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domingo, 27 de marzo de 2016

Morante, del cielo al infierno en su regreso a Sevilla


Cambia el triunfo por tres avisos, y Talavante logra un trofeo en la vuelta de las figuras con lleno de «No hay billetes» 


Morante de la Puebla, con el cuarto toro - J. M. SERRANO
ANDRÉS AMORÓS Sevilla  

Pocas veces he visto la Plaza de los toros sevillana con un ambiente de expectación tan extraordinario. Como suele suceder en estos casos, el resultado no está a la altura: los toros de Domingo Hernández, preferidos por las figuras, son muy flojos y deslucidos. Solamente Talavante corta un trofeo. Morante, en el cuarto, que ha herido a Lili, su banderillero, pasa de rozar el triunfo a la amargura de los tres avisos. Manzanares se queda en un discreto término medio.

Centra la expectación Morante, que vuelve a Sevilla, después de dos años de una ausencia cuyas causas no he logrado comprender. ¿Dónde va a torear mejor que aquí? En estas cinco tardes puede consagrarse, por fin, como el sucesor de Curro Romero. Se le recibe con lógica división de opiniones. En el primero, tantea con el capote antes de lograr dos verónicas lentísimas, en medio de otras más forzadas. Brinda al público y alterna muletazos por alto y por bajo, con singular torería; luego, acompaña las flojas embestidas pero no logra imponer su dominio. Todo ha quedado en detalles sueltos, sin redondear faena. Mata con habilidad.

El cuarto mansea y flaquea, antes de varas. Dibuja José Antonio lentas verónicas a un toro claudicante. El toro aprieta a Lili en el primer par y le hiere, en el tercero. Nadie espera mucho con este animal reservón pero el diestro saca decisión y coraje: tirando de él, va logrando muletazos cada vez más armoniosos. Suena raro hablar de un Morante voluntarioso y valiente pero es la verdad: así, acaba logrando naturales suavísimos, derechazos cercanos al círculo completo. Los ayudados por alto, cargando la suerte, levantan un clamor. Pero ha prolongado demasiado la faena, suena el primer aviso antes de entrar a matar, de modo defectuoso, y se eterniza con el descabello: el toro al corral. Al saludar, con la cabeza baja, la división es notoria.

Vuelve a vestir de oro Manzanares, pasado el año de luto por su señor padre. En el segundo, replica por ceñidas chicuelinas a las gaoneras de Talavante. (Aguanta mucho y saluda en banderillas Rafael Rosa). El toro es probón, se viene abajo. José María, tan querido por este público, le da espacio, embarca bien las embestidas, logra un precioso cambio de mano. Entrando de lejos, con decisión, deja una estocada contraria. No había opción para más. En el quinto, se luce Barroso, a caballo. Con facilidad y elegancia, el diestro lo mete en la muleta pero el toro se raja. Lo llama varias veces sin que acuda y el público acaba impacientándose. Vuelve a estar seguro con la espada.

También vuelve a Sevilla y comparece en esta Feria por única vez (¿por qué?) Alejandro Talavante. Parece haber madurado su estilo en México. Devuelto por flojo el tercero, el sobrero, «Fuerte», no lo es pero sí manejable. Comienza con al «cartucho de pescao», dándole espacio, a muleta plegada. El extremeño muletea con facilidad y buen gusto, sobre todo al natural, aprovechando las suaves embestidas. Mata bien, cruzando: una oreja. Está en un buen momento pero la faena ha tenido poca emoción porque ha faltado toro: la cantilena de casi todos los días.

En el último, rebrincadito, casi sin picar, intenta amarrar el triunfo pero el toro, sosísimo, sale con la cara alta y se apaga. El diestro prolonga demasiado un trasteo sólo aseado. Mata a la segunda.
La lección es muy clara: para una buena corrida no basta con tres buenos diestros, hacen falta toros con casta y fuerza; sin eso, todo eso se queda en conatos.

Morante ha pasado del cielo del arte, a los sones maravillosos de «Suspiros de España», al infierno de los tres avisos. Le quedan más tardes, en esta Feria. Le debe al público sevillano una faena completa. Recuerdo yo a Valle-Inclán: «El arte no se acaba nunca porque el arte es la eterna primavera». Esperemos...

Postdata. En esta corrida, la primera a la que no ha podido asistir el compañero Fernando Carrasco, he recordado su pasión por esa trinidad: Sevilla, la Semana Santa y los toros.

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