Castella se alza majestuoso por encima de la tarde, Fandiño intenta reencontrarse y Talavante pasa inédito con un encierro a menos del que se salvaron dos toros
MARCO A. HIERRO
Desde que sabe acoplar el corazón a la tela tantas veces como quiere, Sebastián Castella vive permanentemente la vie en rose, como se dice en su pueblo. Desde que usa el valor para dar suavidad en lugar de asperezas encuentra con más frecuencia lo que pretende expresar. Y hasta sonríe el francés, que cada vez tiene menos cara de comerse un limón eternamente.
Y eso que cuesta sonreír en Pamplona, donde el toro más chico luce leña para pasar el invierno, el atronador alboroto distancia el ruedo de la grada y no tienes la certeza de estar llegando al pagano más que cuando le ves pedir las orejas. A Sebastián parece importarle poco, porque ha llegado al punto de responder a los problemas con soluciones, y eso sólo se consigue en un estado de madura felicidad.
Al buen castaño que abrió plaza le vio la escultura antes de limarle las aristas, y se puso manos a la obra donde antes parecía entrarle pereza de cincelar entre las esquirlas para encontrar la virtud. Hoy, que vive la vie en rose, no le importó escarbar en la humillada movilidad con la muleta a media altura para afianzar al victoriano antes de ponerse a torear. Mucho colaboró con él la lidia de un Chacón también en estado rosa que supo evitar que se rompiese de entrega el animal entre pares de palitroques. Supo encontrar Castella el momento de la exigencia cuando en el templado trapo vio resbalar el primer almíbar, y supo mantenerlo en pie enganchando el vuelo al belfo sin el más mínimo tirón. Madurez, aplomo y seguridad fueron las armas del galo, que se atrevió a inventar y a sacarse circulares sin enmienda, muletazos por la espalda y cambios de mano que brillabanpoco en su repertorio hasta hoy. Un espadazo en la yema certificó una oreja. Y supo a poco el premio para el conjunto de su tarde, en la que le anduvo con suficiencia al temperamental Bulería cuarto donde antes se aperreaba con brusquedad. Serán los efectos de ver las cosas de color de rose.
De rose ha tenido poco la vie de Fandiño en esta campaña. Quiso apostar sin red el de Orduña apenas sonaron los primeros tararí, pero no fue el aguerrido guerrero de sus primeras campañas, ni el seguro muletero que lo colocó en las ferias. Estuvo desdibujado Iván y a reencontrarse vino a Pamplona. Buen enemigo fue el Filibustero segundo para encontrar de nuevo el pulso y el compás, pero no siempre emergió el vasco entre el torrente de humillada codicia que lo cogió, tal vez con el pie cambiado. Porque fue viniendo a más el trasteo bullidor de quien busca sensaciones, se ampara en los recursos para no pisar en falso y se arroja al abismo en el final de faena, cuando volaba el pitón rastrero con la franela en la chota. Una oreja paseó y otra se llevó el toro puesta que no hubiera perdonado el torero que buscaba hoy Iván. Pero fue un comienzo y mañana vuelve a este ruedo. Sin duda lo hará más seguro.
No volverá, por contra, a esta feria el Talavante que menos muletazos ha pegado en un festejo en Pamplona. Ni el deslucido tercero ni el impresionante buey que hizo sexto fueron enemigos con virtud para ponerse a intentar el toreo. Es Talavante otro de los que vive de rosa, pero no son sus fantasmas interiores amigos de la regularidad, y hoy se aburrió de renuencias sin ninguna virtud.
Como se vino abajo la tarde cuando se lidiaron dos buenos y fueron los dos primeros. A estas horas, sin embargo, solo recuerda el público lo del final; que terminó pidiendo la hora porque se le acabó pronto a Victoriano la vie en rose de hoy. Mañana más.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Pamplona. Feria de San Fermín, quinta de abono. Corrida de toros. Lleno en los tendidos.
Cinco toros de Victoriano del Río y uno de Toros de Cortés (cuarto), amplios de caja, imponentes de presencia, generosos de pitón y de buena romana. Codicioso, humillador y emotivo el gran primero; boyante, humillado y bravo el buen segundo; deslucido y sin entrega el tercero; temperamental y agresivo el rajado cuarto; dormilón y deslucido el quinto; aplomado y sin fuerza el buey sexto.
Sebastián Castella (grana y oro): oreja y silencio.
Iván Fandiño (champan y oro): oreja y silencio.
Alejandro Talavante (turquesa y oro): silencio y silencio.
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