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martes, 26 de mayo de 2015

El Juli: «¿Cómo me puede llamar violento alguien que quiere que me mate un toro?»

Es el hombre de apariencia tranquila que por dentro porta un auténtico oleaje de inquietudes. Cuando encuentra algo, busca más allá. En la vida campera de su finca extremeña, Madrid aparece siempre como paisaje de fondo. Esta temporada cuenta con dos retos de alto voltaje en un dúo de tardes que fueron las primeras en agotar las entradas.

-Monumental de las Ventas.

-En su ruedo está el paraíso.

-¿Y el infierno?

-Se encuentra al lado: la tragedia, el fracaso, la impotencia, el miedo… Junto al éxito, está todo eso.
-Alcurrucén y Victoriano del Río. ¿Por qué?

-Son las dos ganaderías con las que salí a hombros en Madrid y de las que más triunfos han propiciado en los últimos años. Con las dos puede salir el toro que necesito para triunfar como quiero en Madrid. Creo que son las de más garantías.

-¿Cuál es el mayor defecto en un toro?

-Los toros tienen que tener defectos como las personas. Yo me fijo en las virtudes, en que quiera embestir, que tenga un mínimo de colocación, que esté metido en la muleta y lo lleves toreado. Me gusta dirigir la embestida y no que tenga el viaje hecho. Esos toros son más difíciles de torear, pero luego son con los que más te sientes, porque llevas el ritmo y la velocidad, tienen algo diferente. No me llena el que viene por inercia.
-Actúa en dos carteles estrella, uno de ellos en Beneficencia, mano a mano con el máximo triunfador de 2014.

-Es una responsabilidad muy grande. Miguel Ángel Perera fue el que mejor temporada hizo, aparte de su triunfo histórico de Madrid. El nivel que mantuvo fue superior al de los demás. Torear mano a mano con él, en el escenario donde marcó la diferencia, es un gran compromiso. Tiene tintes emocionales, porque es mi ahijado, lo admiro y respeto, y le tengo una estima extraordinaria. Cada vez que toreamos juntos el ritmo que nos imponemos es bestial. Además, la Beneficencia es la corrida más importante del año, y la de Alcurrucén, con Morante de la Puebla y Sebastián Castella, otro plato fuerte de la feria. 

-El «no hay billetes» está asegurado en ambas corridas.

-Al final, el toreo es más por lo que pase después que por la expectación que despierta. 

-¿Se siente más guerrero o más artista?

-No considero que el toro y yo mantengamos una pelea. Para mí es una especie de diálogo, una conversación, una compenetración para someterlo sin agresividad, unas veces con más rotundidad y otras con más arte, como si fuera una mujer a la que hay que enamorar, llevarla a tu terreno. Desde que sale al ruedo, es una relación.
-¿Cómo el amor?

-Torear duele como amar.

-La prohibición de las manifestaciones antitaurinas a las puertas de la plaza garantizará cierta paz.

-Mire, esa violencia es una de las incongruencias de los que que dicen defender los derechos de los animales. Entiendo que a alguien no le gusten los toros, porque es una expresión artística dura y real, pero desde el respeto, algo que se ha perdido. En las redes sociales me dicen salvajadas. ¿Cómo me puede llamar violento una persona que está deseando que me mate un toro y que insulta a mi madre? Hay mucho desconocimiento. Cuando venga un antitaurino y me diga que ha visto cómo vive el toro, cómo vive un torero, que haya visto obras artísticas, pues fenomenal. Pero gente que se mueve por tópicos absurdos e irreales, como que al toro se le droga... Los toros son un espectáculo donde hay aplausos y pitos, pero nada de manifestaciones violentas.

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