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viernes, 27 de marzo de 2015

Los menores de 16 años podrán participar en los encierros de vaquillas en Aragón

Más de mil festejos taurinos populares al año definen por sí mismos la importancia de esta actividad festiva que inunda de norte a sur y de este a oeste toda la geografía aragonesa. Más de mil festejos en donde el toro es el protagonista principal. Sin toros no hay fiesta en la mayor parte de los pueblos aragoneses. Y esa realidad precisa de una regulación para garantizar desde la seguridad del público hasta la sanidad animal, pasando por la capacidad de quienes asumen la responsabilidad de dirigir los espectáculos.

Hasta ahora varias normas, especialmente un decreto de 2006, regulaban los festejos populares. Por eso el Gobierno aragonés ha planteado el proyecto de un nuevo Reglamento de festejos populares que actualmente se encuentra en tramitación una vez que han sido aportadas alegaciones al proyecto planteado por la Consejería de Política Territorial e Interior, que es la responsable de las competencias taurinas en esta comunidad.

El citado proyecto asume que todos estos festejos componen una economía propia. Allí se incluyen empresarios, profesionales taurinos, ganaderos, médicos, veterinarios... que tienen en esta actividad una viabilidad económica. 

Asegura el legislador que era necesario un cambio. Y el Gobierno aragonés comienza por meterse en un charco, pues la necesidad de cambiar las cosas es la primera duda que a uno le asalta al leer el proyecto de nuevo Reglamento. Dice el legislador que su propósito es «respetar las tradiciones locales, mejorar la calidad del desarrollo del festejo, garantizar la protección del ganado de lidia evitando el maltrato a las reses, mejorar la profesionalidad de los intervinientes y establecer condiciones de seguridad que reduzcan al mínimo los riesgos para los participantes y espectadores». 
 Toda esta loable intención no entra en confrontación con lo hasta ahora realizado. El sentido común ha imperado mucho más de lo que el Ejecutivo pueda pensar en la organización y desarrollo de estos espectáculos tan arraigados.

Mayores de doce años

Pero vayamos por partes, una de las grandes novedades del nuevo Reglamento es que abre la posibilidad de participación a menores de 16 años. «Podrán participar los menores de 16 años y mayores de 12, cuando intervengan exclusivamente hembras de ganado bovino de lidia de hasta dos años. Deberán de ir acompañados de sus padres o de quienes les sustituyan en el ejercicio de funciones propias de la patria potestad o autoridad familiar». Sin entrar en la idoneidad o no de que niños de a partir de 12 años puedan participar en una suelta de vaquillas o en un encierro, el articulado es más que controvertido y crea una situación que sí puede provocar tensión en nuestros pueblos cuando hasta el momento estaba claro la participación exclusiva para mayores de 16 años.

Sobre los directores de lidia también aporta novedades el articulado y establece que deberán ser profesionales que en los cinco/diez últimos años hayan actuado en dos festejos como mínimo como matadores de toros, novilleros con picadores o banderilleros. Esta situación puede dar al traste con contrastados profesionales que han demostrado durante mucho tiempo su capacidad para actuar como directores de lidia en capeas sin que su actividad profesional haya estado en festejos mayores. 

También es cierto que con estas condiciones en unos años puede ser que no existan profesionales con esas exigencias. 

Otro punto pues para la polémica en un Reglamento que sí hace especial hincapié en la seguridad sanitaria del ganado y que pone en el punto de mira la seguridad para los espectadores estableciendo las máximas garantías en la colocación del vallado en los recintos en donde se lleven a cabo los festejos. Aunque se plantean dudas si el vallado vertical que se plantea exigir es más o menos acertado que los actuales, sin entrar en el desembolso económico que ese cambio conllevaría.

De las alegaciones al proyecto y del debate en las Cortés de Aragón saldrá el nuevo Reglamento de festejos taurinos populares. Una regulación que debería ser fruto del consenso, en el que cada sector implicado aparcara a un lado sus intereses particulares en beneficio del interés común, que es la fiesta en nuestros pueblos.

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