Hasta seis y un rabo paseó Alberto López Simón de cuatro toros desiguales de Jandilla; dos se llevó a caballo Galán
MARCO A. HIERRO
Llegaba la gran cita de Aranjuez en este domingo de Motín: el rejoneador Sergio Galán y López Simón, que se encerraba con cuatro toros de Jandilla, hacían el paseíllo en el Real Sitio entre la ilusión de la afición madrileña. Era una cita inconfundible por la carga emocional de ésta y así se hizo ver desde que los alguaciles rompieron plaza.
A lomos del potro Descarado brindó Galán al público la muerte del
primero, al que tuvo que aguantarle los arreones para templar la doble
velocidad. Y fue complicado el animal, muy parado, a pesar de las
cercanías que le buscó con Trópico, muy seguro en el toreo fundamental,
muy reunido con el toro. Sacó a Titán en conquense para buscar el
espectáculo tras los embroques ante la frialdad del tendido con una
buena faena, más técnica que espectacular. Le ganó mucho la cara Galán
al animal a lomos de Fado para colocar las cortas entre arreones y
protestas y para dejar un rejonazo que le puso en la mano la primera
oreja.
Con el viaje muy corto en el capote de Simón salió de castaño de
Jandilla que hizo segundo, que vino mejor que se fue en los delantales,
cogido con alfileres en la fuerza. Brillante fue el quite por
chicuelinas que ejecutó después de banderillas el de Barajas. Templado
el inicio a dos manos, con un trincheras barriguero y una firma de
formidable plasticidad, siempre con el toro frotando el goyesco. Todo
brotó con naturalidad, sin un enganchón, sin un destemple, sin un
maldito tirón. Volaron terso y sutiles los naturales, siempre ceñidos,
comprometidos, enormes. Por detrás se sacó la embestida para dejar un
circular completo con el envés de la franela y un aviso sonó antes de
entrar a matar. Recibió Alberto sin mover más q la mano para reventar al
animal y cortarle el rabo. Inmenso.
Al tercero, de Jandilla, le meció Alberto la humillación en media
docena de verónicas en las que tuvo empleo el negro toro y quietud
segura el de Barajas. Muy medido en varas, no terminó de entregarse en
el inicio, después de que saludaran en banderillas Antonio Molina y
Fernando Sánchez. Poco le importó al torero la renuencia de media altura
que tendía a reponer. Continuó quedándose en el sitio de los billetes,
enterrándose e imponiendo que le pasase cerca el exigente Jandilla. Por
terrenos físicamente inverosímiles lo llevó muy cosido en circulares que
murieron entre los pitones, con toques precisos que pusieron en escena
la madurez de un veterano en un joven. Funcionó la espada de López
Simón, que se tiró muy derecho para cortarle una oreja tras aviso.
Amuleto fue el caballo encargado de parar al cuarto, toro con
presencia y pies al que redujo en a penas un metro, con círculos que
arrancaron la ovación. Un esfuerzo le costó a Galán que se moviese el
toro, pero le llegó Ojeda con mucho valor para emplearse con pureza.
Despacio se lo hizo todo con Apolo, con el que se descaró, clavó
perfecto y dejó teléfonos a las salidas con mucha exposición. El tendido
en pie con el par a dos manos. Muy elegante siempre, dejó dos rosas con
Fado y pinchó en primera instancia para reventarlo al segundo intento y
pasear una nueva oreja.
El quinto, serio por delante y bien hecho en general, se mostró
remiso y se pensó cada arrancada al percal de López Simón. Bueno fue e
puyazo de Ángel Rivas, y bueno fue también el segundo par de Vicente
Osuna. Para Miguel Abellán fue el brindis y a hincarse de rodillas en
los medios para aguantar los parones del animal y templarle pasadas, con
un tranco más en el doble de pecho para que rompiese el tendido. Y vaya
si lo hizo. Buscó el de Jandilla una excusa para pararse y no se la dio
el de Barajas, que dejó siempre el trapo en el sitio, conquistó el
terreno al animal y se erigió en amo y señor del ruedo. Enfrontilado y
puro en los cites, se atornilló a la arena para meterse entre pitones
con extraordinaria verdad. Lo mató de un estoconazo y paseó las dos
orejas.
A saludar al tercio sacó Aranjuez a Alberto antes de que saliese
el sexto, que le repitió con buen son en media docena de verónicas de
buen trazo y una media muy sabrosa. Campaneó el de Jandilla al penco y
lo derribó con poder. Brillante fue también el quite a la verónica del
sobresaliente, Salvador Ruano. Con enorme temple y suficiencia empujó
Simón al animal en un inicio de paso ganado hasta los medios, pero no
tuvo fuelle el animal para presentar pelea. En lugar de ello, mostró
actitud defensiva, cara suelta y una embestida desclasada con la que
lidió un Simón inmenso, enterrado en la arena, sin ventaja alguna para
citar y firme para soportar pasadas. Con una nueva estocada y otra oreja
culminó el de Barajas una tarde maciza de verdad.
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