Fiasco total
Infumable encierro de Adolfo Martín en el que ni Urdiales ni Escribano ni Aguilar sacan en claro nada
E. NARANJO, Pamplona
No se trata de cargar las tintas contra el ganadero después del festejo de esta tarde, pero la corrida de Adolfo Martín ha sido infumable. Vacía de contenido por su preocupante falta de raza y casta: mala hasta más no poder. Embestidas insulsas y sin "aparente peligro". No fueron los Albaserradas que buscaban los tobillos, aunque primero y segundo sí. Los demás inservibles. La presentación acorde a Pamplona, posiblemente el bueno de Adolfo se habrá convencido que con las caras amplias no vale. Las hechuras también cuentan y es que el dicho entre ganaderos es bien claro "las hechuras están unidas a la bravura". Un toro destartalado es muy difícil que meta la cara y hoy se ha vuelto a demostrar desgraciadamente. Con esto, los toreros sólo pudieron tirar de oficio y pundonor. La decepción se marcaba en sus afligidos rostros. Seis silencios como catedrales y eso que en Pamplona el silencio es prácticamente imposible.
El primero, "Peluquero", salió muy suelto de salida y no se enceló en el capote del riojano Diego Urdiales. Se arrancó con brío al caballlo en la primera puya, en una bella estampa. Esperó en banderillas y protagonizó un deslucido segundo tercio. Una embestida muy deslucida mostró al principio de la faena, la cual brindó al público. Lo desarmó por el pitón izquierdo, por el que iba corto, y su bruta condición derivó en una cierta peligrosidad que hacía difícil plantarle cara. Ha sido un toro con una embestida violenta que no le puso las cosas fáciles a Diego Urdiales y que se puso difícil en la suerte suprema. Hasta en cuatro ocasiones entró a matar Diego Urdiales, que perdió seguridad y dejando en la última de ellas un pinchazo hondo. Leves pitos se llevó el de Arnedo en el abreplaza. El cuarto llegó dormido al último tercio: antes no había dicho nada. No empujó nunca hacía adelante y todas sus embestidas fueron anodinas y a media altura. Diego intentó dar expresión a sus muletazos en un oasis en el desierto de la bravura. El Adolfo tomaba uno regular, dos mal y si acaso, uno bien. Su labor fue la de mayor consistencia artística con tan sólo una tanda de sabor. Andarín, gazapón, sin humillar jamás y literalmente vacío de casta. Desentendido de todo, Urdiales también tiró de oficio y voluntad en la suerte suprema.
El segundo lo recibió a portagayola Manuel Escribano como es habitual en él. Instrumentó un fallido afarolado de rodillas y vivió momentos de apuros. Batallador en banderillas, variado y efectivo, recibió bien en el caballo pero se lo guardó todo. El presagio era nefasto y complicado, cumpliendo el guión después de lo visto. Brindó su faena a Manolo Cortés. El de Adolfo, un regalito en toda regla, se mostró reservón y midiendo al sevillano en todo momento. Para colmo, luciendo dos perchas veletas muy amplias. Manuel comenzó con el pase de las flores pero pronto sacó el toro lo que tenía dentro. Se revolvía sobre sus pies sabiendo lo que allí había, buscaba con descaro y Escribano tiraba de oficio. Se puso en el sitio pero fue imposible confiarse ante semejante ejemplar. Se estiró a la verónica y al salir de la primera saltó al callejón como un atleta el quinto. Al menos éste humillaba pero estaba justito de fuerzas y el de Gerena lo dosificó tanto que casi no le pega nada. Era un toro de Tremenda cara el quinto, cornipaso y muy amplio de sienes. Nuevamente el tercio de banderillas fue lo más relevante artísticamente antes de brinar al respetable.
Manuel se puso en el sitio, le tragó todo y más pero tras presagiar algo todo se esfumó. Otro que era de desolladero pronto pero Escribano estuvo porfión a más no poder. Esfuerzo en vano ante otro morucho de carrera.
Aguilar recibió al tercero con lances a la verónica y alguno destacó por su expresión. Toro impresionante y de igual morfología que sus hermanos anteriores. En varas empujó abajo en sus primera entrada, la segunda protestó y salió pronto. Aguilar tuvo en frente un astado de media arranca, de escaso recorrido y sin entrega alguna. El de Martin, soltaba la cara por su falta clase y encima la raza justa. Alberto lo intentó y se justificó como sus compañeros de cartel. Faena de técnica y oficio pero no para lucirse porque era imposible sino para no ser volteado. Meritoria labor ante un deslucido de malas intenciones. Hasta ese momento, ecuador del festejo, una tarde sin historia y de muy malos toros por ideas e intenciones. A las alturas del sexto los ánimos estaban por los suelos. Pesaba mucho la corrida sin nada para el recuerdo y con ganas de finalizar cuanto antes. La anécdota la pusieron las Peñas solicitando con pitos la brevedad a Aguilar. El rostro de Alberto era el semblante de la derrota. Conocedor de la imposibilidad de ahormar faena. Otra vez y van seis, el oficio como mayor valedor de su actuación. El toro un desecho de bravura y raza que deambulaba por el ruedo para vergüenza de su criador.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Pamplona. Penúltima de la Feria del Toro. Lleno en tarde soleada pero agradable.
Seis toros de Adolfo Martín, bien presentados. Faltos de raza, sin trasnmisión, desclasados.
Diego Urdiales (turquesa y oro), leves pitos y silencio.
Manuel Escribano (marino y oro), silencio y silencio.
Alberto Aguilar (blanco y plata), silencio y silencio.
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