Plaza de Toros de México |
OPINIÓN TAURINA
Óscar López Gamboa*
Y depredación es la que presenciamos el domingo 3 de noviembre del presente año, unos en la plaza y otros a través de la televisión como un servidor, en lo que han convertido a la Fiesta de los Toros en la tristemente célebre plaza de toros México, y ellos son por orden de aparición; la empresa que la regentea, y ya sabemos de quien se trata, los matadores de importación, reconocidos como figuras y que en esta ocasión, recayó en la persona de Morante de La Puebla, Julián Hamdan <<ganadero>>, quien se sirvió con la “cuchara grande”, mandando a dicha plaza, un reprobable encierro y finalmente para que la “cuña” apretara y no desmereciera en nada el engaño que se le hizo por enésima ocasión a los aficionados, el “juez de plaza” Gilberto Ruiz Torres, autorizó galantemente, aquel remedo de dizque reses bravas del ganadero de origen libanés, en lo que fue el segundo festejo de la temporada grande.
Considero sin duda alguna, que a todos los aficionados no llena de ira, indignación, frustración y todos aquellos adjetivos que sirvan para señalar, descalificar y reprobar la serie de tropelías y canalladas que estos siniestros personajes están haciendo con la Fiesta Brava en nuestro país, empezando con el escenario capitalino, sede de los atracos perpetuados en contra de nosotros como único y verdadero soporte de las corridas de toros y que somos cautivos temporada tras temporada; con la ilusoria esperanza de que cambien para bien tantos atropellos que se hacen para tan hermoso espectáculo y lamentablemente la plaza de toros México, es el referente para que en el resto de los cosos de nuestra geografía taurina, hagan también lo propio.
En nuestro medio taurino de todos es sabido que, los toreros españoles que se encuentran en el rango de figuras y que cada año cuando vienen a nuestro país a sus campañas otoño-invierno a descansar del toro-toro que lidian en España y Francia, tanto ellos como sus administraciones, exigen sin excepción alguna, matar únicamente encierros chicos en edad, cómodos en bravura y cornamentas así como alternantes que no les hagan sombra y por supuesto, honorarios muy bien remunerados. Todo esto nos lleva a la conclusión de qué, nuestros toreros domésticos, resultan beneficiados es decir “bien aviados” en cuánto ha ganado se refiere pues, bien saben que lidiaran ganado light, torearán varias corridas al lado de sus mecenas, aunque el monto de sus honorarios, sea muy bajo pues, la mayor tajada del pastel se la llevan los “churumbeles españoles”. A eso habrá que adicionarle el servilismo incondicional mediático de que goza toda esa turba de “malandrines”, que les maquillan sus trampas y que son la envidia de los cosméticos Revlon.
Por toda esta Decadencia y Depredación que actualmente vive la Fiesta en México, es entonces qué, estamos presenciando una pugna, entre:
¡APRIENCIA vs LO AUTÉNTICO!
Nuestra propia época parece estar gobernada por la ilusión y la decepción. Hemos construido toda una cultura basada en las apariencias. Todo parece bien, pero al escarbar un poco bajo la superficie se encuentra poca sustancia. La apariencia se ha convertido en una norma: Nos hemos vuelto tan insensibles a las realidades del bien y el mal que mentir y hacer trampa se han convertido en prácticas universalmente aceptadas como males necesarios. Por eso las toleramos, mientras se realicen dentro del límite del respeto. Ocasionalmente, en medio de esta oscuridad taurina, la luz del espíritu taurino se enciende con honestidad e integridad. En esos momentos nos vemos sorprendidos, incluso sin estar preparados con esos dos hechos contundentes. La honestidad y la lealtad parecen estar totalmente fuera de lugar en nuestro esquema taurino actual.
Pero hoy más que en ningún otro momento, bajo la superficie de apariencias hay más gente como nosotros y si escuchamos cuidadosamente, sí prestamos atención descubriremos que la gente está hambrienta de esos tres dones tan poco comunes hoy en día, en el ser humano que son: honestidad, integridad y lealtad. Pues existe un vacío, una ansiedad, un descontento profundo con nuestra cultura taurina. Sentimos que nos falta algo y muy dentro de nosotros, sabemos que ninguna cosa que no sea auténtica dentro de la Fiesta Brava o de otra índole, podrá satisfacer este vacío.
Tenemos hambre no de apariencias, tampoco de cosas superficiales y triviales; tenemos hambre de sustancia. Estamos hambrientos de verdad. La gente de hoy en día se muere de hambre de autenticidad, se muere de sed anhelando la más pequeña gota de sinceridad, se muere de dolor ansiando experimentar el alivio de la transparencia.
Estamos hartos de embustes, de demagogia, de verborrea mediática de heraldos sometidos convenencieramente por el interés mezquino de unas cuantas monedas al servicio incondicional de esos que pregonan a los cuatro vientos ser defensores y paladines de la Fiesta de los Toros; cuando precisamente esos; son los depredadores de la misma.
*Ex Juez de plaza Calafia.
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