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domingo, 7 de septiembre de 2014

Morante con gusto y Juli con batalla

Salen en hombros con un Perera que sólo pudo cortar una oreja

EMILIO TRIGO, Ronda (Málaga)
Llegó la hora de Ronda y de la goyesca más tradicional de cuantas existen en el planeta toro. Seis décadas de figuras pisando el albero de la Maestranza rondeña desembocaban hoy en un paseíllo integrado por Morante de la Puebla, Julián López El Juli y Miguel Ángel Perera, preparados los tres para lidiar un encierro de Zalduendo que, a la postre, nunca llegó a romper, a pesar de estar bien presentado. Morante soltó las perlas en el cuarto y fue el único que desorejó a un toro. El Juli planteó batalla y ganó guerra con dos toros que le pusieron muchas dificultades. Perera, or su parte, de no fallar con los aceros, también hubiese salido en hombros. Dejó los destellos de su gran momento y todo ante un lote, igual que la corrida, sin romper del todo. El presidente, cierto es, estuvo cicatero con el extremeño.

Pudo estirarse Morante a la verónica con el primer Zalduendo, de buena condición en los embroques, pero cogido con alfileres en la fuerza, a pesar de la buena lidia de José Antonio Carretero. Intentó Morante ofrecerle trapo, pero la falta de raza y de espíritu hicieron protestar al animal, remiso a la embestida, por lo que abrevió el sevillano para escuchar silencio.
  
Vibrante y de gran torería fue el saludo de Morante al cuarto, con verónicas de mentón en el pecho, ralentí en los vuelos y una tijerilla para abrochar. Y gran conexión con el tendido tuvo el quite por chicuelinas, con la personalidad de un torero que parece amalgamado a su capote. Pero fue mucho más en la muleta, con el pecho por delante y la mano viajando al ralentí delante del morro, consintiendo, convenciendo y queriéndose morir para pegar el natural de su vida. No fue la técnica ni el oficio, sino el alma de Morante la que salió a relucir en Ronda, donde se vió, además, el espadazo de su vida para cortar las dos orejas.

Le faltó celo al segundo en el capote de El Juli, que sí pudo, sin embargo, ofrecer un vibrante quite por chicuelinas esperando mucho la llegada dormida del animal y consintiendo para lograr la embestida deseada. Al público brindó Julián para quedarse al cambiado, que varió después con un inicio de más empuje. No tardó en exigir al comprobar el fondo del animal, que se fue hacia adelante con boyantía. Fue de mano baja, muy baja el trasteo, de poder y mando en el aplomo tremendo de las zapatillas en la arena a la cara suelta y sucia del animal del tercer muletazo hacia adelante. Fue una batalla campal entre el madrileño y el Zalduendo, uno imponiendo y el otro no poniendo fácil el resultado. Se tiró a matarlo Juli, pero se le fue defectuosa la espada y todo quedó sin premio.

Otra pelea fue la de El Juli con el quinto, que nunca vino metido en la muleta, le echó la cara arriba y le protestó constantemente. Toro de pasar un trago y al que se impuso el madrileño a base de valor y de exposición inmensa para terminar conquistando el terreno y la voluntad del animal. Siempre en el sitio, siempre enrazado y siempre sin escatimar esfuerzos ante la aspereza geniuda del Zalduendo. Sometió, se impuso y gobernó en la guerra para terminar

A pies juntos saludó al tercero Miguel Ángel Perera, llevando muy despacio la embestida, enganchando con los vuelos y ofreciendo la salida con suavidad y torería. Buen galope y cierta clase mostró el animal en los primeros tercios. Por tafalleras y saltilleras fue el quite de Perera, que varió con una cordobina y una larga torerísimas. Le ofreció distancia al animal desde el inicio Miguel, aprovechándole inercias y convenciendo para acabar los trazos con mucha suavidad. Poco a poco fue moldeando la sosa embestida el extremeño, muñequeando magníficamente sin un solo enganchón, sin dejarlo pensar. Pero se vino a menos el animal por la falta de celo, aunque no la decisión de Perera, que se atornilló al suelo para hacer bailar al de Zalduendo a su alrededor sin mover los talones. Muy sinceras las manoletinas finales, de exposición y ajuste.
Fue la de Perera al sexto un trasteo de torero en sazón que lo ve claro para tirar de un animal con el fondo muy justo, que supo, además, tapar los defectos del animal. Manejó el capote con soltura, pero sobre todo cosió las embestidas en línea recta en los enganches y exigió luego para apuntalar la pelea con el manso, que siempre estuvo loco por rajarse. Y terminó por hacerlo cuando manejaba Perera la muleta al natural, pulseando con perfección. Terminó metiéndose en el toro el extremeño cuando ya estaba el animal rajado, exponiendo mucho en los embroques y persiguiendo las huidas para arrearle circulares invertidos de mucho ajuste. Pero un pinchazo hondo sobre el aviso acabó con sus posibilidades de cortar la oreja que le faltaba para acompañar a sus compañeros por la puerta grande.

FICHA DEL FESTEJO

Real Maestranza de Caballería de Ronda, Málaga. Tradicional corrida goyesca. No hay billetes. Toros de Zalduendo, correctos de presentación. Sin fuerza ni raza el noble primero; exigente y de pelea el segundo; noble y repetidor a menos en la clase el tercero; bronco, correoso y malo el quinto; obediente pero manso y rajado el sexto.

Morante de la Puebla (negro y bordados blancos): silencio y dos orejas.
El Juli (gris plomo y azabache): oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera (añil e hilo negro): oreja tras aviso y vuelta tras aviso.





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