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domingo, 17 de mayo de 2015

San Isidro: ¡Que viva México!

Cartel internacional: un francés, un madrileño y un mexicano. «Como la ONU», apostilla un castizo. En realidad, cualquier arte es universal. Y la Tauromaquia, lo quieran o no, es un arte. Los tres diestros han triunfado en Las Ventas pero no están en la primera fila.

Los toros del Montecillo, con procedencia del Ventorrillo, astifinos, resultan muy manejables pero justos de fuerzas (lo mismo que repetimos tantas tardes). Sólo Joselito Adame aprovecha la ocasión del excelente sexto y le corta una oreja [así te lo hemos contado en directo], remedio final de una tarde bastante soporífera. 

El francés Juan Bautista conoce bien el oficio y torea con gusto pero le perjudica, a veces, la sensación que transmite de frío academicismo. El primer toro es el peor, manso y deslucido: flojo, suelto, rebrincado. Salvo una buena estocada, no pasa nada («rián de rián», dice el vecino castizo). Recibe al cuarto, muy manejable, con buenas verónicas. Muletea con naturalidad y gusto pero transmite muy poco, todo se diluye. Vuelve a mostrarse seguro con la espada. ¿No se podría «enfadar» un poco más?

Sí suele «enfadarse» con los toros el pequeño gigante Alberto Aguilar, especialista en corridas duras, pero no tiene una tarde feliz. El segundo toro, al que aplaudirán en el arrastre, se mueve mucho, sale distraído pero se deja. Muy decidido, Alberto le planta cara, lo sujeta, liga buenos derechazos. Al cambiar de mano, queda corto, la oportunidad se esfuma. Tarda el toro en cuadrar y el diestro pincha mal. El quinto mansea, flaquea pero también es manejable. La lidia es premiosa, una voz grita lo que nunca debería escucharse en una Plaza: «¡Me aburro!» En la muleta, el toro tardea, embiste con dulzura, acaba rajado. A Aguilar le censuran la colocación. Esta vez sí mata bien.

El toro se come la muleta

El mexicano Joselito Adame se enfrenta, primero, a un toro muy noble, que quiere embestir pero claudica; después del pase cambiado, se parte la mano: un triste espectáculo. (Los aficionados sufren por el sufrimiento del toro. En un caso así, habría que abreviar más la muerte). Sale a por todas en el último y tiene la fortuna de que es excelente: larga a portagayola, quite por zapopinas (la nueva moda, que tan poco me gusta). El toro se come la muleta, repite; el trasteo tiene emoción. Le aplauden, sobre todo, los remates por bajo. Como todavía tiene gas, cita a recibir y acierta: una oreja.
Un francés elegante, un español valeroso y un mexicano que transmite pasión. La ONU taurina sólo ha resuelto algo al final: como la película de Eisenstein, «¡Que viva México!»
Postdata. A una semana de las elecciones, ilusiona a algunos aficionados la esperanza de que Bildu pierda la alcaldía de San Sebastián y vuelvan los toros a la Plaza de Illumbe. Aunque ese resultado electoral se produjera, no es tan seguro: tendrían que unirse, para ello, PNV, PSOE y PP del País Vasco. Si lo hubieran hecho, en su momento, ni se hubieran acabado las corridas ni Bildu hubiera ocupado la alcaldía: juntos, tenían votos suficientes para impedirlo y no lo hicieron. Preferían seguir separados y que la gente sintiera lo mal que le iba con Bildu en el poder... Las alianzas poselectorales dependen de muchos factores. Prudencia y silencio es la mejor estrategia. Pero los tres partidos no pueden olvidar las malas consecuencias que ha tenido la prohibición de los toros para el turismo y la economía de la ciudad.

Ficha de la corrida

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