Los toros del Montecillo,
con procedencia del Ventorrillo, astifinos, resultan muy manejables
pero justos de fuerzas (lo mismo que repetimos tantas tardes). Sólo
Joselito Adame aprovecha la ocasión del excelente sexto y le corta una
oreja [así te lo hemos contado en directo], remedio final de una tarde bastante soporífera.
El francés Juan Bautista conoce
bien el oficio y torea con gusto pero le perjudica, a veces, la
sensación que transmite de frío academicismo. El primer toro es el peor,
manso y deslucido: flojo, suelto, rebrincado. Salvo una buena estocada,
no pasa nada («rián de rián», dice el vecino castizo). Recibe al
cuarto, muy manejable, con buenas verónicas.
Muletea con naturalidad y gusto pero transmite muy poco, todo se
diluye. Vuelve a mostrarse seguro con la espada. ¿No se podría «enfadar»
un poco más?
Sí suele «enfadarse» con los toros el pequeño gigante Alberto Aguilar,
especialista en corridas duras, pero no tiene una tarde feliz. El
segundo toro, al que aplaudirán en el arrastre, se mueve mucho, sale
distraído pero se deja. Muy decidido,
Alberto le planta cara, lo sujeta, liga buenos derechazos. Al cambiar
de mano, queda corto, la oportunidad se esfuma. Tarda el toro en cuadrar
y el diestro pincha mal. El quinto mansea, flaquea pero también es
manejable. La lidia es premiosa, una voz grita lo que nunca debería
escucharse en una Plaza: «¡Me aburro!» En la muleta, el toro tardea, embiste con dulzura, acaba rajado. A Aguilar le censuran la colocación. Esta vez sí mata bien.
El toro se come la muleta
El mexicano Joselito Adame se enfrenta, primero, a un toro muy noble, que quiere embestir pero claudica; después del pase cambiado, se parte la mano:
un triste espectáculo. (Los aficionados sufren por el sufrimiento del
toro. En un caso así, habría que abreviar más la muerte). Sale a por
todas en el último y tiene la fortuna de que es excelente: larga a portagayola, quite por zapopinas (la nueva moda, que tan poco me gusta). El toro se come la muleta, repite; el trasteo tiene emoción. Le aplauden, sobre todo, los remates por bajo. Como todavía tiene gas, cita a recibir y acierta: una oreja.
Un francés elegante, un español valeroso y un mexicano que
transmite pasión. La ONU taurina sólo ha resuelto algo al final: como la
película de Eisenstein, «¡Que viva México!»
Postdata. A una
semana de las elecciones, ilusiona a algunos aficionados la esperanza
de que Bildu pierda la alcaldía de San Sebastián y vuelvan los toros a
la Plaza de Illumbe.
Aunque ese resultado electoral se produjera, no es tan seguro: tendrían
que unirse, para ello, PNV, PSOE y PP del País Vasco. Si lo hubieran
hecho, en su momento, ni se hubieran acabado las corridas ni Bildu
hubiera ocupado la alcaldía: juntos, tenían votos suficientes para
impedirlo y no lo hicieron. Preferían seguir separados y que la gente
sintiera lo mal que le iba con Bildu en el poder...
Las alianzas poselectorales dependen de muchos factores. Prudencia y
silencio es la mejor estrategia. Pero los tres partidos no pueden
olvidar las malas consecuencias que ha tenido la prohibición de los
toros para el turismo y la economía de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario