Toros de Garcigrande y Domingo Hernández para Enrique Ponce, El Juli y Miguel Ángel Perera
MARCO A. HIERRO
Llegaba la corrida de Garcigrande y Domingo Hernández a Bilbao y, con ella, la segunda tarde de Enrique Ponce, con el debut en esta feria de El Juli y Miguel Ángel Perera.
Faltó entrega y ritmo de salida en el colorao bociblanco de Domingo Hernández que abrió plaza, que impidió a Ponce estirarse con el percal. Luego derribó con poder al caballo de Palomares, que se agarró en buen sitio en la segunda vara. A más fue la faena, que comenzó con doblones genuflexos imponiéndose al poder del animal y limando las asperezas hasta hacerse con la humillada voluntad del toro. Vertical, encajado y templadísimo, tuvo empaque para enroscarse la embestida con mucho gusto. Espectacular en el final, echando a volar la muleta en un cambio de mano eterno, un pase de pecho que se convierte en un farol y una forma de torear que se transmuta en fantasía. Enorme el valenciano, abandonado a la obra con la zurda sacando el vuelo de dentro para citar por fuera y doblándose con suprema torería para dibujar larguísimos los muletazos de belfo cosido. Sensacional. Hasta la mano entró el estoque para pasear las una oreja.
Tuvo que esperar Juli hasta el tercio de quites para estirarse con el capote con el colorao de Garcigrande que fue aprendiendo a tomar las telas desde la humillación inicial. Tremendo fue el quite con que respondió Perera por gaoneras. Fulgurante salió El Juli, en los medios para enlazar cambiados, estirar los derechazos y dejar una firma de cartel. Abajo la muleta de inmediato, abajo también el morro blanco del colorao, que colocó la cara con entrega y largura, atendiendo al toque final con que le daba Juli al muletazo un tranco más. Contra el viento tuvo que lidiar también El Juli, esperando con paciencia, bajando la mano para que molestase menos y tocando con mucha precisión con la mano izquierda con los pies enterrados en el suelo. Circulares invertidos en el final, con el espacio ganado y la voluntad del animal conquistada. Desprendida cayó la estocada, pero la oreja fue al esportón del madrileño.
Tremendamente templado y con gusto toreó Perera a la verónica en el saludo capotero, con las muñecas de goma para dibujar lances con muchísima soltura. Y no tuvo este el empuje de los hermanos, pero sí tuvo Perera la fijeza de voluntad para trazarle con supremo temple, con gusto máximo y con la dificilísima facilidad que da la profundidad en el toreo fundamental. Le faltó un poco de todo al manejable Garcigrande, pero le puso el extremeño la calidad en el trapo, la firmeza en la postura y la flexibilidad en la cintura para enroscarse al animal siempre en la medida de lo posible. Gran actuación de Miguel, que no tuvo toro a la altura para que pasasen cosas más grandes. Una estocada precedió a la ovación.
Con la rodilla genuflexa y mucha intención le echó los vuelos del capote Ponce al cuarto, que echó las manos por delante, salió a su aire de los embroques y le faltó entrega en las telas. Tampoco la tuvo con la muleta ante un Ponce que tuvo paciencia para limarle la díscola intención y meterlo en la muleta con un magisterio descomunal. Supo dejársela en el morro, templarlo con suavidad a su genio y tirar de su fondo de genio para que se fuera tras el trapo. Soberbio en la colocación, le cosió el morro y giró con sutilidad para que no parase el animal, logrando al menos la ligazón en las series. Pero se fue a menos el de Garcigrande ante la superioridad del valenciano y tuvo que entrar a matar. Ovación.
Tuvo que emplearse a fondo El Juli con el quinto, que siempre fue a más en las telas del madrileño hasta conjugarse con Julián en una obra de enorme dimensión. Supo tocar, limpiar y azuzar el celo y la fijeza del toro hasta que quedó solo el fondo, la bravura y la raza de un toro exigente que no está al alcance de muchos toreros. Se hundió Julián con la derecha, trazando larguísimo sin dejar de gobernar el dibujo ni de imponerse sin afligir al animal. De ahí para adelante, se entregó el de Domingo a un entregado Julián, que le echó la mano al infierno, se enterró en la arena gris de El Botxó y le formó un lío al animal. Enrazado, metido y abandonado Julián a la obra, firmó una faena larga en la que hubo variedad, exigencia y profundidad hasta el final, con un aviso sonando mientras Juli cuajaba al toro. Una estocada trasera rubricó la obra para cobrar una oreja, con otra que le mangó el presidente con la plaza entera pidiendo el segundo trofeo.
El cierraplaza de Garcigrande tampoco se prestó al toreo de capa, perdiendo las manos y sin sacar el fondo hasta que Perera se hincó de rodillas en el inicio muletero. Entonces sí embistió con transmisión a la muleta de mano baja con que exigió desde el principio Perera. Templadísimo el extremeño durante toda la faena ante la transmisión con cierto disparo del animal, con el que se atornilló para torear largo, primero, y meterse entre los pitones con tremendo valor después, con el animal todavía empujando. Enorme de aplomo y de asiento Miguel, con una seguridad pasmosa para hacer girar a su alrededor al de Garcigrande. El mal uso de la espada con que rubricó la sólida obra le hizo perder el trofeo bien ganado con la tela. Ovación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Vistalegre, Bilbao. Sexta de abono de las Corridas Generales. Casi lleno.
Toros de Garcigrande y Domingo Hernández, correctos de presencia. Enclasado y profundo a más el buen primero; con calidad y fondo el exigente segundo; manejable sin fondo el tercero; geniudo y díscolo el complicado cuarto; de profunda exigencia el gran quinto; con transmisión y movilidad el sexto.
Enrique Ponce (azul rey y oro): oreja y ovación.
El Juli (grana y oro): oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera (malva y oro): ovación y ovación.
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