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miércoles, 19 de agosto de 2015

LA CRÓNICA DE MÁLAGA. La teoría del caos

Alejandro Talavante deja una perla entre mucho toro con poca virtud en una encerona salvada por la actitud

La teoría del caos
MARCO A. HIERRO

Cuando a las diez de la noche concluía la corrida picassiana en la que Talavante salía andando seguro que recordaba Joaquín Ramos la teoría del caos: el resultado de algo depende de distintas variables y es imposible de predecir; pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a largo plazo. Podía haberse equivocado menos la teoría del caos el día que más lo necesitaba uno de sus toreros.

Porque llegaron a La Malagueta toros con nota, con hechuras, con trapío y con fe. También llegaron otros más espesos que por algo cargaría el buen veedor. Entre ellos, el quinto de Garcigrande, que salió cuarto por mor del cambio de turno a que obligó la teoría del caos. Entre la áspera y pechugona embestida del Fuente Ymbro, la informalidad de llegada dormida del Victoriano segundo, la bruta y remisa condición del Jandilla tercero bis, la actitud pasadora y aborregada, sin gracia ninguna del quinto de La Quinta y el buen aire sin fuelle ni raza del sexto de Torreherberos, ese toro vulgar en las hechuras, escaso en el trapío para plaza de primera, fue el oasis donde se abandonó el alma del guerrero sin contrabandera.

Porque varió una condición inicial para que saliera cuarto, otra para que no hubiese embestido ninguno hasta el momento de saltar, otra para no entregarse a la tela cuando le enseñaron percal y otra para obligar a Alejandro a echarse de rodillas para iniciar labor. Muchas condiciones variaron para enmendar el caos. Y cuando quiso Alejandro poner la tarde patas arriba pareció ordenarse todo.

Y llegaron dos vencidas a pitón zurdo que amenazaron rebanar el cuello de un Talavante de hinojos que ni se palpó la ropa. Se incorporó majestuoso, torero, nunca dejó de estarlo en toda la tarde. Y le sopló trapo por bajo para abandonarse a la embestida a como diera lugar. Cosido le llevó el belfo citando en distancia corta, toreando a inercia muerta, cuando la gatean los toros de puro bravos que son. Larguísimo fue el dibujo para ordenar el caos, para componer con empaque sin escorzo, con corazón sin histrionismo, con verdadera apariencia de naturalidad no buscada, de espontanea actitud del que quiere sentir más que triunfar.

Ordenó el caos Talavante cuando salió el Garcigrande porque a ese le conoció la entrega y se entregó a su final, apostando incluso cuando se le vencía hacia adentro el díscolo pitón zurdo y remataba la serie mirando al tendido en uno de pecho sobrenatural. Aún había más. Se había quedado en el tintero el temple de rodillas, con el mismo compromiso que de pie, con el morro cosido al suelo y sobre el suelo la tela. Lenta, lentísima. Imponente. Se ordenó Talavante entre el caos. Y fue sublime.

Lástima que no hubiera más orden entre el bovino caos ni más material para traerlo en un Talavante metido que intentó sin mucho brillo ejecutar el trabajo que traía preparado. Sobre todo con el capote. Que se empeñó en manejar con brillante variedad durante toda la tarde. Le sirvió con el primero, con el Juan Pedro de buen aire que se fue, inválido, a chiqueros, y con el castaño de Daniel Ruiz, al que le hizo tal vez el mejor toreo de capa antes de que se partiese un pitón.

Porque hasta en eso llegaron las variaciones de la teoría del caos, que mantuvo a Alejandro en alza incluso volviendo del revés el final esperado para este día. Por eso el toreo es tan inmenso. Y en él, Talavante es figura.
  
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Malagueta. Cuarta de abono de la feria de Málaga, tradicional corrida picassiana. Lleno en los tendidos.

Toros de Fuente Ymbro (áspero y protestón), Victoriano del Río (informal y drmido, pero con humillación), Juan Pedro Domecq (devuelto por inválido), Jandilla (bruto y remiso), Daniel Ruíz (devuelto por partirse un pitón), Lagunajanda (devuelto por blando), Garcigrande (profundo y enclasado a diestras, díscolo a zurdas), La Quinta (pasador sin entrega y a media altura) y Torreherberos (de buen aire sin fuerza).

Alejandro Talavante (azul pavo y oro), en solitario: ovación, palmas, silencio, dos orejas, vuelta al ruedo y ovación de despedida.

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