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domingo, 28 de junio de 2015

Cornada a Adame en el coso sin enfermería

Te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar: o nadas o te hundes.Y Joselito Adame dio brazadas y brazadas hasta llegar a la hora final con el sexto ejemplar de La Quinta, el más exigente de una interesante corrida. El embajador actual del toreo mexicano en España sabía que en la suerte suprema se hallaba la llave del paraíso. Se tiró a matar o morir, y el toro quiso morir matando. La cornada fue certera: desde lo alto del Coliseum se vio como el pitón penetraba de manera extensa en el muslo de Adame. Las cuadrillas improvisaron una camilla humana y hubieron de dar casi media vuelta al ruedo para llevarlo hasta la UVI móvil, que el remozado Coliseum se ha estrenado sin enfermería. ¿Sin enfermería en el siglo XXI? Sí, lo que lee, a modo de anfiteatro romano de gladiadores y leones. El ingeniero de esta «menestra verde y amarilla» de coso derribó por error las dependencias sanitarias y se ha tenido que contratar un tráiler con todo lo necesario en caso de percance. Aunque ayer se optó por trasladarlo enseguida al Hospital Universitario de la ciudad.

El percance llegó en el último minuto. Escribíamos que la espantosa cogida ocurrió con el toro que cerraba una corrida de lo más entretenida, y no como la del día anterior: La Quinta ganó por goleada a la de Bañuelos, en presencia y juego, y el conjunto de Martínez Conradi no aburrió a nadie. Y nadie eran muchos, pues en el coso había más de dos tercios (casi tres cuartos incluso) con un cartel de los llamados de «modestos». Lo abrochó Adame con «Naranjito», que así era el bautismo de este señor toro, que se movió y humilló con más casta que sus hermanos. Adame, que se gustó en dos medias, formó el «mundialito» con las zapopinas del quite, tan jaleadas como aceleradas. De eso pecó a veces su valerosa faena, en la que sobresalió una estupenda serie al natural, enjaezada con una trincherilla. «Naranjito», serio en todos los sentidos, requería poder. Y el hidrocálido anduvo resolutivo y capaz, con listeza. El espadazo fue mortal y los dos pañuelos asomaron por la presidencia, que tuvo la sensibilidad suficiente para conceder el doble premio. Un banderillero le llevó las dos orejas conquistadas hasta la enfermería; perdón, hasta la UVI móvil...

Ya había tocado pelo con el anterior, en el que destacó un buen par de Jarocho. Bien Adame en la faena de muleta, perdiendo los pasos oportunos y haciéndose con el potable toro. Combinó técnicos pasajes con otros más abandonado y guiños a la galería. El estoconazo al encuentro mereció el trofeo.

Sin puerta grande se quedó Manuel Escribano por pinchar al quinto, que bajó el nivel junto con el cuarto. El sevillano caldeó la temperatura con los palos. Una locura, con un sector en pie. A por todas, se plantó de hinojos. Pero el toro cantó pronto su mansa gallina y, en medio de su humillación de corto recorrido, lanzaba sus nones a la muleta. El de Gerena no desistió y tiró de recursos, pero falló con el acero. Sí cortó una oreja al segundo, al que saludó con una larga cambiada y con el que plasmó un despacioso quite por Chicuelo. Apretó el de La Quinta en banderillas, y arriesgó el matador, especialmente en el violinazo por dentro. ¡Tremendo! El explosivo comienzo pendular y la vibrante embestida metieron a las peñas en harina. El toro, a menos, prometió más de lo que fue, pero Escribano anduvo por encima con mucha entrega.

Fernando Robleño arrancó la primera oreja de la tarde con un animal noble y justo de fuerzas al que sostuvo a media altura con inteligencia. El cuarto se hizo acreedor del título al más vulgarote del buen sexteto, que acabó con el triunfo y la sangre de un mexicano llamado Joselito Adame.

Feria de Burgos

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