El cartel es excelente pero la Plaza no se llena: mal síntoma. El interés por las novilladas es buen índice para medir a una afición. En este punto, todas suspenden, Bilbao incluída.
Posada de Maravillas tiene
maneras «a la antigua», propias de un diestro de dinastía. En el
primero, luce su clase en templados derechazos, con pellizco, y ayudados
de sabor añejo. Una faena estética, a la que ha faltado rotundidad. En
el cuarto, muy noble, que brinda a Javier Aresti, corre la mano con gusto, en pases excelentes, llevando al toro prendido en los vuelos de la muleta. Mata bien: una oreja.
El castellonense Varea lancea
con suavidad al segundo, en el que saluda Alfonso Carrasco, con los
palos. Logra muletazos de mano muy baja, vaciando toda la embestida, con
mucho eco en los tendidos. Pierde la oreja por los aceros. Embarca bien
al quinto, flojo y probón, pero dos desarmes deslucen el meritorio
trasteo, mal rematado. Se va sin trofeos pero su personalidad y su
temple quedan claros. Ha de madurar y mejorar con la espada.
El peruano Roca Rey reúne
cualidades para ser figura: cabeza, variedad, valor; sobre todo, una
rotunda entrega. No es raro su éxito en Las Ventas, ni que lo apodere ya
la empresa de Sevilla (junto con José Antonio Campuzano,
buen maestro) ni que esté programada su alternativa, en Nimes. En el
tercero, de Jandilla, justo de fuerza, se muestra variado con el capote,
firme y valiente con la muleta: muy quieto, liga muletazos mandones, en
un palmo de terreno; sufre una voltereta. Le saca todo lo que tiene a
un novillo que se raja: una labor de novillero cuajado.
Aunque la espada cae baja, corta la primera oreja, a pie, de la feria.
En el último, que embiste con fuerza, vuelve a echarse el capote a la
espalda, en un quite emocionante. Los pases cambiados con que abre la
faena son de infarto; impone su mando, se pega un arrimón y mata con
decisión. El público se le ha entregado: dos orejas y gran ovación,
también, al novillo.
Lo dice su apellido: firmeza y poder. Está clarísimo que Roca Rey quiere ser torero y que tiene condiciones para serlo. Los que prefirieron ir al fútbol, ahora lo estarán lamentando...
Posdata: Cada
mediodía, el apartado de los toros que se van a lidiar tiene, en Bilbao,
una especial solemnidad. Mucho rato antes, se han agotado las entradas.
El recinto, cuadrado, recuerda a un antiguo Corral de Comedias (o
al shakespiriano teatro The Globe). Antes de que salga cada toro, un
invitado hace la presentación de la ganadería. Todo se vive en silencio,
con máxima seriedad. (Como anécdota, algunos acuden al acto con
chaqueta y corbata). Esta forma de realizar el apartado no tiene
comparación con ninguna otra que yo conozca: es un síntoma claro de la
categoría taurina de Bilbao.
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