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jueves, 3 de marzo de 2016

Triunfo en el Kilómetro Cero


Padilla y Soler salen a hombros en Castellón en la reaparición de Paquirri con una manejable corrida


Juan José Padilla y Vicente Soler salen a hombros durante la corrida de la Feria de la Magdalena - EFE
ROSARIO PÉREZCastellón

En un volver a empezar, en una especie de renacimiento de quien a punto estuvo de perderlo todo, Francisco Rivera Ordóñez regresó a la arena española. Doscientos seis días después de que la muerte le pisara los talones en Huesca, Paquirri volvió a vestirse de luces en Castellón. Lo hizo con dignidad, con el oficio propio de dos décadas de alternativa, en una corrida muy «periodística». Si a su compañero Juan José Padilla le tocó un «Informador», a Paquirri le correspondió el «Fotógrafo» del conjunto de Matilla, que lidió sus tres hierros, con el denominador común de la nobleza escrita y retratada. Sin ser un dechado de casta y con sus dispares hechuras y remates –algunos feotes–, ofreció en bandeja las orejas. Ideal para arrancárselas, de aquí a Oslo...

Y en Noruega se plantó precisamente a torear Vicente Soler en una alternativa en la que la memoria seleccionará entre poco y nada. A la puerta de chiqueros se fue a recibir al toro de la ceremonia, pero puso rodillas en polvorosa cuando «Adulador» apareció andando... Animoso en los delantales y las chicuelinas –¡menudo empacho!–, banderilleó con desigual fortuna. No se conoció asentamiento alguno frente a un toro rebrincado pero que obedecía a los toques, siempre al hilo y de tono vulgar. Muy cariñosos los tendidos, hasta le pidieron una oreja. Petición de pronóstico leve, por lo que la cosa quedó en saludos.

Más dispuesto en el sexto, tiró de amor propio, le atizó media docena de largas cambiadas y aireó el capote en un quite candidato al premio limón. Como la fe es lo último que se pierde, se recuperó en parte en una serie diestra en la que acompañó con suavidad la dulce embestida. Puro espejismo, el toro siguió a modo de carretón, pero el toricantano se alió de nuevo a la brusquedad. «Lástima de torete, que se va sin torear y con las orejas», se lamentaba un aficionado antes de que lo mandara a otra dimensión de una estocada al encuentro. Y sin torear se fue, pero hete ahí que las peludas sí las paseó después de que el presidente cediera a la ensordecedora petición del paisanaje.

Soler se marchó a hombros en compañía de Padilla, que sorprendió con un fenomenal saludo a la verónica, abrochado con gusto en la media. Con un galleo por chicuelinas puso en el caballo al toro, que empujó con su aquel y luego tuvo la virtud de humillar y abrirse. El padrino aguantó con entrega y mucho mérito en un quinteto de muletazos de hinojos. Luego cierta tosquedad no permitió ver en toda su expresión a este «Informador», a menos como la faena. El Ciclón de Jerez se tiró a matar con rectitud y, con la estocada y la muerte encima, le pegó un arreón. Otro susto tremendo se llevó en la hora final con el boyante sobrero de Marca –el titular se desplomó–. Se volcó y arriesgó, como en el lucido tercio de banderillas. No tanto en su afanosa labor, con la meta de la puerta grande. Oreja y oreja fue su palmarés.

Y si Padilla hizo lo más agraciado con el capote, Paquirri ofreció la mayor templanza con la muleta. Genuflexo, suave y torero empezó frente al manejable tercero, al que cuidó asentado a media altura en una faena estimable. Aseado en el quinto, fue despedido con una ovación mientras a su compañeros los aupaban en volandas. Un triunfo en el Kilómetro Cero de la temporada que ya despertó.

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