Castella, autor de la faena más notable, y Fandiño cortan una oreja a los dos mejores toros de la descastada corrida de Victoriano del Río
efe
andrés amorós
efe
Lo malo es que la presunta bravura del encierro no la ha
confirmado en el ruedo; ni él, ni sus hermanos. Todos los toros han
lucido unos pitones espectaculares:
para los fotógrafos, una oportunidad. En estos casos, los revisteros
usaban metáforas clásicas: leña para toda una carbonería; perchas para
colgar todo un ropero... Pero casi nada más. ¿Dónde quedó la casta brava?
Los dos primeros han flojeado pero han sacado nobleza, en la muleta:
Castella y Fandiño han cortado un trofeo. Los otros cuatro se han
rajado, han impedido todo lucimiento.
efe
Castella vive un momento feliz,
desde su rotundo triunfo en San Isidro. Al primer toro le falta un mes
para cumplir los seis años, tiene unas perchas de aúpa pero flojea:
«Decíamos ayer...» Sin embargo, en la muleta aguanta más de lo
esperable. Comienza con los habituales cambiados, se muestra muy seguro,
le da distancia, corre bien la mano. Me imagino fotografías
espectaculares, con los curvos pitones rozándole el pecho. Alarga
demasiado, recibe un aviso antes de coger la espada. Aunque logre un
trofeo, una faena más corta hubiera sido más intensa. El cuarto, también
abierto de pitones, empieza embistiendo con violencia, destemplado.
Cuando el francés le puede, por bajo, el bravucón se raja: se ha quedado
en nada, como los matones de las tragedias grotescas de Arniches.
efe
Matar con guapeza
San Fermín es la gran oportunidad para que Fandiño
remonte su temporada. El segundo, el de menos peso, con los cuernos
hacia arriba, pierde las manos varias veces al comienzo, apenas le pican
y resulta muy noble,
en la muleta. Brinda Iván al cielo, logra una faena aseada, sin mucha
emoción, porque el toro parece un gigantón buena persona, «dice» poco.
Ha de echarse de hinojos y matar con guapeza para
lograr el trofeo. El quinto es el que corría como una bala, en el
encierro: sale suelto, pierde las manos, no tiene fijeza. Comienza Iván
por alto, en tablas, y ahí se acaba el toro: no era lo adecuado. La estocada hace guardia y sufre un pitonazo en el codo. No es raro que un «Jubilado» se agote...
efe
Ninguno de los dos toros de Talavante ha embestido. En el tercero, un manso manejable,
muestra su gran facilidad en los naturales pero el toro es insulso y la
faena, también. El último no tiene fuerza ni casta ni recorrido, se
refugia en tablas, quiere echarse y lo logra, después de un pinchacito.
Las esperanzas iniciales se han trocado en decepción general.
¡Qué diferencia con el «Español» de hace un año! ¿Será una metáfora
política? Una frase que acabo de leer viene al pelo: «Ten por seguro,
Alexis, que los tiempos están cambiando». Pero no para bien (y no hablo
sólo de toros).
efe
Postdata. En
las calles de Pamplona, los niños disfrutan –o se asustan– con las
comparsas. Son cuatro parejas de gigantes, los reyes y reinas de varios
continentes, con nombres tan pintorescos como «Se-limpia-Elcalzao»,
«Toko-toko» o «Sidi abd El Mohame». Seis kilikis o cabezudos:
«Caravinagre», «Verrugas», «Coletas» (no piensen en política), «Barbas»,
«Napoleón» y «Patata».
Más los caballos, que pegan a los niños con
vergas de espuma. Todos ellos bailan al compás de los chistularis y
gaiteros. Son una imagen de «otro San Fermín», muy entrañable, aunque
sea menos famoso.
efe
No hay comentarios:
Publicar un comentario