejecución dieron relieve a lo más fundamental de la personalidad de Manolete, «a la primera piedra que se puso en su cimiento» a su personalidad de matador. («La gran tarde de Manolete», por Giraldillo, 7 de julio de 1944).
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Manolete, en Las Ventas
2.Yo he visto a Manolete. En Madrid, Manolete no miraba al toro. Con vaga sonrisa -hasta donde él puede sonreír-, miraba a los tendidos que crujían estremecidos por la emoción inenarrable. Tenía dominado al Destino. Era la epopeya que no quiere palabras. El toro le seguía dócil. El torero sonreía al Destino. Al «Epos de los Destinos» -¡qué caramba, ilustre D. Eugenio, gran aficionado! Al destino heroico del Séneca más senequista de todos los sénecas que se hayan enfrentado con todo el terrible Destino sin salida de los ruedos. ¡Menuda epopeya! Nada más que eso. (Por Giraldillo).
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Manolete, la tragedia
3. Empecé el retrato con más preocupación que otros; pensaba más que pintaba, hasta aquella mañana que entró mi esposa en el estudio con el retrato de Manolete en la primerá página del ABC. «Daniel -dijo- ya no podrás seguir el retrato porque Manolete ha muerto». Terrible y dolorosa noticia... ¿Pero cómo ha sido esto posible?, y sobreponiéndome a la trágica impresión vi en el retrato de Manuel un resplandor y una sombra, un cambio total en la expresión y el movimiento de la cabeza. «Lo seguiré después de muerto», dije estremecido; y un día tras otro fui añadiendo al retrato la tragedia, la mirada muy lejos..., la frente llena de presagios y el terrible presintimiento. (Por Daniel Vázquez Díaz, 22 de agosto de 1965).

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