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domingo, 10 de agosto de 2014

Manzanares corta tres orejas en la tarde de los pitones rotos


Da gusto ver una plaza como la de El Puerto de Santa María llena. Entradón para un cartel de mucha expectación. Lo malo de estas cosas es que, siempre, hay que contar con el toro y cuando este no aparece o lo hace a medio gas, todo se va al garete. Los de Zalduendo adolecieron de fuerzas, no se emplearon y mansearon. Así no puede ser… Y para colmo hasta tres toros, tres, que se escribe pronto, se partieron un pitón por la cepa. Y los tres de Morante. Increíble. 

Finito es torero de clase y tiene mucha torería en su capote y su muleta. Su primero fue noble pero le fallaron las fuerzas. Aún así, el de Córdoba veroniqueó con gusto y dejó su empaque en la muleta. Una faena sin la ligazón necesaria para romper del todo pero con enjundia en muchas fases, sobre todo al natural. Se le veía a gusto al torero, relajado y queriendo hacer las cosas. No fue lo mismo ante el cuarto, un toro mucho más apagado.

Mala suerte de Morante. El titular de Zalduendo se partió un pitón por la cepa nada más salir y chocar contra el burladero. Pero es que el sobrero, cuando el de La Puebla iba a brindar, fue hacia el burladero de nuevo y se partió el pitón izquierdo totalmente. Antes habíamos visto las verónicas de José Antonio dibujar el albero portuense y un quite por chicuelinas de los que se quedan en la retina. Pero luego pasó lo que pasó.

El quinto se partió también el pitón al entrar en el caballo. ¡Inaudito! Morante tiene un gafe en su entorno. Seguro. El segundo sobrero provocó la mofa del respetable. El sevillano lo intentó pero enseguida, viendo el material, tiró por la calle del medio. 

El primero de Manzanares manseó. Dos primeras tandas demasiado ligeras, despegado y vaciando las embestidas hacia afuera. Pero ligó y compuso la figura, primordial para que el público le jalease. Cortó una oreja. 

Con la tarde cuesta abajo y sin frenos, Manzanares quiso levantarla en el sexto. Echó el freno de mano el de Zalduendo de salida y vimos a un torero lidiando y bregando. Se movía en la muleta y, sin ser un dechado de nobleza, se deplazó y permitió al alicantino torear ligando los muletazos. Eso sí, algo rápidos. Pero fue faena que llegó a los tendidos, yendo a más, sobre todo al natural, para dejar contentos a todos. O a casi todos. Y cortar dos orejas en medio del clamor.

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