-Lo primero de todo,
¿cómo va esa mano?
-Durante el día, me
defiendo. El dolor es soportable. Pero, por las noches, tengo muchos dolores y
no descanso nada. Estoy muy cansado, con sueño atrasado y me está pasando
factura, aunque luego durante el día esté pudiendo descansar y recuperar un
poco de lo que pierdo con las noches.
-En las imágenes se le
ve muy asustado después de cortarse al entrara matar.
-Muchísimo. Pensé que me
moría de los dolores y viendo la manera tan aparatosa de sangrar del brazo, que
lo notaba ardiendo. Me quemaba por dentro. De hecho, de camino a la enfermería
me acabé desmayando. Luego, allí, cuando recuperé el sentido, vino lo más
preocupante...
-¿Por qué?
-No tenía control alguno
sobre la extremidad. Ni podía mover los dedos, ni tenía sensibilidad en todo el
brazo. Fue una de las peores sensaciones de mi vida. El doctor me pinchaba con
la aguja para probar si notaba algo y no sentía absolutamente nada. En
ocasiones, hasta le mentía y decía que sí, porque quería salir a matar mi otro
novillo, pero era fruto del desconocimiento de lo que tenía.
-Su apoderado, Luis
Álvarez, afirmó hace un par de días que, conociéndole, no estará seis meses
alejado de los ruedos.
-Luis me conoce bien,
sabe que soy muy inquieto, que tengo mucha vitalidad y que no paro. La idea es
reducir ese tiempo, confío mucho en mi cuerpo, en la preparación y en que soy
un chaval muy sano, ojalá pueda acortar los plazos y volver dentro de tres o
cuatro meses, porque tengo muchas ganas de volver cuanto antes, pero es una
zona muy dolorosa: debo ser cauto.
-Luce una escayola,
¿hasta cuándo la tiene que llevar?
-Me la van cambiando cada
pocos días. Tengo que seguir con ella hasta la primera semana de agosto, a
partir de ahí, si todo va bien, empezaremos con la rehabilitación trabajando
con los fisios y esperemos que, a partir de ese momento, podamos robar algo de
tiempo a lo que han pronosticado los médicos.
-La lesión frenó una
buena faena, que le hacía mucha falta. Era puro bálsamo.
-Sí, buscaba ese
aldabonazo, tuve la actitud que quiero ver en mí, porque en Sevilla no pasó
nada y en Madrid, tampoco. Necesitaba una faena así para dar ese salto de fe,
para seguir creyendo en mí. Toreé bien con el capote, pero, sobre todo,
disfruté muchísimo con la muleta en la mano izquierda. En esos naturales, la
gente se entregó conmigo y la plaza de Pamplona rugió una barbaridad. Es pronto
para saberlo, pero si al final no puedo reaparecer este año, esas tandas con la
zurda será lo que me lleve de esta temporada. Mi mejor momento.
-Apostó fuerte en San
Isidro, dos tardes, y salió cruz. ¿Qué sucedió?
-Que en efecto no pasó
absolutamente nada. Los grandes toreros o los que quieren serlo siempre han
realizado grandes apuestas. Salió cruz, sí, no saltó ese toro que embistiera y
me dejara expresarme. Sólo dejé una dimensión un poco mejor con el capote, pero
ni se acerca claro a lo que esperaba, así que sólo queda seguir entrenando para
ir más preparado.
-¿Se arrepiente de
haber lanzado la moneda al aire?
-En absoluto, eso nunca.
Surgió esta opción, Luis lo planteó, la empresa aceptó y con todas las
consecuencias para delante. Había que hacerlo. Mira, como me suele decir mi
apoderado, Dios escribe el toreo, como la vida, con renglones torcidos. Todo
llega a su tiempo. Lo que me pesa y me da rabia es que Madrid, tanto para bien
como si hubiera sido para mal, no me vio. Se fue sin saber cómo toreo.
-Vamos que entona el
mea culpa con todas las de la ley.
-Por supuesto, soy
exigente conmigo mismo y no siempre hay que echar la culpa de todo a los
animales. Los novillos no colaboraron, pero yo tampoco estuve como esperaba
estar. Es normal que tenga fallos, porque estoy en una fase de aprendizaje y
llevo apenas tres o cuatro años en la profesión, pero lo importante es saber
asumirlos y reconocerlos.
-¿Cuál cree que fue su
talón de Aquiles?
-La primera tarde me
impresionó el escenario, el público. Pensaba que eso no me sucedería, pero creo
que me pasó factura. Nunca pensé que fuera a pasarme, pero sucedió y no me
gustó nada. Luego, la segunda tarde ya me vi más suelto y tranquilo. Estuve más
cómodo y al menos mi disposición la vieron, aunque los novillos no acompañaran.
-Es torero de
dinastía, ¿pesa el apellido Posada?
-Desde
el mismo momento en el que decido poner «Posada» en los carteles, asumo que me
puede pasar factura... Los antepasados de mi familia lo harían mejor o peor,
pero no me gustaría que me comparen ni me miden en función de lo mucho o poco
que lograron ellos. Tanto mi tío Antonio como mi hermano Ambel Posada son mis
referentes y, aunque trato de tener mi sello propio, me fijo mucho en lo que me
dicen.
-Con este
contratiempo... De alternativa, ni hablamos, ¿no?
-Estaba
decidido a tomarla ya este año, en el tramo final de temporada. Era la idea,
pero ahora no lo veo tan claro. Cuando vuelva habrá que tomar una decisión,
pero a lo mejor compensa más aguantar unos meses más e iniciar el 2015 todavía
como novillero. Veremos...
-¿Un padrino?
-Hombre,
si pudiera elegir... Me encantaría que fuera el maestro Juli. El tiempo ha
unido mucho mi carrera con El Juli, porque he pasado mucho tiempo en su casa y
allí me he ido haciendo. Mi primer becerro lo lidié en su casa y, luego, el
novillero que indulté en mi debut con picadores en Olivenza también era de El
Freixo, de su ganadería. Además del pedazo de figura que es y de la admiración
que le tengo, nos une una estrecha amistad
No hay comentarios:
Publicar un comentario