Querencia.! Qué bella palabra! La inclinación de querer algo, a alguien; la tendencia de volver a la tierra; el imán hacia ese sitio que atrapa, por aquello con lo que se conecta de manera natural. «La tendencia o inclinación del toro a preferir un determinado lugar de la plaza donde fijarse». Así se refleja en la quinta acepción de la RAE, que contempla su significado en el contexto taurino.
Pepe-Hillo, una vez más, establece la pirámide y las bases sobre las querencias del toro de lidia, poniendo el acento en los riesgos que ello entraña.
Francisco Montes sigue la misma doctrina, aunque su teoría va más allá: «Toda suerte que se haga dejando al toro su libre querencia,
además de ser segurísima, es muy lucida, y por consiguiente, las que se
efectúan sin este requisito serán expuestas y desairadas... Es, pues,
necesario tener mucha atención, y conocer perfectamente cuáles son las querencias del toro, para dejárselas siempre libres y manifiestas, y para proporcionarse una mayor seguridad en toda clase de suertes».
¿Cómo reducir las querencias?
Paquiro también da las claves para que el toro abandone su querencia. El Cossío lo resume así: «Todas pueden reducirse a una sola: hacerle ingrata las estancia en el lugar que se ha aquerenciado, y para ello se admite desde inquietarle con ininterrumpidos capotazos hasta clavarle una banderilla de fuego, recurso el más poderoso, pero que debe ser el último».
Se diferencia entre querencias naturales (toriles) y querencias accidentales (lugar en la plaza donde ha muerto otro toro o un caballo, donde está la sangre más fresca, la barrera...)
Dicen los estudiosos: «Es necesario prestar atención a las querencias del toro. Es muy peligroso lidiar un toro sin conocer perfectamente sus querencias. Si en la salida el torero se mete en el terreno del toro,
es probable que embroque allí con el torero al encontrarse en el
terreno de su querencia. Es poco probable que un toro aquerenciado en su
terreno tome el engaño por completo; y posiblemente su comportamiento
presente síntomas de un falso estado de aplomado».
Los riesgos
El saber de las querencias siempre ha estado presente en la tauromaquia. Ya en la Cartilla de la Biblioteca de Osuna se escribe: «Muy importante será para el aficionado el tener presente por dónde entró el toro,
que siempre tendrá a aquella parte más cariño, buscando la salida». Se
previene de los riesgos que conlleva que el animal esté embebido en su
querencia, según recoge el Cossío: «En este caso se le ha de dejar que se canse en esto, y que esté en medio de la la plaza para hacer con más gusto las suertes, pues como anda divertido no hace caso de quien le llama, y de lo contrario sería peligroso ejecutarla, porque no puede venir al deseo del aficionado».
El conocimiento de las querencias es imprescindible para un torero. Aunque deba tratar de impedir con los recursos de la lidia que el toro se encele con
esa querencia, cuando es inevitable, debe tenerlo en cuenta y hacer la
faena en su querencia; por ejemplo, en los terrenos de tablas de un
manso, y «permitirle la huida limpia hacia sus terrenos». Ay, los terrenos... Merece otro capítulo más extenso.
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