«Ellos sabrán por qué lo hacen», ha añadido Santonja (Béjar, Salamanca, 1952) en una entrevista con la agencia Efe, autor de recientes investigaciones históricas que han situado el origen de la tauromaquia en la España del siglo XII y no en el paso de los Austria a los Borbones, como fijó Cossío en su célebre enciclopedia.
José María de Cossío, al afrontar en 1943 su monumental obra «Los Toros. Tratado técnico e histórico»,
no manejó «fuentes documentales directas», sino que se remitió a
determinados estudios bibliográficos, ha justificado Santonja,
co-fundador de los Cursos de Verano de El Escorial y actual director de
la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.
Ganaderías y toreadores
Archivos consultados por Santonja «ya apuntan a la existencia de ganaderías y de toreadores, como así se decía, incluso anteriores a la constitución de España como país, si se toma como tal la unión de los reinos de León y de Castilla» por Fernando III El Santo en 1230, ha apuntado.
Por tanto, la Fiesta brava nació al menos en el siglo XII, por lo que «no es una consecuencia de la cultura española, sino un rasgo constitutivo» de la misma, ha recordado este investigador tras la consulta de documentos que ha sistematizado y vertido en libros como «Por los albores del toreo a pie» (2012) y «La justicia del rey» (2013) sobre un pleito entre Felipe II y el obispo de El Burgo de Osma (Soria).
Aunque a lo largo de la historia siempre ha habido intentos por erradicar la Tauromaquia, las presiones «son ahora mucho más fuertes para acabar con los animales libres, que gastan menos, en favor de las mascotas» y de todo el negocio montado en su derredor.
Estas «arremetidas contar la fiesta brava» responden, a su juicio, a una «gran campaña orquestada
por algunas multinacionales para defender sus intereses: parece que nos
quieren hacer tomar a todos hamburguesas y bebidas refrescantes», ha
insinuado.
Los toros y el Archivo de Salamanca
En el caso de Cataluña, ha pormenorizado, «los toros y el Archivo de Salamanca han pagado un peaje político» y, en este último caso, ha apostillado, todavía no entiende «por qué se ha troceado un archivo que es estatal».
«Se puede discutir sobre su ubicación, pero nunca sobre la necesaria unidad
de algo que es propiedad de todos los españoles», ha reflexionado este
escritor, Premio Nacional de Ensayo en 1994 por un estudio dedicado al
poeta Manuel Altolaguirre y Premio Castilla y León de las Letras 1998 a
la trayectoria.
Santonja, de vuelta a los terrenos taurómacos, ha recordado que por cada toro lidiado «hay entre cuarenta y cincuenta animales cuya vida se garantiza en espacios vírgenes y paradisíacos como son las dehesa».
«Que no se engañe nadie, al animal que nos da un filete de carne no se le ha matado a besos
y hay que ver también los ojos de terror de los pescados que se
venden», ha puesto como ejemplos dentro de un debate en el que, a su
juicio, «habría que considerar ante todo cuál es la relación del hombre
con el animal».
A la investigación histórica sobre la Tauromaquia llegó de forma casual, buceando sobre Miguel de Cervantes y los orígenes de la lengua española, fruto de la cual ha sido también «La justicia del rey», publicado en 2013 por la Unión de Bibliófilos Taurinos y ahora reeditado por el sello palentino Cálamo, en una versión revisada y ampliada.
Entre 1584 y 1594, el obispo de El Burgo de Osma, Sebastián Pérez, con arreglo a una encíclica de Pío V, ordenó excomulgar
a quienes participaban en las fiestas de toros que, por San Pedro, se
organizaban en la explanada situada delante de la catedral de esa
población y estorbaban el culto.
Felipe II, tras diversos pleitos cuyos documentos inserta Santonja en esta revisión, impuso su criterio y se adoptó una solución salomónica como fue la cesión, detrás de la catedral burgense, de un espacio para correr toros, origen de la actual Plaza Mayor de esa villa soriana y de su expansión urbanística.
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