Tres nobles erales de Ernesto González y tres duros del Alisal probaron a seis nóveles. Sólo los visitantes tocaron pelo
Jorge Arturo DíazTres nobles erales de Ernesto González y tres duros del Alisal probaron a seis nóveles, cuatro alumnos de la Escuela de Cali, un bogotano y un manizaleño. Solo los visitantes tocaron pelo.
Lo
que son las cosas, los santacolmeños echaron dulce y los domecq
picante. Los primeros repitiendo con son y fijeza y los segundos con
velocidad, aspereza y más bravuconería que bravura, pero alebrestando al
joven público, tanto que a uno de ellos, el quinto, “Gracioso”,
colorado playerito de 330 kilos,
le aplaudieron duro el arrastre, y cuando ya salía del ruedo, la
presidencia (desvirolada toda la tarde) le hizo dar la vuelta al ruedo.
Los seis noveles mordieron el polvo, hasta cuatro veces el último.
Lógico resultado de sumar a las ganas impericia.
Sebastián Gómez,
de Bogotá, con cara infantil, cuerpo pequeño y ambiciones mayores, hizo
lo más completo al pastueño primero. Carisma, repertorio, larga
cambiada, verónicas, revoleras, chicuelinas, media, Banderillas, malas y
buenas, derechas, naturales, trincheras, cambiados, pinchazo
descolocado, y media chalequera contraría que Usía premió con la primera
oreja (no pedida).
Juan Sebastián,
ante otro eral de gran clase, alegre y aprobado con el capote. Optó por
un brindis largo y multitudinario en pleno ruedo mientras, por allá, el
ignorado novillo se pegaba un estrellón de la madona contra un
burladero. Quedó jodido, pero era tan bueno que maltrecho peleó bravo
ante una faena caótica terminada con media estocada tendida y
silenciada, tras de la cual Juan se dio una vuelta espontánea, como
Pedro por su casa, y todos tan frescos.
Esteven Hernández “Bombita”,
tuvo de los tres santacolomas el de más temperamento, y estuvo ahí,
tozudo, pegando, lances, pares y pases de cal y arena, conjunto inferior
a las virtudes del animal, que advertido de la falta de mando se lo
echó a los lomos y lo apaleó en el suelo, lesionándole una rodilla,
antes de morirse de un espadazo contrario. De nuevo el palco manifestó
su concepto con la oreja.
Leandro Gutiérrez,
menudo, moreno y entusiasta, pero a ratos más pendiente del vocinglero
callejón que del bronco cornudo, emborronó lo bueno (que lo tuvo) con
manteos, desarmes a repetición y una espada en guardia que no pudieron
ser tapados por la estocada de la tarde. Pero igual, se pegó una vuelta
por su cuenta, que aquí ya parece ser la norma.
Francisco Puerta,
se las vio con “Gracioso” que era una exhalación… y él otra, claro. En
ese berembembém, su señoría ordenaba música, la quitaba tras los
desarme, volvía y la ponía, volvía y la quitaba. Todo un “disc jockey”.
Tras la voltereta de rigor, un fierrazo
contario, caído y con derrame, sorprendentemente no recibió peluda,
pese a las airadas exigencias suyas y de sus hombres desde el ruedo.
David Moreno,
el peor librado de la tarde, fue víctima del último alisal que le ganó
la pelea, lo achuchó, lo desarmó, lo aperreó, lo cogió cuatro veces y le
hizo sufrir hasta la muerte, con pinchazos, espada caída, aviso y
protesta popular.
Premiar
errores no solo infama la categoría de la plaza sino que hace daño a la
formación de aspirantes a una profesión tan exigente como es la del
toreo. Los cánones y el reglamento son absolutamente claros en los
requisitos para la concesión de las orejas. Por otro lado, la música no
es un divertimento ni un estímulo, es un premio que debe ganarse con la
lidia meritoria. El palco de hoy, dictó un extenso tratado de mala, de
pésima educación taurina.
FICHA. Sábado 22 de noviembre 2014. Plaza de Cañaveralejo. 1ª de preferia. Sol. Un tercio de
plaza. Sin picadores. Tres erales (1º, 2º y 3ª) de Ernesto González
(Santa Coloma), nobles y bravos, y tres (4º, 5º y 6º) de El Alisal
(Domecq), veloces y ásperos, al 5º “Gracioso” de 330 kilos Nº 397, se le
dio vuelta al ruedo. Todos aplaudidos, excepto el 6º.
Sebastián Gómez, oreja.
Juan Sebastián, vuelta.
Esteven Hernández “Bombita”, oreja.
Leandro Gutiérrez, vuelta.
Francisco Puerta, palmas.
David Moreno, pitos.
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