Chamberí fue, al tarde de ayer, un hervidero de corazones orgullosos por la Fiesta más internacional
JUAN DIEGO MADUEÑIO, MadridOcurrió en España un hecho histórico sin precedentes a eso de las 19:30 y fue en Madrid. En esta sucesión de días señalados ofrecida por el nacionalismo catalán, parecía raro que en la única capital del mundo en la que no hay barrios, sólo centro o centro más 20 minutos, hubiera hueco para algo diferencial. Nada más y nada menos que una manifestación taurina. Algunos imaginaron calles cortadas, cargas a caballo y una fiebre aventurera que acabara intentado echar abajo las puertas del Congreso blandiendo los legajos de la ILP traicionada en una especie de resacón en Las Ventas para al día siguiente no querer recordar nada: "¿Nos manifestamos? ¿Ocurrió?". Al final la cosa quedó algo más comedida, la verdad: el frío contagió el ambiente y Enrique Ponce pronunció las primeras palabras en un tono de funeral. Hasta los aplausos fueron tímidos.
Después Carlos Núñez echó en cara lo que había pasado desapercibido hasta que Pedro Sánchez llamó a Sálvame: el Tribunal Constitucional mantiene una prohibición en Cataluña por la que no hubo algarabía pública ninguna. Los taurinos somos así. Juntamos todas las indignaciones y las sacamos a pasear el mismo día para hacerlo todo bien de golpe. Los discursos no se alargaron más de diez minutos en total y el grueso de la concentración transcurrió de conversación en conversación, de corrillo en corrillo. Como si de lo que de verdad hubiera ganas era de juntarse un rato todos los conocidos, faltos de lugares donde ejercer una afición que cuenta con la minoría más amplia de la historia.
Con esa sensación, la de haber hecho algo bien, se quedaron ayer los empresarios que acudieron a Chamberí. Presentes algunos de los Big Four y representando la quiebra en el sentido más literal, Martínez Erice, Oscar Chopera, Ramón Valencia y Simón Casas miraron a los ojos de los aficionados sin taquilla, dinero ni reproches de por medio. Un escalón por encima de todos, eso sí. El desayuno con la prensa será otro de los highlights del momento con el cual habrán cumplido el cupo al menos por un lustro. Los toreros pusieron el punto interesante. Los históricos Paco Camino o Victoriano Valencia, junto la segunda fila al completo del toreo, no dudaron en acudir a la cita.
La alegría de ver andar a David Mora o a El Viti felicitando a Diego Urdiales justificó un acto pensado para dar merecido apoyo moral a unos héroes a miles de kilómetros pero que ofreció una imagen muy real de cómo está la tauromaquia en la actualidad. La foto a todos los jefazos de espaldas a la afición, en su habitual pose de que sean otros los que hagan bulto, fue ejemplo de ello.
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