Se cumplen 30 años de la muerte del Príncipe del toreo tras la cornada de «Burlero» en Colmenar Viejo
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La plaza madrileña se sobrecogió mientras las cuadrillas lo trasladaban con angustiosa celeridad a la enfermería. Estremecieron sus ojos vueltos y encalados,
que emprendían rumbo al Más Allá. El percance había sido terrorífico.
Los doctores apreciaron desde el callejón la extrema gravedad. Cuando El
Yiyo llegó a la mesa de operaciones, no respondió a los estímulos.
«Burlero» se había llevado entre sus astas la inolvidable sonrisa de Cubero —de
sólo 21 años—, después de realizar una faena colosal, premiada con dos
orejas. La noticia corrió como la pólvora. La gente rompió en llanto desconsolado. «Me lo ha matado», dijo su padre quebrado de dolor. Negro parte de guerra: «Rotura por asta de toro, que provoca una parada cardiorrespiratoria irreversible...»
Cartel maldito
La tragedia recorrió el mundo entero. Yiyo y «Burlero»
componían un fúnebre romance, como aquel que Valle-Inclán imaginó para
Belmonte: «Sólo te falta morir en la plaza… Para que ni toro ni torero puedan separarse jamás».
José Cubero ingresaba en el Olimpo de los dioses que entregaron su vida
por un arte al que muchos son los llamados y pocos los elegidos, como
reza en la Escuela Taurina de Madrid. Allí se formó «príncipe del toreo», junto a Julián Maestro y Lucio Sandín. «Adiós, príncipe, adiós», tituló Antonio D'Olano una obra en su recuerdo.
Su apoderado, Tomás Redondo, nunca llegó a superar aquella tragedia y en 1989 decidió no vivir para contarlo más. Desgarrador...
El Yiyo, con geniales condiciones para auparse a la cima
pese a no ser valorado lo suficiente por las empresas y con dos Puertas
Grandes en Madrid, se convirtió en leyenda inmortal.
Ascendía a la gloria de muchos otros toreros caídos «a las cinco en
punto de la tarde»: Sánchez Mejías, Joselito, Manolete o Paquirri.
Curiosamente, Cubero había pasaportado a «Avispado», el toro que mató a
Francisco Rivera en Pozoblanco. El único superviviente del llamado «cartel maldito» es El Soro, que ha reaparecido recientemente tras superar numerosas operaciones.
Hoy, los aficionados a los que cautivó rendirán su
particular homenaje a un joven prodigio que tras conquistar la victoria
adivinó la tragedia: «La muerte la llevamos en la cara
todos los toreros. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón.
¿Qué más da?» Palabra de un príncipe coronado rey en la mitología
taurina.
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