Luis Miguel Encabo, en su último paseíllo en Las Ventas, en
2011 Jesús G. Feria
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Un nuevo amanecer. Tres años en penumbra. En esa lucha interior de la que sólo sale ungido uno mismo. La propia confianza como bálsamo, como clavo ardiendo al que aferrarse. Más de mil días en la encrucijada ha tenido que esperar Luis Miguel Encabo para atisbar de nuevo ese rayo de luz. La preciosa Azpeitia le enseñó de nuevo el brillo del traje de luces. Un paseíllo en agosto. Otro más para el domingo en Las Ventas y un torero de Madrid, que sueña con reverdecer laureles marchitos, aunque la manera de encarar el paseíllo sea distinta. «Lo afronto de otra manera, no oculto que no llevo ese agobio y esa necesidad vital de cortar orejas para seguir en las ferias, creo que puede jugar a mi favor, porque voy mucho más tranquilo y estoy disfrutando una barbaridad de las semanas previas, porque, aunque el cosquilleo de estar anunciado en Las Ventas nunca se desvanece, sólo me exijo salir de la plaza con la convicción del deber cumplido y llegar al hotel después de haberlo dado todo», reflexiona el alcalaíno en el penúltimo tentadero antes del gran día.
«No es que haya perdido la ambición, Madrid es muy muy ilusionante y voy con todas las ganas del mundo de estar cómo esa plaza y esa afición se merecen, por todo lo que me han dado en mi carrera», advierte con «la experiencia que dan 18 años de alternativa y más de 50 tardes» en La Meca del toreo.
«Todos queremos ir a Madrid, cada vez que llego a ese patio de caballos me siento agradecido y me acuerdo de todos esos compañeros que pagarían por estar en mi lugar y no tienen esa suerte, da igual que sea en agosto, en Otoño o mayo, el aficionado de Madrid nunca falla, te va a ver, igual que se recorre media España por ver una tarde de toros», aplaude antes de centrarse en el «7». Un tendido que «como dijo Sabina, ''si no existiera, habría que inventarlo''».
A estas alturas, y a pesar de la escasez de contratos,
el madrileño es «feliz en el ruedo». «Por circunstancias han venido mal dadas y
no he tenido tantas opciones de torear como antes, pero no guardo rencor a
nadie ni quiero caer en lo trascendental, ahora sólo me planteo esa
satisfacción personal y disfrutar, no pido nada más ni al domingo ni al resto
de mi carrera». A Encabo le queda cuerda para rato. «Nunca pensé en la retirada
como salida o solución, seré torero hasta que me deje el alma, mientras sea
capaz de ofrecer torería y muletazos buenos que animen al público a seguir
acudiendo la siguiente tarde de nuevo hasta la plaza para verme torear»,
confiesa con la «afición intacta».
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