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sábado, 26 de abril de 2014

A propósito de la muerte del Nobel de Literatura



Gabriel García Márquez amaba la fiesta de los toros
Fue visto en varias plazas del mundo y defendió la tauromaquia
 
Brindis de lujo para un gran invitado, como lo fue el que le realizo José Miguel Arroyo “Joselito” al Nobel colombiano en la Feria de San Isidro del ’96, faena coronada con par de orejas que supusieron la última Puerta Grande en Las Ventas del coleta madrileño. Foto: Archivo

VLADIMIR TERÁN A.
Gabriel García Márquez, el escritor colombiano que elevó la literatura hasta donde solo Cervantes la había encumbrado antes  que él, fue un gran aficionado a la Fiesta Brava. Era quizá esa forma tan desnuda en que el hombre se enfrenta a la bestia, la  remembranza de algún pasaje mitológico que lo haya marcado, o las simbologías que recordara en algún cuadro de Picasso,  pero lo cierto es que el ilustre hijo de Aracataca, disfrutaba cada pase del capote y se sentía como el torero, cuando dejaba la  plaza.
Y también escribía de toros con esa manera tan genial de encontrar la noticia en los acontecimientos que pasaban inadvertidos  para todos, pero que él transformaba en realidad mágica. Para muestra un apunte taurino escrito por Gabo en 1993 que hemos  rescatado de nuestros archivos:
«En Piedrahíta, pequeña localidad castellana, un toro ha muerto de miedo. Hay que morirse de miedo ante la evidencia de que  un toro se haya muerto de miedo, no frente a un hombre armado, cosa que sería explicable, sino frente a un indefenso e inmóvil  ciudadano español que hacía la vieja suerte del “Tancredo” aprovechándose de la juventud y la inexperiencia de un toro demasiado impresionable.
Este extraño acontecimiento puede servir de base para pensar que si es el toro de lidia tan noble como lo pintan,  probablemente y a pesar de las tradicionales consecuencias, nadie sea más aficionado a la fiesta brava que el toro mismo. Por  eso sigue embistiendo noblemente fiel a las reglas que han hecho posible la subsistencia de la lidia. En la mayoría de los casos  gana el hombre, pero hay ocasiones en que gana el toro, de manera que hay motivos de sobra para pensar lo pensado: que  también el toro es aficionado a los toros.
Lo que originó el miedo de este notable toro de Piedrahíta debió ser la evidencia de que esa tarde el hombre no estaba jugando limpio. Las reglas y la experiencia enseñan que el adversario siempre ha de estar armado de un estoque, un par de banderillas,  o de un capote en el peor de los casos. Pero no ha de esperar el más noble de los toros que el adversario se le plante en la  mitad del ruedo, indefenso, sereno y estatuario; y si ello ocurre tiene razones la bestia para pensar que allí hay gato encerrado. Razones de sobra para que un noble gladiador se muera de miedo, ante la sola evidencia de que el adversario no está jugando limpio».
Así escribía el nobel taurino de toros, con gracia y con inocultable afición. “Gabo amaba la fiesta taurina” -dijo José Manuel Espinosa, quien fue apoderado de El Zotoluco y empresario taurino tras enterarse de su muerte ocurrida en México el jueves 17 de abril a los 87 años de  edad- “Y la fiesta lo amaba a él”.
Realzó con su presencia en numerosas ocasiones distintos festejos taurinos de España, México y su Colombia natal. Recibió numerosos brindis de los toreros, pero quizá el más famoso fuese aquel que en Las Ventas de Madrid le dedicó José Miguel Arroyo "Joselito" en el San Isidro de 1996 momentos antes de cortarle las dos orejas a un toro de José Luis Marca. Aquella vez, precisamente, fue la última en que el maestro madrileño salió a hombros de la Monumental venteña.

La última tarde que pudo verse al ilustre escritor haciendo gala de su pasión por el toreo fue este pasado mes de febrero en la plaza de toros mexicana de Querétaro, donde asistió al mano a mano que enfrentó a El Juli con Joselito Adame, que le brindó la  muerte de uno de sus toros. 

Muchos se sorprenderán al saber que García Márquez no es el único genio premiado con el Nobel que es amante de las corridas de toros: Se nos vienen a la mente al menos cuatro más: el estadounidense Ernest Hemingway, el francés Albert  Camus, el español Camilo José Cela y por supuesto el peruano Mario Vargas Llosa.

El arte de los toros siempre ha calado hondo en la sensibilidad de los más renombrados artistas. Para muestra Joaquín Sabina escribió en el 2008 un poema llamado: «Por si no lo sabían». En él, el cantautor y poeta español menciona como su pasión por los toros es compartida por diversas personalidades de la cultura mundial, entre ellos estaba Gabriel García Márquez. Aquí los versos:
«A Francisco de Goya le gustaban los toros,
a Rafael Alberti le gustaban los toros,
a Pablo Picasso le gustaban los toros,
a Agustín Lara le gustaban los toros,
a Ernest Hemingway le gustaban los toros,
a la bella Ava Gardner le gustaban los toros,
al orondo Orson Welles le gustaban los toros,
a José Bergamín le gustaban los toros,
a Gerardo Diego le gustaban los toros,
a María Félix le gustaban los toros,
a Ignacio Zuloaga le gustaban los toros,
a García Lorca le gustaban los toros,
al Miguel Hernández le gustaban los toros,
a Ortega y Gasset le gustaban los toros,
a Indalecio Prieto le gustaban los toros y a mi abuelo también.
A Bryce Echenique le gustan los toros,
a Miquel Barceló le gustan los toros,
a Joan Manuel Serrat le gustan los toros,
a Mario Vargas Llosa le gustan los toros,
a Caballero Bonald le gustan los toros,
a Enrique Morente le gustaban los toros,
a Albert Boadella le gustan los toros,
a Almudena Grandes le gustan los toros,
a Felipe Benítez le gustan los toros,
a Francisco Brines le gustan los toros,
a Carlos Marzal le gustan los toros,
a Sánchez Dragó le gustan los toros,
a Luis Eduardo Aute le gustan los toros,
al Gabo García Márquez le gustaban los toros,
a Caco Senante le gustan los toros,
a Raúl González le gustan los toros,
a Rosa Aguilar le gustan los toros,
al japonés del siete le gustan los toros,
al defensor del pueblo le gustan los toros
y a mí también».

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