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lunes, 5 de enero de 2015

Roca Rey presenta sus credenciales

Dejó impronta de torero cuajado y una ovación a pesar de los tres avisos

FELIPE DE LA ESPRIELLA, Manizales (Colombia)
Comenzaba la feria de Manizales que celebra el 60 aniversario del serial. Y lo hacía con una novillada de Rincón Santo seria de cara y vareada de carnes para el español Borja Jiménez, el peruano Roca Rey y los colombianos Santiago Sánchez Mejía y Andrés Manrique.

Supo ganarle el paso hasta los medios Borja Jiménez a base de pegarle verónicas, pero perdió pronto el buen galope inicial por la justa medida de sus fuerzas. Fue medida y suave la lidia que le dio el sevillano al animal, que se llevó el castigo muy justo en el penco. Mucho oficio sacó Borja desde el principio de la faena, combinando los sometidos por bajo con los pases en la altura para apuntalarle la fuerza al de Rincón Santo. Dejó miradas por dentro, pero obedeció luego a los toques precisos que instrumentó el sevillano, buscando los medios para evitar querencias, ganando siempre la acción, cimentada en la mano diestra. Fue buena la dimensión de un novillero llamado ya a empresas mayores, muy superior a su enemigo. Le jugó con maestría con las alturas y justificó apenas con un par de tandas el pitón zurdo de un novillo que nunca humilló ni sacó clase. Mató de estocada entera y saludó la primera ovación del festejo.

A pies juntos fue el recibo de Borja Jiménez al quinto, al que le varió el saludo con chicuelinas rematadas con una garbosa revolera. No le hizo ningún bien al novillero el desastroso tercio de banderillas, pero aún así brindó al público el sevillano para templarle mucho desde el inicio el toreo en redondo y muy sometido, largo y gobernador. Pero le aprovechó bien la entrega el novillero mientras le duró al utrero, al que le faltó raza para repetir las embestidas y cierta clase para no puntear los finales, aunque le corrigiera Borja muchos defectos. Faena técnica y con sustancia entre los profesionales, mal rematada con la espada.

Le costó al segundo rematar en los burladeros en su trote cochinero, que no terminó de quedarse en el capote de Santiago Sánchez Mejía, inédito hasta cumplimentado el tercio de varas. Fue tardo y soso el utrero de Rincón Santo, que no dijo mucho en las telas del colombiano, y fue viniéndose a menos a medida que transcurría la faena. Le buscó las vueltas Santiago con más porfía que fe, pero no encontró la forma de fomentar la alegría en una embestida que no tuvo sabor. Mató mal y se le fue vivo el novillo a los corrales.
No tuvo mejor suerte con el sexto, un animal manso y reservón que buscó las tablas antes de que se cumplimentase el tercio de varas, ante la desidia de un Sánchez Mejía desinhibido de la lidia. Lo mismo que el utrero de Rincón Santo, que sacó muchas complicaciones y un mal estilo que lo hizo peligroso por defenderse sin querer pasar de los embroques. Le faltó casta y le sobró defensiva mansedumbre, haciendo estériles los esfuerzos del antioqueño por hacerle faena en lugar de buscar la espada.

Con mucha decisión y encaje recibió Andrés Manrique la humillación entregada del serio tercero, soplándole verónicas a la repetición y rematando con una sabrosa media. Le dieron duro en el caballo al novillo de Rincón Santo, que luego pudo acusarlo en la muleta, donde se aculó pronto en tablas. Tuvo que invadirle pronto el terreno Manrique, y cruzarse mucho para extraer los pases de uno en uno y sin emoción. Optó por la brevedad y escuchó silencio.

Devuelto fue el séptimo de la tarde, después de un gran saludo capotero de Andrés Manrique, para que saliera un sobrero del mismo hierro que le humilló planeando a Manrique Rivera en las encajadas verónicas con que lo saludó. Sentado en el estribo comenzó la faena de muleta, que cogió vuelo pronto gracias a la repetición que le regaló el animal, con más emotividad que clase en sus arrancadas. Y con más disposición que brillantez lo pasó Manrique con la franela, cuya faena adoleció de hilván mientras iba empeorando la condición del utrero hasta que terminó buscando alamar. Con una estocada caída terminó el bogotano con el novillo.

Deslizó verónicas importantes en el saludo con gusto y entrega del peruano Roca Rey ante el cuarto, novillo de hermosas hechuras que humilló en el percal con intención. Por chicuelinas fue el quite, con el toro distraído y quedándose en los embroques ante la firmeza descarada de Andrés. Con emocionantes estatuarios inició el trasteo el peruano, metiendo al tendido en su labor desde el inicio hundiéndose en la arena. Mucha gracia tuvo el toreo en redondo sobre la diestra, apostándole siempre a un animal que fue desarrollando a menos y enseñando valor seco y firmeza a la arisca condición. Expuso con entrega Roca Rey, muy por encima del de Rincón Santo, convenciéndole de su superioridad porfiona y sincera dejando llegar muy cerca del vestido los pitones. Con ceñidísimas manoletinas arrancó los "ay" en la grada antes de que la espada le hiciese guardia.

Con mucha decisión se fue Roca Rey a cortarle el galope desentendido al octavo a base de lances para imponer desde el principio su ley con el antagonista. A la espalda se echó el capote para quitar con mucha distancia y aprovecharle las inercias con mucho valor para embraguetarse en las caleserinas. Muy rajado llegó el utrero a la faena de muleta para que lo recogiese en los medios un Andrés tremendamente valeroso en un vibrante y firme inicio. Y fue absoluta entrega la del peruano, que dejó el trapo en la cara para convencer al rajado animal, imponerse en la batalla por delante, darle las ventajas por detrás y cuajarle una actuación de actitud y valor, con el mérito de gobernar la falta de bravura. Muy derecho se tiró a matar para enterrar el estoque y, con el acero dentro, le echó mano por debajo de la corva. Tardó en morir el animal, sonaron los tres avisos y allí se fueron las orejas, aunque quedó la tremenda actuación.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Manizales. Primera de feria, unas 9.000 personas en los tendidos. Novillos de Rincón Santo, bien presentados y de seria cara. De feble condición pero obediente al toque el primero; soso y sin transmisión el segundo; aplomado y manso el tercero; arisco y de escaso recorrido el cuarto; tardo pero agradecido el quinto; complicado y deslucido el sexto; devuelto el séptimo por blando; emotivo a menos el sobrero, séptimo bis; rajado y sin clase el deslucido octavo.

Borja Álvarez (lila y oro): ovación y silencio tras aviso.

Santiago Sánchez Mejía (gris perla y oro): pitos tras tres avisos y silencio.
Andrés Manrique (verde botella y oro): silencio y silencio.
Roca Rey (purísima y oro): vuelta y ovación tras tres avisos.

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