Lo único destacable de la primera labor de Manuel Escribano,
que entró a última hora en el cartel sustituyendo a Jiménez Fortes, fue
el tercio de banderillas que firmó, sobre todo un quiebro al violín de
por los adentros de mucho riesgo. Pero en la muleta no pudo ser. El toro
se paró a las primeras de cambio, imposibilitando la faena del torero
de Gerena.
La faena al cuarto tuvo prácticamente el mismo guión. El
toro, muy noble, sin embargo, apenas aportó por su escasez de fuerzas; y
Escribano, que volvió a brillar con los palos, no pudo estructurar
faena, también por lo mucho que le molestó aquí el viento. Al igual que
en su anterior turno, fue ovacionado.
La sorpresa llegó al final, cuando Escribano regaló el
sobrero, de José Vázquez, en el que estuvo más bien discreto y sin
acierto con los aceros. Pero la tarde ya iba por los derroteros del
triunfalismo y le dieron las dos orejas para que saliera a hombros con
los compañeros.
El primero de Fandiño
fue un toro noble y colaborador, con el que el torero de Orduña brilló
en el toreo en redondo, muy seguro y ligando las series con mucha
autoridad y mano baja, entre el clamor del respetable.
Al natural no hubo la misma sintonía, pero, a vueltas otra
vez a la mano diestra, la faena volvió a subir enteros. Un final por
ajustadas bernadinas fue perfecto corolario a una labor finiquitada al
segundo intento con la espada, lo que le granjeó el primer trofeo de la
función.
El quinto ya no colaboró tanto, pero a Fandiño no pareció
importante, poniendo todo de su parte para llegar a la gente. Hubo
brindis al novillero "El Gallo" para realizar, a continuación, un gran
esfuerzo en diseñar una faena en la que tuvo que atacar mucho a su
antagonista y tirar mucho de él para acabar imponiéndose a la
adversidad. Cortó otro apéndice, que le valía la Puerta Grande.
Completaba el cartel del festejo mixto Aitor Darío "El Gallo",
un novillero nacido en Cuenca aunque formado en la escuela taurina de
Valencia, muy abrigado toda la tarde por sus paisanos. En su primero fue
arrollado con el capote, teniendo que pasar a la enfermería para ser
atendido de un golpe en el ojo izquierdo.
Una vez repuesto, volvió a salir al ruedo para diseñar una
labor animosa, en la que también dejó patente las finas y elegantes
formas que atesora, sobre todo en el toreo al natural. No importó que
pinchara hasta en cuatro ocasiones antes de agarrar la estocada final
para cortar una oreja. Cosas del paisanaje.
El sexto fue un buen novillo, y aquí si pudo El Gallo
mostrar el buen concepto que atesora en una labor compacta y maciza
sobre ambos pitones. Aquí también importó poco que se atascara el hombre
con el descabello, había que sacarlo a hombros y así logró el apéndice
necesario para ello.
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