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jueves, 10 de abril de 2014

Victorino Martín: "A mi edad puedo decir lo que me dé la gana, que tengo más premios que años"

 Virginia Drake - XL Semanal
Acaba de cumplir 85 años y, con ellos, ha recibido un regalo inesperado: el Gobierno le ha concedido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Para celebrar esta doble buena nueva, nos desplazamos hasta su finca Las Tiesas, en Cáceres, donde nos recibe con su hijo Victorino y su nieta Pilar. Allí hablamos con el ganadero de sus dos grandes pasiones: los toros y las mujeres.

 

En Las Tiesas, donde nos encontramos -3000 hectáreas de dehesa extremeña-, están los cuatreños que se lidiarán esta temporada en las 15 corridas que tiene apalabradas Victorino Martín. Además de mantener la finca de Galapagar, en Madrid, ahora solo con ganado de carne, ha adquirido dos fincas más cerca de Coria para sus reses bravas: Monteviejo y Las Tiesas. El patriarca vive en la primera de ellas, que compró en 1965. Allí, las vacas de vientre crían sus terneros bravos hasta que son novillos. «También he comprado una finca muy buena en Portugal nos dice. Ahí tengo vacas mansas, de carne, porque vivir solo de ganado bravo es muy difícil hoy en día, ya que nosotros damos trabajo a 26 personas».

XLSemanal. Siempre llora con las cuentas, pero ha conseguido un patrimonio importante y toda su familia vive muy bien del toro.

Victorino Martín. No he llorado tanto y he trabajado mucho. Ningún negocio de campo es bueno. Con el campo gana dinero muy poca gente y con el ganado bravo, aún menos. De hecho, están desapareciendo muchas ganaderías.

XL. Pero la suya se multiplica.
V.M. No. Se mantiene, que no es poco. Lo hemos hecho muy bien y por eso han salido las cosas así. Pero en el esfuerzo me he dejado la vida.

XL. ¿Cuántas cabezas de ganado tiene?
V.M. Entre esto y Portugal, unas 2500 cabezas en 4000 hectáreas.

XL. Pues no se queje.
V.M. ¡Si yo no me quejo! A mí ya no me queda nada importante por hacer, porque todo lo lleva mi hijo. Aunque siempre estoy haciendo cosas en el campo. Yo ahora viajo mucho, recojo premios, voy a ferias... ¡No paro! A Victorino se le ve cansado, pero está ilusionado con las nuevas instalaciones que han levantado en Las Tiesas para recibir a las decenas de aficionados, nacionales y extranjeros, y curiosos que cada semana se acercan a la finca para contemplar de cerca su ganadería. «Vienen incluso antitaurinos que quieren ver al toro en libertad, y esto les gusta muchísimo. Aquí les damos de comer, les explicamos cómo se crían los toros, los subimos a unos remolques en los que hemos instalado asientos y les damos una vuelta por el campo. Hay días que se juntan más de 200 personas en el comedor grande».A nuestra conversación se unen Victorino Martín García y su hija Pilar, ambos son veterinarios: «Lo hacen muy bien los dos porque lo han mamado. Ellos han querido estudiar y trabajar en esto, y está muy bien porque cualquiera que viniera de fuera lo haría mucho peor que ellos».

XL. Si volviera a 1960, ¿repetiría?
V.M. A lo mejor no, porque es muy difícil y han sido años muy duros. Aunque, como esto es lo que sé hacer, supongo que sí. Nunca he tenido tentación de dejarlo porque aquí es donde he vivido siempre y como mejor estoy.

XL. ¿Cómo ha conseguido que las mujeres de la familia también quieran quedarse a vivir en el campo?
V.M. ¿Pero es que hay algún sitio más bonito para vivir?

XL. Se sabe que a Victorino le han gustado mucho las faldas y que embestía si podía a cuantas se movían a su alrededor.
V.M. [Se ríe]. Se ha hecho lo que se ha podido, pero tampoco ha sido tanto como se ha contado.

XL. Después de 30 años de matrimonio se separa de María García, la madre de Victorino y Pilar, y se vuelve a casar. Su segundo matrimonio apenas dura dos años. Y lo curioso es que ahora vive de nuevo con María. ¿Cómo se consigue esto?
V.M. Decidimos acogernos mutuamente. He vuelto a la primera mujer, sí, para que me cuide ella a mí.

XL. ¡Puro romanticismo!
V.M. Ya ves, todo muy romántico, sí [se ríe].

XL. ¿Qué es lo más bonito que le han dicho como ganadero?
V.M. ¿A mí? Las cosas más bonitas siempre me las han dicho las mujeres, aunque a lo mejor nunca me han llamado «guapo» [ríe].

XL. ¿Ha sido más feliz de lo que ha hecho usted a las mujeres?
V.M. No lo sé. Yo siempre soy feliz, pero sobre todo cuando estoy al lado de una mujer guapa.

XL. Pero si ya está para sopitas y buen vino...
V.M. Déjeme a mí suelto [ríe].




Se ha contado que Victorino dividió la ganadería con su hermano Adolfo porque la relación entre ellos se complicaba, pero su hijo nos saca de dudas: «La verdadera razón no fue esa. Cuando mi padre se separó de mi madre y decidió casarse otra vez, nos dio miedo que su segunda mujer acabara llevándose algo. Así que lo separaron todo: mi tío Venancio se quedó con el negocio de la carnicería; y mi tío Adolfo, con la ganadería del hierro de la V. Luego le compró a mi padre una partida de la A (Albacerrada). Y desde entonces cada hermano ha ido por su lado y a cada uno le ha ido de una manera».

XL. Por cierto, ¿cómo les ha afectado la crisis?
V.M.G. Ha habido una reducción de festejos de un 66 por ciento. Si la gente no tiene dinero para sus necesidades imprescindibles, mucho menos para gastar en ocio. Las plazas no se llenan como antes.

XL. ¿Cuánto vale una corrida de victorinos?
V.M.G. [Ríe]. De dinero no se habla.
XL. ¿Cuánto les cuesta producir un toro bravo?

V.M.G. Entre 4500 y 5000 euros, y hay muy pocos ganaderos que puedan cobrar eso por un toro. Nosotros somos unos privilegiados.
XL. ¿Llegan a multiplicar esa cifra por tres cuando marcan el precio?
V.M.G. De promedio, no.

XL. No hace mucho, su padre contó que en su primera corrida de San Isidro le ofrecieron 30.000 euros y dijo que no. Después le subieron a 50.000 y aceptó.
V.M.G. Depende de qué ganadero se trate. Para la élite, esa cantidad es normal, sí.

XL. ¿Qué cobra una primera figura en Madrid? El Juli, por ejemplo.
V.M.G. Esa es una cifra que está en la calle porque la discutió con la empresa la temporada pasada y creo que fueron en torno a los 180.000 euros. Los precios torero/ganadero están desproporcionados. Antiguamente, los ganaderos cobraban la suma de lo que se les pagaba a los tres matadores juntos. Hoy, no hay ningún ganadero que cobre lo que se le paga a uno solo.

XL. ¿Cómo les ha afectado la prohibición de toros en Cataluña?
V.M.G. Nos ha afectado bastante a todos. Cataluña ha sido muy taurina toda la vida. En los años sesenta se mataban allí más toros que en toda España. La prohibición es algo artificial, algo político y contranatura con la tradición. Una parte de los políticos catalanes se han obsesionado con una postura independentista completamente forzada que les está haciendo mucho daño a ellos y a todos. Además, hay cosas que me molestan mucho: los toros se han prohibido en Cataluña con un presidente tremendamente taurino, Montilla. Muchos políticos de aquel tripartito eran aficionados e iban a las corridas.

XL. ¿Toca abrir el mercado en América?
V.M.G. Hace mucho tiempo que no se exportaban hasta allí animales de lidia, pero ya se están empezando a llevar. Antes iban en barco; ahora se llevan en avión.

XL. Parece un chiste, pero ¿cómo se meten seis toros de lidia en un avión?
V.M.G. Van en cajones grandes, individuales, en los que se mete al toro dentro cuando está en la finca. Y ya no se mueve al animal; se mueve el cajón.

XL. ¡Ya!, ¿y no llegan mareados?
V.M.G. No, qué va; igual que nosotros. En Venezuela hay una plaza que el año pasado ya importó toros españoles y hay alguna posibilidad de que este año vayamos nosotros, aunque todavía no está cerrado el tema. Nuestros toros nunca se han lidiado en América y la expectación es grande para todas las partes.

XL. Por cierto, ¿es verdad que usted quiso ser torero?
V.M.G. Sí, y a veces lo sigo haciendo. La época que viví preparándome para ser torero me marcó para el resto de mi vida, porque aprendí valores que me han servido mucho. En el mundo del toro se preservan valores que la sociedad ha perdido.

XL. Los toreros suelen ser muy religiosos y bastante conservadores. ¿Los ganaderos también?
V.M.G. Hay que reconocer que es un mundo muy conservador y una mayoría sigue siendo religiosa.

XL. ¿También rezan ustedes antes de una corrida?
V.M.G. ¡Pues sí! Y mi padre cuando empieza la corrida siempre se persigna para que todo salga bien. No llegamos al extremo de los toreros, porque tampoco tenemos el tiempo de intimidad que ellos tienen en el hotel, antes de ir a la plaza, que es de una soledad tremenda. Su refugio en esos momentos es la religión y la fe. Los ganaderos no tenemos esos instantes tan fuertes.

XL. ¿Qué dicen los toreros de sus toros?
V.M.G. Se atreven muchos, aunque normalmente a las figuritas del toreo no les gustan demasiado, les resultan incómodos. Pero Madrid, Sevilla o Bilbao no pueden estar sin victorinos, se necesitan.

XL. ¿Quién elige a quién?
V.M.G. En esta casa, nadie elige nada. Los empresarios y los toreros hacen los carteles. Y las figuras mandan. Nosotros solo nos dedicamos a criar toros. Como mucho, podemos orientar a los empresarios sobre qué toreros son los que están funcionando mejor con nuestros toros.

XL. ¿Son maniáticos los toreros?
V.M.G. ¡Mucho! Y las figuras son muy consentidas en todo: no matan más que unas ganaderías determinadas, siempre van con los mismos compañeros, escogen las fechas... ¡Se lo hemos consentido todo! Es como si una estrella del fútbol pudiera decidir que no juega contra un equipo porque no le va con su estilo de juego.

XL. A lo mejor es porque los matadores se juegan la vida...
V.M.G. Eso está claro, al final se enfrentan a un toro que los puede matar. Que no se me entienda mal, porque yo respeto mucho a los toreros y sé que ser figura es muy complicado, pero gozan de una serie de privilegios que les impiden dar todo lo que podrían; el propio torero se quita parte de su dimensión.

XL. ¿Nunca se han negado a que sus toros estén en un determinado cartel?
V.M.G. Hay un solo antecedente: en 2003, mi padre se negó a que una figura que quería torear sus toros en Madrid lo hiciera, y la figura no los mató. El empresario decía: «Esto no lo he visto en mi vida».

XL. ¿Se está refiriendo al Juli?
V.M.G. Sí, le hizo una pajarraca en Ávila y mi padre dijo: «Este ya no me mata una corrida más».

XL. ¿Qué es una pajarraca?
V.M.G. Actuó de una forma muy poco correcta en Ávila y mi padre se molestó y se plantó.

XL. ¿Y qué quiere decir con «poco correcta»?
V.M.G. No trató bien a los toros en el ruedo. Digamos que acabó con el toro antes de la cuenta y mi padre le puso cruz y raya.

Victorino, que para entrar en calor se ha acercado a la chimenea, escucha a su hijo hablar del Juli y se arranca:
V.M. Es que era...
V.M.G. ¡Cuidado que luego se publica todo! [le interrumpe el hijo a su padre]. Hay que ser diplomáticos...
V.M. Ni diplomáticos ni gaitas [insiste el ganadero]. A mí me van a hablar ahora de diplomacias a estas alturas. ¡Y que publique lo que quiera! Son unos golfos. A mi edad ya puedo decir lo que me dé la gana [enfadado], que tengo más premios que años.

XL. ¿Qué ha aprendido de su padre?
V.M.G. Ya ves que no se muerde la lengua [sonríe un poco preocupado]. Él habla poco, da pocos consejos. Pero el ejemplo que he visto en él es brutal y me ha enseñado a luchar por lo que uno tiene con integridad y a ver que no hay nada imposible, porque el trabajo es el fundamento de todo éxito.

PRIVADÍSIMO
-Nació en Galapagar (Madrid). El negocio de su familia se dividía entre el estanco-bar, que dirigían las mujeres, y la ganadería y lechería, que llevaban los hombres.

-Su padre murió fusilado en Paracuellos en 1936. Con diez años se convirtió en el hombre de la casa.
-Con 16 años se hizo cargo de la carnicería de su tío y abrió dos más. Comienzan sus tratos de ganado. Con parte de él organizan espectáculos.

-En 1960 adquiere el primer lote de la ganadería de los Escudero Calvo, que acaba comprando en su totalidad. En 1967 se lidia la primera corrida a nombre de Victorino Martín.

-Sus toros se caracterizan por ser bravísimos pero nobles. Hay figuras que no los torean, como José Tomás, pese a que este es sobrino nieto del ganadero.



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