Hablemos de los toros de Garcigrande-Domingo Hernández, previstos para esta tarde. En el segundo reconocimiento, de catorce toros, se han rechazado nueve:
dos, «por falta de conformación»; dos, «por pitones escobillados»;
cuatro, «por falta de conformación zootécnica» (se entiende: trapío);
uno, «por cornicorto». Lo han podido leer los aficionados en el acta oficial, a la que deberían atender más los aficionados, que está expuesta a los dos lados de la Puerta del Príncipe.
¿Qué opina de todo esto el lector? Resulta que dos
de las ganaderías más importantes, más amplias y que son de las
preferidas por los «cinco magníficos», han sido incapaces de traer seis toros dignos de la Maestranza, a comienzo de temporada. Las preguntas se imponen: ¿no tienen esos toros o no los traen, en principio?
¿Quién los ha elegido, un veedor de la Empresa o el de alguno de los
toreros que, finalmente, no han venido? ¿No se preveía que no iban a ser
aprobados o los traían «por si cuelan»? ¿Eran estos toros los mismos que estaban reseñados, para algunas figuras,
o el ganadero ha mandado otros, al no venir esos diestros? Éste es el
rumor que está corriendo ahora por los mentideros sevillanos. Convendría
saberlo.
Los toros de Garcigrande, justos de fuerzas, se han movido, han dado un juego aceptable; podrían haber sido aprovechados mejor.
El primero, de Jandilla, espera en banderillas, flaquea pero se mueve, con casta. Poco a poco, El Cid
se va centrando. Alternan los momentos de clase con otros, de cierta
inseguridad. Por la izquierda no se confía y el presunto éxito se viene
abajo. Mata con facilidad.
El cuarto levanta largo rato al caballo: aguanta bien el picador Juan Bernal.
Pone en apuros a los banderilleros. El Cid hace el esfuerzo, se pelea
con él, la baja la mano, lo somete. Aunque el toro se raja a tablas, la
porfía tiene emoción. Suena la música por única vez en la tarde. Mata
bien: la petición es insuficiente pero da la vuelta al ruedo.
Luque sufre un puntazo
El segundo es noble, va largo pero tiene escasa fuerza. Saluda Abraham Neiro en banderillas, que clava con firmeza. David Luque muestra
sus cualidades en buenos muletazos, deslucidos porque el toro flaquea
varias veces. Cuidándolo, a media altura, logra los mejores momentos.
Muy en corto, consigue ligar. Al final, se cae en la cara del toro y
sufre un puntazo leve en la nalga. Mata regular. Ha estado bien pero... A la faena le ha faltado unidad.
El quinto empuja bien al
caballo, vuelve rápido. Cuando Luque le baja la mano, va al suelo. El
trasteo es aceptable pero no logra transmitir emoción. Mata sin
estrecharse.
Se recibe con simpatía al mexicano Arturo Saldívar, que ha hecho buena temporada en su tierra. En el tercero, encastado, se muestra tranquilo, valiente, aguanta tornillazos y parones pero también sufre desarmes y le tropieza las telas. Al final, le coge el aire en una serie limpia. Concluye con un arrimón.
En el último, con la tarde ya vencida, realiza un trasteo voluntarioso, con muchos muletazos que apenas dejan huella.
La afición no sale de la Plaza mesándose los cabellos de desesperación, como el día anterior, pero sí apagada, aburrida: calma chicha. Una tarde de toros tampoco debe ser eso.

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