Lamentable desastre ganadero:
 si no me falla la cuenta –cosa bien fácil, esta tarde– hemos visto once
 toros, de cinco ganaderías, en un festejo que ha rebasado las tres 
horas. La desesperante flojedad de los toros de Peñajara,
 la divisa titular, ha dado al traste con todo; solo se han lidiado dos,
 todos inválidos. El presidente ha negado una oreja a Eugenio de Mora, 
pese a la fuerte petición. Alberto Lamelas ha asustado al público con un
 valor auténtico. Víctor Puerto ha quedado inédito. Un público dominguero, bondadoso,
 ha aguantado todo sin la protesta que el desastre merecía y que, en 
otras circunstancias, sin duda se hubiera producido. Queda claro que los
 diestros de este cartel no han elegido ellos cuidadosamente las reses, 
como hacen las figuras. El fiasco ganadero resulta de verdad preocupante.
Devuelven el primero por inválido. El sobrero de El Cortijillo se rompe el pitón por la cepa. Corre el turno Víctor Puerto.
 El toro flaquea, en banderillas, y va al suelo en el primer muletazo. 
Con oficio, intenta mantenerlo en pie: no lo consigue. Mata rápido. En 
cuarto lugar sale un sobrero del Conde de la Maza cinqueño,
 serio, abierto de pitones: pega derrotes, embiste con la cara alta, le 
tropieza la muleta y Víctor abrevia. Un pinchazo hondo es suficiente 
para que se eche.
Escuela castellana
Como Víctor Puerto, Eugenio de Mora también abrió la Puerta Grande de Las Ventas, hace años. Devuelto el segundo, corre el turno.
 El toro cae antes de varas, echa las manos por delante. Lo recibe con 
verónicas de manos bajas, hace el poste con la muleta: el toro se 
derrumba varias veces. Mata a la tercera. Sale como quinto un sobrero de La Rosaleda
 que se mueve, resulta manejable. Eugenio aprovecha la ocasión: comienza
 con cuatro muletazos de rodillas, logra series aceptables por la 
derecha, con mando y temple,
 dentro de la llamada escuela castellana (Domingo Ortega y los Lozano 
son las referencias ideales); por la izquierda, el toro se queda más 
corto. Vuelve a la derecha, se pelea con él, consigue meter a la gente 
en la faena. Pincha antes de la estocada, le piden la oreja, no concedida, pero da la vuelta al ruedo.
Alberto Lamelastiene buenas maneras pero ha toreado muy poco. Ha de aferrarse a esta oportunidad como a un clavo ardiendo y lo hace con un valor que asusta al respetable. Se devuelve por flojo el tercero; también, el sobrero de Torrealba
 (se luce Florito al meterlo en los corrales, con torería). El nuevo 
sobrero, de Los Chospes, resulta manejable. Brilla con los palos Fernando Téllez. Aunque
 sopla un viento huracanado, Alberto no lo duda: le llama de largo, le 
baja la mano. No todos los naturales salen limpios pero sí son 
emocionantes. Unas temerarias bernadinas dan lugar al volteretón. Su actitud merece todo el respeto. 
El último, de la ganadería titular, es 
deslucidísimo: rebrincado, andarín, embiste a media altura, sin ninguna 
clase. El diestro lo intenta por los dos lados. Sin triunfo, se ha justificado plenamente: merece, sin duda, torear más. Igual que Eugenio de Mora, un diestro recuperable.



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