Sevilla no muere: a Sevilla la están matando los precios. No nos confundamos. Cualquiera no puede pagarse una entrada a los toros
JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Me preguntaba un amigo la pasada semana al ver Feria de Abril por televisión que por qué si Sevilla era tan taurina, no llenaba la Real Maestranza en su Feria –era el Lunes del Pescaíto-. Podría haberle contestado por las mil y una ramas por las que los taurinos se van: "Sevilla es afición de barra de bar”, "La gente está aguardando a los días gordos de la Feria”, "Están dándose una vuelta antes del alumbrao”, "El cartel no es muy fuerte…”. Pero, como joven que no puede pagarse una entrada en La Maestranza, le dije la verdad: los precios de Sevilla son para ricos.
Cualquier alma veinteañera que no quiera abonarse por 150 euros al serial no puede soportar los lereles que le vale una tarde en el Arenal. Cualquier adulto en paro y aficionado al toreo tiene derecho también, como lo tiene Madrid y su Monumental, a acudir a los festejos de la Feria de Abril. Sevilla sí tiene afición, el problema viene de la roña maestrante –sí, la del 25 %- que no mira sino la pela y le importa un bledo el futuro de nuestra historia, el futuro del toreo.
Además, este año Sevilla ha pagado el pato de un Morante que se ha anunciado hasta en cinco ocasiones y, al menos las cuatro primeras, las justificó con la última faena del octavo toro de su encerrona con doble sobrero. Y le ha costado cara a Sevilla una faena que ha hecho aumentar dos festejos su Feria –con el palo que supone eso al abonado-, como si Morante hubiese cobrado con el bolsillo de los aficionados en una sola temporada todas las anteriores que no acudió a la capital. Y no, no es comparable al Curro que toreaba cinco tardes en Sevilla porque las otras diez estaban llenas de No Hay Billetes. No es ese Curro, porque ese Curro viajaba en un 1.500 con las maletas en el techo para recorrerse media España que acudía en masa a su llamado.
En Sevilla, lo explicaba hace una semana y lo vuelvo a hacer, el aficionado de extrarradio que no tiene dinero para pagarse una entrada de farolillos tampoco lo tiene para pagarse una de preferia. Ese es el problemón de una plaza histórica que cuatro meses más tarde, en pleno julio, sí que registra más de tres cuartos de entrada en novilladas sin caballos con precios populares. La polémica, pues, no radica en la falta de afición, sino en la falta de medios de ésta para acudir a los toros a Sevilla con unas entradas astronómicas de las que los maestrantes, las figuras y la propia empresa deben percatarse y ponerse ya de acuerdo antes de lamentarnos porque ha pasado el tren.
Y lo dije como lo repito: los aficionados no pueden ver a Morante pero merecen ver cómo se parte la cara Delgado con la corrida de Torrestrella. No pueden ver la ascensión de López Simón pero merecen ver a Fortes encunándose entre los pitones de la corrida de Tornay. No pueden ver el doblete de Juli o la única tarde de Perera pero sí pueden disfrutar de la largura de los muletazos de Pepe Moral o la rotundidad joven de Javier Jiménez. La afición de Sevilla –y ojo, quien dice Sevilla dice Dos Hermanas, Los Palacios, Mairena, Alcalá de Guadaira… - merece esa preferia con precios que no sean sólo para carteras selectas.
La triste –o afortunada, según se mire- realidad es que Murcia llenó de 12.000 almas el día de la "miurada” su Condomina con precios populares. Dio la capital de la huerta, pues, una lección a un Baratillo que sólo registró tres cuartos de aforo. Una teoría que pone mucho más de manifiesto si cabe que Sevilla no muere: a Sevilla la están matando los precios. No nos confundamos. Cualquiera no puede pagarse una entrada a los toros. Y ese es un problemón, porque habrá un día en el que los jóvenes se cansen de llenar La Maestranza a cinco pavos por barba para ver las novilladas del mes de julio… porque serán padres, y elegirán comer carne a ir a los toros al Baratillo.
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