El sabio de la Alameda
Apoderaron a Palomo, Espartaco y Rincón; fundaron Alcurrucén; y rigieron Quito y Bogotá y, por supuesto, Madrid
Ahora defienden Pontevedra, relanzan Albacete y reabren plazas como Toledo y Aranjuez cuando otros las cierran
José Luis Lozano, entre sus hermanos Eduardo (en primer plano) y
Pablo (al fondo) en el homenaje que recibieron por su labor como
empresarios durante tres lustros en Las Ventas.
ANTONIO HEREDIA
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ZABALA DE LA SERNA
Madrid
Como el taurino total, calificó Benlloch a José Luis Lozano. O el más importante de la historia con permiso de Domingo Dominguín. Lo aprovechó la Tauromaquia como lo podía haber exprimido la alta política o la diplomacia internacional. A su cráneo privilegiado, su elefantiásica memoria y su seductora oratoria se le sumó con los años y por el maldito fumeque la voz de Marlon Brando en El Padrino. Y ahora en su retiro, sólo espiritual, en los Montes de Toledo, pasa el escalafón entero de taurinos, como si fuera el besamanos del anillo, simplemente a escuchar consejo o viejos cuentos de tiempos dorados.
En José Luis confluyen la santísima trinidad de los hermanos Lozano -Pablo y Eduardo, y el verso suelto de Manolo -y los tres caudalosos ríos que desembocan en el mar organizativo del toreo: apoderado, ganadero y empresario. La inteligencia superlativa en cada faceta. Incluso para saberse ir (a tiempo) de la ilusión por ser torero, la etapa primigenia de todo lo posterior. No pasó nada en su presentación de novillero en Madrid y la clarividencia despejó el camino como la vara de Moisés el Mar Rojo. El sueño de la tierra prometida sólo lo alcanzó Pablo, Don Pablo en senectud, La Muleta de Castilla en juventud.
Manuel Benítez, Palomo Linares, Curro, Manzanares, Espartaco o Rincón encontraron en sus manos el timonel de sus carreras; la sangre Núñez se perpetuó en su ganadería de Alcurrucén con una longevidad ya superior a la época en que el fundador, Carlos Núñez, dirigió su codiciado hierro; y Madrid coronó con tres lustros en Las Ventas una carrera de fondo empresarial que en el exilio americano se forjó.
¡América! "En España empresarialmente no nos dejaban crecer", recuerda siempre el Sabio de la Alameda de la Sagra, la cuna toledana de la saga. Atrás quedaba el invento de La Oportunidad de maletillas que en los 60 se dio cita en Vista Alegre y que alumbró a Palomo. Esperaban Bogotá, Cartagena, Medellín, Maracaibo, Quito... Lindo Quito de mi vida, como reza su himno. Los Lozano montaron la revolución ecuatoriana para hacer de la plaza de Iñaquito, propiedad de Luis Miguel, el epicentro hispanoamericano.
Consiguieron la apertura de fronteras para las ganaderías españolas y regeneraron la bravura en la tierra del General Durán Arcentales, el presidente que hacía pasar a José Luis por delante de ministros para hablar de la temporada española. No había cuotas de toreros indígenas ni locales. Todas las figuras españolas se citaban allá en carteles propios de San Isidro. La Feria de Jesús del Gran Poder, hoy clausurada por el nepotismo de Correa, adquirió durante 15 años dimensiones impensables. Una fuerza gravitatoria que atraía a aficionados de Perú, Venezuela, Colombia, México... Al general le encantaba colaborar en las labores de desembarque y enchiqueramiento de los toros sin ser reconocido. Y se camuflaba con prendas diversas. Una puerta mal movida casi provoca una catástrofe. Domingo Peinado, hombre de los Domínguín heredado por los Lozano, se arrancó para el general Arcentales al grito de "¡espantajo, qué demonios haces!". Corrieron los hermanos toledanos a sujetar a Domingo desbocado con el escalofrío en el cuerpo: "¡Calla, por Dios, que es el general!".
La Santamaría de Bogotá albergó temporadones bajo el mandato lozanista. Hasta 28 novilladas programaban entre 17 corridas estelares. Finales de los 70, años de plomo en Colombia. En el sindicato de toreros había infiltrados de la FARC. El Coleta entre ellos. José Luis despachaba a diario con el tipo en el hotel Tequendama con la mayor tranquilidad. Por las noches un sobre anónimo con amenazas de muerte se filtraba por debajo de la puerta de su habitación. Desesperaba el menor de los Lozano, y hablaba con el equipo de seguridad de recepción, que no encontraba respuestas ni veía a nadie sospechoso. A El Coleta lo detuvieron con los años implicado en el asesinato del ministro de Justicia Bonilla en 1984 por las huestes de Pablo Escobar, y le aplicaron la ley de fugas...
Sonó la hora de regresar a España. La máxima de saberse ir siempre presente. El gran Manolo Chopera ya no regiría Las Ventas en el 90 tras levantarla a pulso hasta los 18.000 abonados, y los Lozano aterrizaron como una maquinaria perfectamente engrasada. Todos los récords se batieron: la asistencia por temporada se disparó desde los casi 800.000 espectadores del 89 hasta el 1.500.000 asistentes, organizaron más de 1.300 espectáculos (marca histórica de la Monumental), los ingresos se multiplicaron, explotaron los grandiosos años 90, inventaron la retransmisión íntegra de San Isidro por Canal Plus, y ahí siguen, el Santo y el Plus, de la mano. Ahora defienden Pontevedra, la última perla taurina de Galicia, han relanzado Albacete y reabren plazas, como Aranjuez y Toledo, cuando otros las cierran.
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