Es el comienzo de una historia con sabor agridulce pero que tiene como moraleja la superación personal. Atsuhiro Shimoyama era bailarín y gimnasta en su Tokio natal. Pero desde aquella revelación en forma de película se esforzó por conocer más y más del mundo del toro.
Consiguió, en una librería de Tokio, uno de los tomos del «Cossío»,
con cuyas fotografías «empapeló» su habitación. Decidido a ser torero,
su familia no lo entendió. Pero él siguió adelante e inició el viaje
recalando, como no podía ser de otra forma, en Sevilla.
Primeras lecciones
Dos aspectos claves en aquel inicio a primeros de los años 90
del siglo pasado: por una parte, la desaparecida plaza de toros de
Alcalá de Guadaíra y su Escuela Taurina, donde se formó y tomó sus
primeras lecciones del arte de Cúchares. Y por otra, la figura del matador de toros norteamericano y pintor John Fulton, quien apostó por Atsuhiro y lo convirtió, en los carteles, como «El Niño del Sol Naciente».
Comenzaba así una andadura exótica y pintoresca para
muchos pero con un trasfondo trascendental e incluso existencial para
Atsuhiro. Porque el toreo, para él, era una forma de realización
personal.
Debutó en público en la temporada de 1995, precisamente en la plaza de toros de Alcalá de Guadaíra.
Su nombre comenzó a sonar quizá más por la singularidad de sus rasgos y
el apodo en los carteles. Pero Atsuhiro tenía muy claro que quería ser
torero.
Cogida
El año 1995 fue su principio y su final en
los ruedos. El 16 de agosto de aquel año, El Niño del Sol Naciente era
cogido en la plaza abulense de Pedro Bernardo por el novillo «Vergonzoso». Un percance que le paralizó el lado izquierdo de su cuerpo.
Le dijeron, en el hospital, que no volvería a torear. Mas
él, convencido de los contrario, no cejó en su empeño. En su
recuperación para poder volver a andar tuvo mucho que ver quien hoy es su esposa, y con la que tiene un hijo. Ella le ayudó a salir adelante, a volver a incorporarse, a seguir luchando por querer ser torero.
Corbacho le hizo ver la vida como si fuese un samurái
Y más adelante, otra persona crucial en su vida: Antonio Corbacho [aprendiendo a morir], descubridor de José Tomás (a quien admira Atsuhiro), quien le hizo ver la vida como si fuese un samurái:
el honor por encima de todo, la superación por encima de todo. E
intentar volver a ponerse delante de una becerra. Señala que está
preparado para ello pero no le han dejado. En cambio, él sigue adelante.
Vive en Sevilla actualmente junto a su esposa, su hijo y tres perros a los que suele sacar a pasear él mismo por el Parque Infanta Elena. Quiso ser paralímpico en Esgrima pero no le llenó. Ahora vive de su pensión de invalidez y del trabajo de su esposa. Pero no tira la toalla. Porque Atsuhiro Shimoyama sigue pensando, viviendo y sintiendo en torero. Sigue siendo El Niño del Sol Naciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario