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jueves, 2 de octubre de 2014

Toros / feria de otoño La voluntad de la terna se estrella contra los mansos de Fuente Ymbro en Las Ventas

Gonzalo Caballero saluda la única ovación en una tarde en la que faltó la lidia adecuada

La voluntad de la terna se estrella contra los mansos de Fuente Ymbro en Las Ventas
PALOMA AGUILAR
Gonzalo Caballero, en un pase de pecho
Comienza la Feria de Otoño con veranillo, muy buena entrada, tres novilleros que ya han triunfado en Las Ventas, reses deslucidas de Fuente Ymbro: todo queda en casi nada...

Son claramente mansos estos novillos: tienen evidente querencia a chiqueros, se rajan a tablas... Los diestros intentan las faenas ahora habituales: no los sujetan, no los ahorman, prodigan derechazos y naturales; si se tercia, algunas manoletinas; demuestran voluntad y valor, intentan aprovechar alguna embestida para enjaretar un muletazo pero no les dan la lidia que un toro manso exige

Gonzalo Caballero ha destacado desde el comienzo de su carrera por su valor impávido. En el primer novillo, el más suave, se muestra firme pero conecta poco. En el cuarto, suelto y rebrincado, aguanta, recibe un golpe, traza algún derechazo de mano baja. Lo mejor: la estocada, entrando recto, que le vale la única ovación.

Se presenta Borja Jiménez, de Espartinas; como su hermano Javier, muestra la escuela de Espartaco. Recibe al primero a portagayola, tiene soltura manejando los trastos. A un toro que huye claramente a chiqueros, ¿por qué no torearlo ahí, desde el comienzo? Cuando acepta ese terreno, logra buenos naturales, aprovechando la querencia, con valor y oficio, pero falla con la espada. En el quinto, que protesta y echa la cara arriba, apreciamos de nuevo su profesionalidad pero falta la emoción. Incurre en la rutina –ahora inevitable– de las manoletinas, sin venir a cuento. Mata con decisión, a toma y daca.

Francisco José Espada logró una gran faena en San Isidro, con un novillo excelente. Su estilo, clásico y compuesto, es el de su mentor, César Jiménez. El tercero mansea pero va a más, se mueve mucho en la muleta. El diestro aguanta con firmeza, algo rígido; liga muchos muletazos pero no logra el deseable dominio y mata caído. El sexto, castaño, hace concebir esperanzas, al comienzo, pero pronto flojea, protesta, se raja a tablas. Espada corre la mano en algún natural pero su voluntad se estrella contra una res parada, sin emoción.

Derechazos y naturales, el menú inevitable (patatas con tomate o tomate con patatas, decía Cañabate). Echamos de menos la variedad de la lidia. Si no lo hacen ahora tantos maestros, ¿cómo vamos a exigírselo a los novilleros? Pero así no se resuelven las dificultades de los toros mansos.

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