De los tres valencianos, solo Román corta una oreja
Román, durante la faena a uno de sus toros - MIKEL PONCE
ANDRÉS AMORÓSValencia
Simón Casas programa un cartel con tres diestros de la tierra: así, se asegura cierto público y la benevolencia de los paisanos. Me agrada que los murubes de Capea vuelvan a lidiarse en corridas de a pie: salen fríos, suscitan esperanzas porque sacan movilidad y nobleza pero se apagan muy pronto. Sólo Román corta un generoso trofeo, en el último.
Reapareció El Soro en las Fallas de hace un año, a una edad avanzada, después de muchísimas operaciones quirúrgicas. Aquí, es «el torero de la huerta», un ídolo popular. Nadie discute el mérito de su recuperación pero es dudoso que, hoy en día, posea las condiciones adecuadas; sobre todo, cuando su toreo se ha basado siempre en las facultades físicas. El primer toro es reservón, embiste a oleadas. Vicente se dobla cuatro veces y desiste. A paso de banderillas, un sartenazo da lugar a la bronca. Ha salvado el trago con oficio: temíamos pasarlo peor. El cuarto humilla bien y flaquea, parece que van a cambiar las tornas. Sólo apunta algunos muletazos, sin estrecharse, y el toro se viene abajo. Del entusiasmo se pasa a la decepción. Mata huyendo. El oficio no se pierde pero las facultades, sí. Es muy humano negarse al paso del tiempo pero, con 53 años, podría ser el padre de sus dos compañeros de cartel...
Jesús Duque tomó la alternativa en Fallas, hace dos años. El segundo barbea tablas, amaga con saltar; luego es noble pero se raja pronto. El diestro muestra decisión y buenas maneras; cuando el toro se para, recurre al arrimón, a las inevitables bernadinas. Es encunado al pinchar, mata a la segunda y no se concede la oreja. El quinto se queda corto: el trasteo es voluntarioso pero movido, no se acopla. Vuelve a prolongar inútilmente la faena –un vicio ahora habitual– y escucha un aviso antes de coger la espada.
Román suscitó grandes expectativas como novillero, tomó la alternativa en Nimes hace un par de años y no se ha consolidado, como matador. Va a confirmar su alternativa en el próximo San Isidro. Se muestra muy decidido toda la tarde. Intenta recibir al tercero de rodillas y el toro huye: demuestra valor pero es desairado, primero hay que fijarlo en el capote. Como galopa bien, lo llama desde el centro, otra vez de hinojos, logra muletazos emocionantes, hasta que se raja a tablas: petición insuficiente y vuelta. Recibe al último a porta gayola y enlaza cuatro largas cambiadas. La faena es voluntariosa pero deshilvanada. Mata con decisión y le premian con la única oreja.
Los carteles de toros valencianos han tenido siempre fama, por su imprenta (Ortega) y sus grandes artistas: Ruano Llopis, Reus... El de esta tarde ha sido, más bien, un cartel para paisanos. Pero el arte es universal...
POSTDATA. A la vez que culmina la «plantá» de las Fallas, cunde una campaña para defender que «las Fallas son valencianas». ¿Por qué hace falta esta obviedad? Porque algunos la han negado. (Es la misma razón por la que insistimos en que los toros son cultura). Hace poco, la Generalidad de Cataluña ha catalogado a las Fallas entre las «fiestas catalanas» de primavera. Imagínense cómo les ha sentado eso a muchos valencianos. ¡Para que luego se quejen algunos de la «catalanofobia»!
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