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miércoles, 16 de julio de 2014

Posada de Maravillas: «Madrid se quedó sin verme torear»






Torero de dinastía, Posada de Maravillas sigue la estela de su abuelo Juan, su tío Antonio y su hermano, actual matador, Ambel Posada. El novillero pacense irrumpió la primavera pasada con abrumadora efervescencia en el escalafón de novilleros con el sonado indulto a un novillo de El Freixo, propiedad de El Juli. Este año apostó fuerte en su debut en Madrid, dos tardes en San Isidro, pero salió cruz. Un infortunio que se agravó aún más hace unos días en Pamplona. Dos tendones de la mano y el nervio cubital partidos, tan resquebrajados como su temporada. De cuatro a seis meses de baja y un frenazo en seco para ese brillante porvenir por escribir.

-Lo primero de todo, ¿cómo va esa mano?
-Durante el día, me defiendo. El dolor es soportable. Pero, por las noches, tengo muchos dolores y no descanso nada. Estoy muy cansado, con sueño atrasado y me está pasando factura, aunque luego durante el día esté pudiendo descansar y recuperar un poco de lo que pierdo con las noches.

-En las imágenes se le ve muy asustado después de cortarse al entrara matar.
-Muchísimo. Pensé que me moría de los dolores y viendo la manera tan aparatosa de sangrar del brazo, que lo notaba ardiendo. Me quemaba por dentro. De hecho, de camino a la enfermería me acabé desmayando. Luego, allí, cuando recuperé el sentido, vino lo más preocupante...

-¿Por qué?
-No tenía control alguno sobre la extremidad. Ni podía mover los dedos, ni tenía sensibilidad en todo el brazo. Fue una de las peores sensaciones de mi vida. El doctor me pinchaba con la aguja para probar si notaba algo y no sentía absolutamente nada. En ocasiones, hasta le mentía y decía que sí, porque quería salir a matar mi otro novillo, pero era fruto del desconocimiento de lo que tenía.

-Su apoderado, Luis Álvarez, afirmó hace un par de días que, conociéndole, no estará seis meses alejado de los ruedos.
-Luis me conoce bien, sabe que soy muy inquieto, que tengo mucha vitalidad y que no paro. La idea es reducir ese tiempo, confío mucho en mi cuerpo, en la preparación y en que soy un chaval muy sano, ojalá pueda acortar los plazos y volver dentro de tres o cuatro meses, porque tengo muchas ganas de volver cuanto antes, pero es una zona muy dolorosa: debo ser cauto.

-Luce una escayola, ¿hasta cuándo la tiene que llevar?
-Me la van cambiando cada pocos días. Tengo que seguir con ella hasta la primera semana de agosto, a partir de ahí, si todo va bien, empezaremos con la rehabilitación trabajando con los fisios y esperemos que, a partir de ese momento, podamos robar algo de tiempo a lo que han pronosticado los médicos.

-La lesión frenó una buena faena, que le hacía mucha falta. Era puro bálsamo.
-Sí, buscaba ese aldabonazo, tuve la actitud que quiero ver en mí, porque en Sevilla no pasó nada y en Madrid, tampoco. Necesitaba una faena así para dar ese salto de fe, para seguir creyendo en mí. Toreé bien con el capote, pero, sobre todo, disfruté muchísimo con la muleta en la mano izquierda. En esos naturales, la gente se entregó conmigo y la plaza de Pamplona rugió una barbaridad. Es pronto para saberlo, pero si al final no puedo reaparecer este año, esas tandas con la zurda será lo que me lleve de esta temporada. Mi mejor momento.

-Apostó fuerte en San Isidro, dos tardes, y salió cruz. ¿Qué sucedió?
-Que en efecto no pasó absolutamente nada. Los grandes toreros o los que quieren serlo siempre han realizado grandes apuestas. Salió cruz, sí, no saltó ese toro que embistiera y me dejara expresarme. Sólo dejé una dimensión un poco mejor con el capote, pero ni se acerca claro a lo que esperaba, así que sólo queda seguir entrenando para ir más preparado.

-¿Se arrepiente de haber lanzado la moneda al aire?
-En absoluto, eso nunca. Surgió esta opción, Luis lo planteó, la empresa aceptó y con todas las consecuencias para delante. Había que hacerlo. Mira, como me suele decir mi apoderado, Dios escribe el toreo, como la vida, con renglones torcidos. Todo llega a su tiempo. Lo que me pesa y me da rabia es que Madrid, tanto para bien como si hubiera sido para mal, no me vio. Se fue sin saber cómo toreo.

-Vamos que entona el mea culpa con todas las de la ley.
-Por supuesto, soy exigente conmigo mismo y no siempre hay que echar la culpa de todo a los animales. Los novillos no colaboraron, pero yo tampoco estuve como esperaba estar. Es normal que tenga fallos, porque estoy en una fase de aprendizaje y llevo apenas tres o cuatro años en la profesión, pero lo importante es saber asumirlos y reconocerlos.

-¿Cuál cree que fue su talón de Aquiles?
-La primera tarde me impresionó el escenario, el público. Pensaba que eso no me sucedería, pero creo que me pasó factura. Nunca pensé que fuera a pasarme, pero sucedió y no me gustó nada. Luego, la segunda tarde ya me vi más suelto y tranquilo. Estuve más cómodo y al menos mi disposición la vieron, aunque los novillos no acompañaran.

-Es torero de dinastía, ¿pesa el apellido Posada?
-Desde el mismo momento en el que decido poner «Posada» en los carteles, asumo que me puede pasar factura... Los antepasados de mi familia lo harían mejor o peor, pero no me gustaría que me comparen ni me miden en función de lo mucho o poco que lograron ellos. Tanto mi tío Antonio como mi hermano Ambel Posada son mis referentes y, aunque trato de tener mi sello propio, me fijo mucho en lo que me dicen.

-Con este contratiempo... De alternativa, ni hablamos, ¿no?
-Estaba decidido a tomarla ya este año, en el tramo final de temporada. Era la idea, pero ahora no lo veo tan claro. Cuando vuelva habrá que tomar una decisión, pero a lo mejor compensa más aguantar unos meses más e iniciar el 2015 todavía como novillero. Veremos...

-¿Un padrino?
-Hombre, si pudiera elegir... Me encantaría que fuera el maestro Juli. El tiempo ha unido mucho mi carrera con El Juli, porque he pasado mucho tiempo en su casa y allí me he ido haciendo. Mi primer becerro lo lidié en su casa y, luego, el novillero que indulté en mi debut con picadores en Olivenza también era de El Freixo, de su ganadería. Además del pedazo de figura que es y de la admiración que le tengo, nos une una estrecha amistad


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