Su Majestad honró con su presencia y mostró su respaldo a la Fiesta de los toros. ¿Dijimos toros?
Sí, toros. Pues eso es precisamente lo que faltó en la corrida, de la
que la gente salió encantada, más que por las orejas, porque habían
compartido una tarde de toros con Don Juan Carlos. ¿Dijimos toros? Sí,
toros.
Pues la corridita de Zalduendo, con esas cabecitas tan anovilladas con esos rostros tan babys,
más que miedo daban pena. Vale que era una plaza de tercera, una plaza
de pueblo, pero Brihuega ha adquirido cierto relieve en la temporada
desde que Maximino Pérez
la pusiera en boca de todos. Desde hace tres años, Viejo sigue
cuidándola. Dice que hasta dónde le dejan. ¿Cómo? «Yo no sabía ni qué
corrida venía, yo ni la había visto. Es más, la corrida se cambió cuando
supimos que vendría el Rey...»
¿Cómo sería la otra?,
nos preguntamos. «No quiero ni imaginarlo», dice el empresario. Porque
hubo alguno como el primero absolutamente anovillado, por no decir
abecerrado. Eso sí, allí nadie protestó, salvo tres o cuatro por lo
bajini. Era día de fiesta, y con mucha gente joven, algunos tras un día
entero de parranda. Hubo una puerta grande de Manzanares y un total de
cuatro orejas. Ponce volvió a dar una enésima lección de afición y
de cómo inventarse un toro donde no lo hay. Un milagro, que escribimos.
Pero una figura de su categoría no debería prestarse a torear semejante
birria de presentación ganadera a una hora de Madrid, donde no le
veremos este San Isidro. «Estuvo fantástisco -comenta Viejo-. Hay que reconocer los tres toreros buscaron el triunfo y se esforzaron en el ruedo». Y un genio como Morante, que dejó detalles de su torería única,
quizá también tendría que plantearse si esa corrida de Zalduendo,
propiedad de la FIT que lo apodera, no debería haber sido más digna de
presencia. Que de juego nadie lo sabe.
Fuera del ruedo hace una excepción: «Ayer creé un antecedente de dar la cara
y enfrentarme con una persona que quiso cobrar por adelantado y de
malas maneras. No voy a volver a contratarlo. Otros dos, los apoderados de Ponce y Manzanares,
se portaron como señores, sabedores de que la plaza no se había
llenado. Ellos sí lo tuvieron en cuenta, pero otro no. Yo sabía que iba a
perder dinero, pero yo vivo de otros negocios, no del toro. Esto lo
hago por afición y por tratarse de mi pueblo, al que quise brindar el
mejor cartel». Y añade: «El propio Rey me elogió el cartel y me comentó que había ido porque sabía que era difícil ver a esa terna de primeras figuras juntas».
Viejo, pese a hablar claro, no quiere
«echar leña al fuego» -aunque no niega que alguna figura cobró ayer
unos 80.000 euros y que la corrida de toros rondó los 30.000- e insiste
en «el señorío de Ponce y Manzanares,
que son toreros y ante todo personas». Achaca el no lleno a la lluvia:
«Aunque hizo bueno durante el día, la gente sabía por internet que iba a
llover durante la corrida, y al final se quedó en casa; por eso no se
vendieron las mil entradas que faltaron». Mil y pico... Además de las
invitaciones... Se vendieron algo más de 5.500 en una plaza de más de
siete mil.
Le preguntamos si la carestía de las
entradas no influye también: «Por supuesto. Pero eso es lo que tienen
que ver las figuras: deberían cobrar menos para bajar el precio de las
localidades, porque luego lo que cobran no se traduce en la taquilla».
Cuentan que antiguamente, en la época por ejemplo de ese Paco Camino,
El Cordobés o Andrés Hernando que inauguraron La Muralla, los toreros
cobraban en función de la gente que llevaban a la plaza, y que si la
cosa no funcionaba, llegaba a acuerdos con la empresa para que el golpe
fuese menos duro. Eso aún lo hacen algunos, pero no todos. El empresario
de Brihuega da un dato: «Mire, el primer año que contraté a Morante
perdí unos 78.000 euros. Ayer perdí menos, pero las cuentas no cuadran».
Aun así, el empresario prefiere
quedarse con la parte positiva: «La gente salió contenta». Más que por
los trofeos, por compartir con Don Juan Carlos una tarde de toros. ¿De
toros? De «pequeñostoros» y «grandeshermanos...
La ovación fue para Su Majestad y el agradecimiento público de la empresa y la afición, también.
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