El diagnóstico
1/ Ha continuado la disminución de espectáculos pero en menor proporción que en la temporada anterior.
2/ Esta caída afecta más a los espectáculos que se realizan
 en Plazas que a los populares; a las novilladas, más que a las 
corridas; a los festejos no incluídos en un abono.
3/ En este sector, las subidas salariales están por encima 
de la media y los convenios colectivos son rígidos, suelen prorrogarse.
4/ Una paradoja: disminuye el trabajo pero aumenta el número de trabajadores.
5/ Es un sector muy intervenido y sindicalizado, con 
elevados costos fijos y escasos ingresos atípicos, pero que repercute en
 numerosas y variadas actividades económicas.
Las conclusiones
1/ No hay correspondencia entre gastos e ingresos.
2/ En la actual coyuntura, las empresas taurinas – como cualquier otra empresa – tienen que regularizarse.
3/ La falta de libertad empresarial dificulta la reducción de costes.
4/ La crisis actual deriva de la crisis económica general. 
No existe una animadversión de la sociedad española a estos 
espectáculos.
5/ El 60% de los ingresos de taquilla se los lleva la Administración.
Las propuestas
1/ Liberalizar la actividad empresarial.
2/ Fortalecer el factor cultural. 
3/ Facilitar el fomento de la Fiesta.
4/ Desarrollar una actividad de calidad.
Hasta aquí, los análisis y propuestas de los empresarios. Está bien que se aporten datos objetivos pero siguen faltando otros, que son básicos:
 ante todo, el número de espectadores y la recaudación de cada 
espectáculo. Falta aquí esa trasparencia que sí existe, por ejemplo, en 
el fútbol. Haría falta plantearse un sistema numerado de entradas y 
convencer a todos los empresarios (no sólo a los más importantes) de que
 esa claridad es necesaria; entre otras cosas, para medir cuál es la 
capacidad de convocatoria real de cada torero.
Es razonable que los empresarios pidan más libertad para 
desarrollar mejor su trabajo pero deberían concretar a qué aspectos se 
refieren. La experiencia hace temer que algunos aprovecharan esa mayor 
libertad ( se ha hablado, a veces, de “autogestión”) para dar gato por 
liebre. 
Los empresarios pueden negociar con la Administración 
rebajas de costes fijos pero no deben hacerse la ilusión, en el momento 
económico actual, de que haya subvenciones o reducción de impuestos.
Al fondo de todo, existe un gravísimo problema: la falta de unidad de los sectores profesionales. La negociación del convenio taurino parece tan difícil como todos los años: una vez más, surge en el horizonte la amenaza de una huelga, que sería funesta para la imagen de la Tauromaquia.
Todos los profesionales están de acuerdo en que es 
ineludible reducir costes, pero nadie parece dispuesto a hacerlo, en la 
parte que le toca. Así, no se va a ninguna parte. Un dato anecdótico: 
confiesan los empresarios que no han conseguido que se reúnan con ellos 
los toreros. Si no lo logran ellos, ¿quién lo va a hacer? No hay que 
pedirle al Ministerio de Cultura lo que excede de su capacidad. Las 
soluciones deben venir desde dentro del sector .
Es ineludible que el negocio taurino tenga una base sólida:
 para ello, este análisis puede ser un buen punto de partida. Pero no es
 suficiente: hay que ofrecer un espectáculo de calidad, de auténtica 
emoción. Y abrirse a la sociedad española, para que comprenda los 
valores de un arte que muchos ven, hoy, como algo pretérito. 

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