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El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis por la fuerza. La
represión no es el camino. Con ella no ha podido evitar las
manifestaciones de protesta ni dar respuesta al descontento y la
rebeldía de la gente. La salida de la crisis es clara: el diálogo
sincero del Gobierno con todos los sectores del país, con una agenda
previa y condiciones de igualdad, y con gestos concretos, evaluables en
el tiempo, como señales de la necesaria rectificación...
COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA
RESPONSABLES DE LA PAZ Y EL DESTINO DEMOCRÁTICO DE VENEZUELA
Caracas, 02 de Abril 2014
1.
La crisis que desde el pasado 12 de Febrero vive Venezuela es
sumamente grave tanto por su magnitud, ya que abarca dimensiones
diversas de la vida nacional, como por su duración, violencia y nefastas
consecuencias para nuestro presente y nuestro futuro. Por tal motivo,
los Obispos de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana
queremos dirigirnos de nuevo a todos los venezolanos, cualquiera sea su
simpatía política.
2.
Causa fundamental de la actual crisis es la pretensión del partido
oficial y autoridades de la República de implantar el llamado “Plan de
la Patria”, detrás del cual se esconde la promoción de un sistema de
gobierno de corte totalitario, que pone en duda su perfil democrático;
las restricciones a las libertades ciudadanas, en particular, la de
información y opinión; la falta de políticas públicas adecuadas para
enfrentar la inseguridad jurídica y ciudadana; los ataques a la
producción nacional, que ha conducido a que en nuestro país hoy se haga
necesaria la importación de toda clase de productos; la brutal represión
de la disidencia política; el intento de “pacificación” o
apaciguamiento por medio de la amenaza, la violencia verbal y la
represión física.
3.
Los estudiantes y otros manifestantes pacíficos, ejercen su
legítimo derecho, previsto en la Constitución, y merecen, por tanto,
todo respeto. Las manifestaciones se han visto a veces empañadas por
actos de violencia que han dejado muertos, heridos y destrozos en
instituciones y propiedades. Es difícil señalar el origen de todos
ellos, pero es evidente que muchas acciones delictivas son originadas
por personas o grupos infiltrados con el objeto de tergiversar o
desacreditar las protestas y provocar su condena. El empleo de
barricadas y el ataque hacia personas e instituciones, así como la
quema de vehículos particulares y de servicio público, crean una
situación que no se debe aceptar ni aplaudir.
4.
Reiteramos nuestra firme exigencia de que el Gobierno desarme a los
grupos civiles armados. Su actuación coordinada, siguiendo unos
patrones determinados, demuestra que no se trata de grupos aislados o
espontáneos, sino entrenados para intervenir violentamente. En muchos
casos han actuado impunemente bajo la mirada indiferente de las fuerzas
del orden público, por lo cual la actuación de éstas ha quedado
seriamente cuestionada.
5.
Lamentamos los asesinatos de civiles y de Guardias Nacionales
ocurridos en las manifestaciones. Queremos recordar que el valor de la
vida es absoluto y Dios lo protege con el quinto mandamiento. De igual
modo rechazamos la criminalización de la protesta ciudadana y la
negación práctica de los derechos humanos en el trato a los
manifestantes. Denunciamos la abusiva y desmedida represión contra
ellos, las torturas de que han sido objeto muchas de las personas
detenidas y la persecución judicial a los Alcaldes y Diputados
contrarios al oficialismo.
6.
La restricción de la información tanto en la prensa como en los
medios radioeléctricos atenta contra el derecho del pueblo a estar bien
informado y también contra la posibilidad de que se conozca la verdad de
los hechos y se sancione a los culpables. Sin determinar la verdad será
imposible lograr la paz. Una "Comisión de la Verdad" que sea plural y
que genere confianza en los ciudadanos, puede ser una gran ayuda.
7.
El desabastecimiento, la carestía de la vida, la inseguridad y las
restricciones en la venta de gasolina, más notables en el interior del
país y en las zonas fronterizas, se traduce en angustia y malestar
creciente de la población. A esto se añade que no pocas personas
inescrupulosas, amparados en la crisis que atraviesa la nación, se han
dedicado a especular con los bienes y servicios, que han subido a
precios exorbitantes. Si no se toman los necesarios correctivos a estas
situaciones, ellas serán una chispa que seguirá encendiendo la
violencia.
8.
El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis por la fuerza.
La represión no es el camino. Con ella no ha podido evitar las
manifestaciones de protesta ni dar respuesta al descontento y la
rebeldía de la gente. La salida de la crisis es clara: el diálogo
sincero del Gobierno con todos los sectores del país, con una agenda
previa y condiciones de igualdad, y con gestos concretos, evaluables en
el tiempo, como señales de la necesaria rectificación. Consideramos
oportuna y de gran valor la participación de la Santa Sede en el diálogo
entre el Gobierno y la oposición. El pueblo venezolano apreciará en
sumo grado dicha participación y sabrá reconocer el valioso aporte de la
Iglesia.
9.
Hacemos un llamado a todos los venezolanos, especialmente a los
dirigentes del Gobierno y de la oposición, a considerar la extrema
gravedad del momento presente, y a evitar que el país se siga
desangrando y se derrumbe por la violencia. Más aún, los exhortamos al
dialogo y a poner todo su esfuerzo por construir nuevas relaciones
basadas en el mutuo reconocimiento, la reconciliación y la búsqueda de
la normalización de la situación nacional.
10.
La fe cristiana bien entendida nos exige a todos los creyentes
responsabilizarnos del destino del país, no permanecer indiferentes sino
más bien involucrarnos en la defensa de la vida, de los derechos
humanos, de la libertad y la democracia. Nadie que viva en Venezuela
debe decir que no le interesa o preocupa la violencia y las muertes que
están aconteciendo en ciudades y pueblos. Todos, sin excepción, somos
responsables de la libertad, la paz y el destino democrático de nuestra
Patria.
11.
Inspirados en la Palabra de Dios, todos los creyentes en Cristo
tenemos que asumir decididamente el servicio de la reconciliación.
Aprovechando la Cuaresma y la próxima Semana Santa, los sacerdotes,
religiosas, laicos comprometidos en acciones pastorales y los Obispos
contribuiremos a edificar la paz desde la verdad y la caridad, pues a la
Iglesia le corresponde ser el ámbito de la comunión donde todos
podremos encontrarnos asumiendo razonablemente nuestras diferencias.
Como enseña San Pablo, nos toca derribar todo muro de división. Cristo
es nuestra paz (Ef 2,14)
12.
Nos solidarizamos con la población de las ciudades que más han sufrido
la violencia y los efectos de la militarización. Particularmente con
los habitantes de San Cristóbal. Invitamos a todos los católicos a
ofrecer a Dios el AYUNO del próximo VIERNES SANTO EN SOLIDARIDAD con
todas las familias que lloran a sus seres queridos, pidiendo para ellas
consuelo, esperanza y fortaleza espiritual.
13.
Invitamos a todos los ciudadanos, independientemente de su simpatía
política, a unirnos como venezolanos, a superar el odio y la violencia, a
evitar falsos rumores e informaciones que producen zozobra en la
población y a comprometernos con Dios a resolver nuestros conflictos de
manera pacífica. Ponemos estas intenciones en las manos amorosas de
Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela.
XEmmo. Sr. Cardenal
Jorge Urosa Savino
Arzobispo de Caracas
Presidente de Honor de la CEV
XDiego Rafael Padrón Sánchez
Arzobispo de Cumaná
Presidente de la CEV
XJosé Luis Azuaje Ayala
Obispo de Barinas
1° Vicepresidente de la CEV
XMario Moronta Rodríguez
Obispo de San Cristóbal
2° Vicepresidente de la CEV
XJesús González de Zárate
Obispo Auxiliar de Caracas
Secretario General de la CEV
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