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miércoles, 30 de julio de 2014

Las verdades de Joselito, el torero de verbo libre

El toreo clásico nunca pasa de moda. Y José Miguel Arroyo es un clásico. Aún se habla de su torería. Y de su verbo libre, como en su exitoso libro «Joselito el verdadero». En ABC.es recopilamos algunas de sus historias y perlas, sentencias de ayer y hoy:

-MARTÍN ARRANZ: «Ha sido mi espejo. Tiene fama de duro y de agrio en el mundo del toro, pero es la persona más sencilla y honesta que he conocido en mi vida, un hombre bueno que tenía que ponerse la careta de malo para que no se lo comieran los tiburones del mundo del toro. Él es mi verdadero padre, aunque no tenga sus genes ni nos unan siquiera unos lazos de sangre que, en el fondo, nada significan».

-DISCIPLINA MILITAR: «Nos levantábamos a las seis o siete de la mañana, fuera verano o invierno, como en un cuartel. Y no había manera de escaquearse, porque Enrique siempre nos controlaba. Por eso le llamábamos el sheriff, o el massa, como el jefe de los esclavos de Raíces, la serie de Kunta Kinte. Y si nos pillaba en algunas nos montaba unas broncas terribles. Le teníamos más miedo que a un nublao».

-EL CONSEJO DEL PADRE Y APODERADO: «Si estás con alguien más importante que tú, sé tú mismo. Pero si es menos, sé tú también. Ni con aquel te aflijas ni con este te crezcas. En los triunfos, no estires el cuello, pero tampoco te hundas en los fracasos. Ve siempre con la cabeza alta, pero sin arrogancia. Nunca te creas más ni menos de lo que eres».

-RESPETO: «Yo no concebía siquiera que un torero se bajara del coche de cuadrillas y entrara en la plaza sin llevar en las manos la montera y el capote de paseo, que fuera pegando abrazos y recibiendo collejas de la gente, que anduviera en la plaza como un gañán Algunos parecían cualquier cosa menos lo que tenían que ser».

-ESTRATEGIA: «Cuando te prodigas tanto pierdes frescura y capaciad de sorpresa, tú mismo te infravaloras. No puedes crear algo nuevo toreando sin descanso un día tras otro. Esa dinámica acaba contigo en muy poco tiempo, y yo me planteé mi paso por el toreo como una carrera de fondo, no como un sprint de cuatro o cinco años arrasando con la pasta... y con la salud. Por eso tampoco quería dejarme televisar en exceso, ñpor mantener fresca mi imagen y mi cotización de cara a los públicos y a las empresas. Un artista debe cuidar sus apariciones e intenar que la gente se quede con ganas de volver a verle. Nunca puedes ser previsible. Lo importante del toreo siempre ha sido dejar huella».

-SUS PRIMEROS BOTINES: «Desde que entré en la Escuela, cuando venía del metro camino de casa siempre me paraban las lumis a la puerta de los bares de alterne, si es que no me asomaba yo para ver si estaba mi padre dentro, y me invitaban a un refresco para que les contara mis aventuras de torero. Entre algunas de ellas y el dueño del bar La Pista acabaron juntando el dinero para los botines, los más baratos que había en Los Guerrilleros de Tirso de Molina».

-MUJERES: «De mujeres, a estas alturas, no es que hubiera poco, es que no había nada. Estaba metido en el campo, obsesionado con los toros, monotemático. No me comía una rosca ni en América, dondeo todo el mundo se despendolaba menos yo, que al revés de los demás me entrenaba allí como una bestia, para flagelarme y no despistarme. Y eso que tuvo muchas proposiciones y oportunidades...»

-BAUTISMO DE SANGRE: «Por fin había llegado la cornada que estaba esperando y no me había venido abajo. Otro reto superado (...) El torero ha de compaginar la sensibilidad de un artista para expresarse y el valor de un guerrero para superar el valor y el miedo. Hay que poder conjugar ambas caras del toreo, que no es algo de gatas sino de tigres».

-NATURAL: «Creo que he sido transparente en el ruedo. Ni mejor ni peor que nadie, pero sí puro y cristalino. Cuando me encontraba bien, era un tío pletórico delante del toro, pero de repente cambiaban las tornas de mi cabeza y ya no podía con mi losa. Cualquier detalle de fuera de la plaza me afectaba dentro».
-CRUDA SINCERIDAD: «De no haber peleado por ser torero, a estas alturas estaría en la cárcel o me habría muerto de sobredosis».

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