Desde el puente del río Alarzón se divisaba el nuevo 
recinto, verde espinaca y amarillo yema de huevo. Al (mal) gusto, vuelta
 y vuelta, que mucho quebradero de cabeza no le habrá costado al autor 
de semejante fachada, propia de un centro comercial feote. Muy cómodo, 
con sus butacas, techado y multiuso, pero con más de una pifia, como 
alguna fila desde la que se ven solo los medios del ruedo.
O la «pista»,
 como pone en los letreros. Lo mejor: la continuidad de la Fiesta en Burgos,
 el histórico llenazo –no se recordaba desde la última tarde de José 
Tomás–, la permanencia del remozado Plantío, aislado de lluvia y viento.
 Lo peor: el decepcionante juego de los toros de la tierra, que se 
cargaron una tarde de máxima expectación en medio de un ruido infernal, 
propio de una sala de discoteca. 
No le importó a Alejandro Talavante, un auténtico placer 
para los «melómanos» del toreo de ayer y hoy con el mejor ejemplar del 
encierro. El extremeño parece haber peinado las tiendas de «discos» de 
todas las épocas para crear su propia tauromaquia,
 su particular música de Bergamín. De prólogo: una arrucina de rodillas 
cerca del platillo. Un ahí queda eso, entre la cara absorta de los 
tendidos, prendidos a su manera de silabear los naturales iniciales. 
Cuando tomó la mano de la cuchara, obsequió otra arrucina, un postre por
 arte de magia. Un afarolado y derechazos dulces. Puro almíbar, de delicioso gusto, pero sin empalagar.
 A modo de suites para violonchelo, aprovechando las buenas calidades de
 «Bienvestido», que así se llamaba el de Bañuelos. Bellísimo todo, con 
una templanza inmaculada hasta en el redondo invertido y un pase de 
pecho que aún dura. Y otro más en sentido contrario a las agujas del 
reloj, parado el tiempo en un pase sin bautismo. Su autor: Talavante, 
compositor del toreo sin nombre, fantasías y locuras con personalidad 
propia. El broche ceñido y el espadazo a cámara lenta colmaron de blanco
 la cubierta y se ganó las dos orejas. Escribíamos que fieras aleonadas 
no hubo, aunque algunos toros de Bañuelos ocultaban una mala baba que no
 todos parecieron apreciar. El segundo de Ponce, por ejemplo, que se quedaba corto y
 era toro de enfermería. O de UVI móvil, que es lo que estila esta 
plaza. Había desvirgado la arena «Checo», al que el maestro de Chiva 
cuajó una faena perfecta. El temple desde el saludo a la verónica y el 
quite.
Con ese son tan suave se dobló con un rival noble pero justo de 
fuerzas, con un cambio de mano desmayado. La derecha, a media alturita 
para cuidar la escasa fortaleza del bañuelos. Desde primera hora se hizo
 con él. Punteaba al final de cada muletazo, con la cara suelta, pero el
 sabio de Chiva limó el defecto. No faltó la elegancia de su izquierda. 
Y, de remate, sorprendió su ambición incombustible con las rodillas por 
tierra. Como pinchó antes del espadazo, se enfrió algo la petición y la 
cosa quedó en silencio... Cosas de los públicos de ahora.
El Juli maravilló en el doble remate del saludo
 al segundo. Las zapopinas, cosidas al capote a la espalda, pusieron a 
las peñas y al gentío en ebullición. Sin pestañear, comenzó por alto 
frente a un toro protestón y que se le metió por dentro y no lo prendió 
de milagro. Ahí cambió todo: desde entonces Julián tiró de recursos pero
 se le notó muy incómodo. Como lo cazó a la primera, inauguró el 
marcador. Con el mal quinto, nada de nada. 
El sexto, al que Talavante pinchó y pinchó, fue directamente infumable. La decepción se difuminó cuando lo auparon a hombros en la primera puerta grande del Coliseum.
Feria de Burgos
COLISEUM.
 Sábado, 27 de junio de 2015. Primera corrida en el remozado coso. Lleno
 de "no hay billetes". Toros de Antonio Bañuelos, faltos de casta y 
deslucidos, noble y flojo el 1; el mejor, el 3.
ENRIQUE PONCE, de tabaco y oro. Pinchazo y estocada (silencio tras petición). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).
EL JULI, de añil y oro. Estocada en el rincón. Aviso (oreja). En el quinto, media caída (silencio).
ALEJANDRO TALAVANTE,
 de gris perla y oro. Estocada (dos orejas). En el sexto, pinchazo, 
estocada, tres descabellos, media y cuatro descabellos. Aviso 
(silencio). Salió a hombros
 
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